La gran apuesta.

Capítulo final: La gran apuesta.

Light se removió sobre la silla, mirando a su alrededor. La gente que estaba en aquella sala no parecía muy contenta. Aunque, ¿quién lo estaría en un centro psiquiátrico? Entrelazó sus propios dedos, inquieto y preguntándose si todo iría bien ahí dentro.

¿Cuánto había pasado? ¿Diez, quince minutos? Esperaba que Lawliet no acabase demasiado afectado por la visita a su madre. Porque antes de salir de casa, Light ya había visto la angustia en sus ojos y como había tenido que tomarse dos pastillas debido a su enfermedad hereditaria. Jamás lograría ponerse en su piel; saber como se sentía y pensaba cuando lo atacaban esos extraños brotes mentales que más de una vez lo habían tenido encerrado en el dormitorio sin querer salir de la cama, queriendo morir. Aunque sonase horrible. Aquella era una realidad en la que él mismo se preguntaba si encajaría, si conseguiría ser útil para su novio a la hora de cuidar de él en la universidad. Iban a compartir habitación, prácticamente estarían juntos la mayor parte del tiempo aunque estudiasen cosas diferentes. ¿Podría ser un apoyo incondicional para Lawliet? Esperaba que sí.

Cuando extendió los dedos, un cosquilleo se adueñó de su piel al hacer contacto con la de su madre. Elizabeth sonrió, apartándole a su hijo el cabello de la frente y acariciando su mejilla.

―Eres igual que tu padre ―dijo, susurrando con aquella voz dulce que solo salía de ella cuando la medicación había hecho efecto.

Lawliet decidió no contestar a eso. No tenía a su padre en un pedestal, precisamente. Entrelazó su mano con la de la mujer y sonrió como pudo, intentando obviar que el rostro de Elizabeth parecía más cansado que de costumbre y habían vuelto a tener que sedarla a menudo para evitar males mayores.

―Mamá. Mañana voy a graduarme, por fin.

―Oh, eso es fantástico. Sabía que lo conseguirías, bebé ― sonrió, moviendo los dedos sobre la mesa hasta hacer un ruido intermitente con las uñas. Removió los dibujos que había hecho, haciendo que su hijo se percatase de que los había dibujado a ellos.

―Ha sido difícil. El instituto es complicado, ya lo sabes ― dijo, sin dejar de mirar como Elizabeth centraba su atención en garabatear con un lápiz rojo una de las hojas. Con ella tuvo que aprender a tener paciencia, sabiendo que su madre olvidaba incluso que estaba charlando frente a su hijo―. Mamá ― insistió, cogiéndole de nuevo la mano ―. Tengo novio.

Eso la hizo alzar la mirada, mirando curiosa a Lawliet y sonriendo como una niña. Se llevó la mano a la boca, entre risas, como si fuesen dos adolescentes manteniendo una conversación llena de secretos.

―Oh, ¿novio? Te haces mayor, bebé. ¿Cómo es? Seguro que es guapísimo ― sonrió, acariciando el brazo de Lawliet.

Elle asintió, relamiéndose el labio algo nervioso y bajando la mirada. No había ido simplemente para informarla sobre la graduación. También quería preguntarle algo, temeroso por su respuesta.

―Se llama Light. Es... no sé, mamá. Él es perfecto ― susurró, rascándose la ceja un par de segundos ―. No sé que hace conmigo ― su voz triste hizo que su madre lo mirase angustiada.

―Porque es inteligente y ha sabido escoger bien ― respondió despacio, como si pensase palabra por palabra.

―Mamá... ¿Y si Light me deja por estar enfermo? ― preguntó, jadeando sin darse cuenta. Se echó el cabello hacia atrás, respirando alterado por la inquietud que le provocaba aquel pensamiento.

Nadie quería estar con un enfermo mental; que era lo que él se consideraba. Nadie. Light era joven, guapo, perfecto... Lawliet se sentía como un desastre a su lado, sobre todo cuando caminaban de la mano y podía ver el reflejo de ambos en el espejo. Tan diferentes que dolía. Estaba seguro de que Light se cansaría y terminaría tomando otro camino cuando comenzasen una nueva vida en la universidad. Por muy similares que a veces pareciesen; sobre todo en lo de ser unos bastardos. Porque ambos, de alguna manera, se habían comportado como dos idiotas en el instituto.