8. Caos

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182 d.Conq.

M A G N U S

Magnus suspiró, frustrado y agotado por partes iguales. Llevaba toda la tarde y parte de la noche leyendo y estudiando documentos referentes a la red de espías de Fersa. A pesar de la fama que ésta tenía, la gran empresa tenía muchas deudas y habrá sufrido duras pérdidas durante los últimos meses. Magnus tendría que trabajar mucho para volver a sacarla a flote, pero sería mucho más duro hacerlo fuera de la ciudad, no pudiendo enterarse de lo que allí acontecía.

Tomó un sorbo de la taza de té que Emma le había traído. Había dejado a su joven secretaria con el chico de los recados de Fersa que le había traído aquel papeleo. Su nombre era Julian Blackthorn y al parecer, tenía la misma edad que Emma. Magnus la había ordenado que se encargara de él, pues ahora que la red estaba en sus manos, aquel nuevo trabajador le pertenecía. Tendría que aprender todo sobre la rutina de su equipo y ganarse la confianza de su superior. Si alguien podía convencer de algo, esa era Emma Carstairs.

Recuerda la primera vez que vio a la chica rubia. Por aquel entonces tenía ocho años y él, diecisiete, a punto de cursar el último año antes de la Selección. Su viejo amigo James Carstairs le había invitado a un concierto que se celebraría en un pequeño teatro cerca de la frontera con Alta Altaria. Fue uno de los conciertos más importantes del violinista antes de que la muerte fuera a por él a causa de una enfermedad incurable. Recuerda los palcos pintados a mano, el pequeño escenario y las butacas granates desvencijadas. También recuerda a la pequeña niña de trenzas rubias, sentada en una silla junto a él de brazos cruzados porque le habían obligado a ponerse un vestido aquella noche.

Como había cambiado la pequeña Carstairs... Cuando su familia cayó en la quiebra y la única opción que le quedaba era robar para sobrevivir, Magnus no dudó en acogerla. ¡Y vaya incorporación para su equipo! Emma peleaba expertamente y era muy inteligente; pero aún así, para el enfado de la rubia, Magnus no la permitía acudir a misiones de alto riesgo. No quería que la última de los Carstairs muriera y el legado de su amigo desapareciera de la faz de la Tierra.

Un estrépito en el piso principal de la casa le hizo sobresaltarse y que un poco de té salpicase su regazo. Agudizó el oído y logró distinguir varias voces teniendo animadas conversaciones y el ruido de muchos pasos dirigiéndose a la sala principal.

Se levantó de su sillón y se colocó un jersey de lana negra sobre la camiseta manchada. Puesto ya, abandonó su despacho con el papeleo a medio hacer y el suelo lleno de cajas. Bajó por las escaleras a oscuras y se guió hacia la sala por la luz dada.

—¿Qué hacéis todos aquí? —cuestionó al ver a Agatha, Clary, Jace, Emma, Julian y los mellizos repartidos en sofás, sillas y esquinas.

Jace se levantó de la esquina del sofá donde se había sentado y habló por todos.

—Es tu última noche en la ciudad y, como no nos vamos a ver en un largo tiempo, habíamos pensado hacer una pequeña fiesta de despedida.

Las sonrisas de su equipo le abrumaron. Se dio cuenta, sorprendido, de que en la pequeña mesa habían bebidas y cuencos con comida y, de fondo, se podía escuchar música bailando por la estancia.

Se percató de que no estaba presentable: pantalones viejos y rotos, un jersey desvaído y el pelo despeinado de tanto arrastrar sus dedos por él de la frustración. Pero no pudo quejarse a tiempo, pues los mellizos ya le habían agarrado y empujado para sentarse en el sofá más grande junto a Agatha y Jace.

Abrieron una botella de burbujeante y dorado champán, regaron patatas y dulces fuera de los cuencos y la mayoría de ellos salieron a bailar delante de todos mientras se carcajeaban. Magnus observó todo en silencio, sintiéndose contento por tener a esa gente a su alrededor, pero también triste porque cuando se acabara la velada tendría que despedirse de ellos.

Angel with a shotgun « malecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora