Capítulo 20 - "La venganza"

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Capítulo 20

"La venganza"

Los días se sucedían monótonos; el cielo tenía el mismo tono gris, el sol recorría el mismo trayecto en el cielo, la carne sobre su plato idéntica comida tras comida, el trabajo en la fundidora repetitivo y las reuniones de la tarde —políticas o empresariales— igual de aburridas.

Siempre veía las mismas caras forzando las mismas muecas de simpatía a pesar de que tras ellas se escondiera un odio furibundo o una conveniencia extrema. Salvo uno o dos camaradas de Utopía todo era falsedad y su máscara era la mejor de todas cuantas se mostraban día a día.

Seguía interpretando su fingida inseguridad las pocas veces que había vuelto a hablar con Tior o Astrior; su relación si bien nunca había sido excesivamente cercana ahora se había distanciado mucho más. Mantenía firme su postura negando la traición que habían cometido, afirmando que su elección en el último nombramiento había sido para defender los intereses de la ciudad y no los propios de su distrito y de Canto Dorado. Pero como era lógico, nadie le creía.

Así mismo era curioso ver como las sonrisas que procedían de los miembros ajenos a la La Cristalera y Mar Azul se habían acentuado hasta el extremo; al parecer los gestos de satisfacción eran más difíciles de controlar que los de repulsa.

El clima entre los ciento uno era tal que incluso Innan había comenzado a moderar su forma de hablar con él, y en una decena de días que habían pasado solo había dispuesto de un pequeño momento para charlar con su amigo. Todo el mundo se mostraba receloso y esto se acrecentaba con el reconocimiento de que el asesinato de Rhob había sido perpetrado por otro alquimista. Además estaban los siete titulares ajusticiados.

Pero a pesar de esto Kio se sentía tranquilo en medio de esta situación conflictiva. El jugaba con ventaja pues sabía que papel interpretaba cada uno; inclusive el del grupo de locos que había acabado con Rhob.

Les conocía de primera mano ya que era un miembro participe de dicha conspiración; en un primer momento, cuando asistió al primer encuentro con aquellos hombres no los había tomado muy en serio y de hecho, la única razón para acudir a dicha cita se reducía a que había sido Malgrok el que le había invitado a ella.

Las proposiciones que en aquel entonces se hicieron se fundamentaban en mejorar la sociedad elaborando pactos ocultos a nivel político entre los distritos de los propios conspiradores así que pensó que podría aprovecharse de ellos para ganar apoyos en sus proyectos. Sin embargo, poco a poco algunas voces, en especial la de Cronosork, habían ido subiendo el tono hasta acabar contemplando abiertamente eliminar a aquellos hombres más rancios y conservadores de los ciento uno.

En el momento inicial la subida temperamental del grupo le había asustado pero normalmente, en las pocas reuniones que organizaban, todo acababa en nada así que siguió asistiendo y apoyando algunas de sus tesis, solo por curiosidad. Así lo hizo al menos hasta la mañana en la que el cadáver de Rhob anunció que las amenazas habían pasado a hechos.

Ese misma jornada, tras ver con sus propios ojos el escenario del crimen, llegó con facilidad a la conclusión de que era obra del grupo insurrecto, y tras informar a Tior y Astrior —ganando cierto rédito con ellos—, acudió a toda velocidad hacia el piso franco que utilizaban para sus reuniones clandestinas. Quería saber que había ocurrido pues Rhob era un tipo de poco interés natal de un barrio poco problemático. Ellos le explicaron:

Como todo lo que rodeaba a los cinco locos que conformaban el grupo insurrecto todo se reducía a una enorme metedura de pata. Se había tratado de un suceso no planeado tras una decisión tomada en caliente por el propio ejecutor del homicidio.

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