2. Esperanza

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182 d.Conq.

(6 AÑOS DESPUÉS)

M A G N U S


Los canales de la ciudad se estaban inundando a causa de la lluvia torrencial que estaba cayendo. Las barcas y góndolas chocaban entre ellas empujadas por el viento y las fuertes olas y las gotas de lluvia procuraban percusión sobre los tejados de las casas. Era de madrugada y solamente los borrachos y delincuentes de la peor calaña deambulaban por la calle a esas horas.

Magnus, reclinado en un gran sillón de cuero rojo, miró por la ventana de su despacho en silencio. Sus manos estaban entrelazadas entre sí y su gesto era de pura seriedad. La calle, solamente iluminada por la luz de las farolas de diseños barrocos, tenía la imagen de un decorado de una película de terror. O de una policíaca, al menos. El escenario de un crimen a punto de cometerse. El hueco entre las sombras adecuado para arrastrar en él a tu víctima, el fuerte ruido de la lluvia chocando contra las aceras ahogando el sonido de un disparo. Ya habría ocurrido más veces, de eso estaba seguro Magnus, pero en la capital era mejor callar los secretos que uno conocía de los demás antes de dejar que los tuyos se escaparan.

Su despacho era cálido gracias a la estufa de segunda mano colocada estratégicamente debajo de su escritorio para calentar sus pies embutidos en calcetines. De un color burdeos, las paredes descascarilladas estaban decoradas con cuadros de gatos retratados en las tareas más cotidianas de los humanos. Magnus siempre tuvo debilidad por los gatos, al fin y al cabo. Su favorito era el de un gato de pelaje pardo con pajarita tocando el violín sobre sus dos patas traseras. Una magnífica obra de arte. Tal como el desorden de papeles y documentos encima de su escritorio, cuidadosamente desordenado para que él solo supiera donde estaba cada cosa.

Magnus levantó la vista de la ventana cuando la puerta se abrió con un chirrido de los goznes. Tendría que ponerle más aceite. Odiaba ese chirrido.

-Señor Bane, el señor Fersa ya está aquí. ¿Le hago pasar? -preguntó Emma Carstairs sin entrar por completo en el despacho. Miraba con nerviosismo a Magnus. Sus doradas hebras de cabello caían sobre su rostro y su desgastada ropa le quedaba demasiado grande en su joven cuerpo.

-Por supuesto, Carstairs. Y, por favor, ve cerrando ya. Este es el último negocio por hoy. Puedes ir a descansar -dijo Magnus, acomodándose mejor en el sillón y girándolo para así poder mirar directamente hacia la puerta frente al escritorio. Emma asintió obedientemente y se retiró en silencio sin cerrar la puerta.

La puerta chirrió al abrirse por completo segundos después. Por el marco entró Rico Fersa, el propietario de la segunda mejor red de espías del país. Caminó de manera altanera hacia Magnus y se sentó en la silla al otro lado del escritorio. Se comportaba como si fuera el propietario de aquel lugar, cayendo desordenadamente sobre el asiento como si estuviera en su propia casa. Magnus se contuvo de gritarle cuando apoyó sus pies metidos en botas embarradas por la lluvia sobre su escritorio. Solo apartó los papeles que ahí había y los guardó en un cajón.

Rico Fersa era de estatura baja, pero ancho de hombros y de mandíbula fuerte. Rozaría los veinticinco, de eso Magnus estaba seguro, aunque en aquella ciudad no tenías el privilegio de estar seguro de nada. Vestía de manera estrafalaria; traje color vino, camisa de estampado de cebra y corbata verde limón desatada colgando del cuello. Su cabello morado estaba peinado hacia atrás en un alto tupé.

¿Cómo una persona tan llamativa podía llevar una red de espías?

-Magnus, amigo mío. Ya estaba empezando a echarte de menos -Fersa sonrió de lado-. ¿Tú a mí no?

Magnus no movió ni un músculo de su rostro. Sin embargo, se inclinó hacia delante, apoyando sus brazos sobre la madera de la mesa.

-Hablamos de negocios, señor Fersa. Preferiría que me llamases señor Bane, si no es mucho pedir.

Angel with a shotgun « malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora