Capítulo 1 : Estatus social.

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Cuando Light Yagami consiguió despertarse, el sol ya entraba raudo y veloz por la ventana.

Normalmente, los lunes no eran precisamente su día favorito. Mas que nada porque implicaba un nuevo inicio de semana que llevaba consigo dos mortales horas de Matemáticas nada más llegar al instituto. Todo un castigo en su opinión. ¿Quién diablos inventó el horario escolar?.

Tenia por costumbre encender la radio, poner un CD de música o simplemente aprovechar que sus padres trabajaban temprano y su querida – e insoportable – hermanita, dormía en casa de su novio todos los malditos fines de semana. Light aún se preguntaba como era que su padre, dentro de lo estricto que solía ser, la dejaba acampar a sus anchas en casa del pobre muchacho. Seguramente seria porque Sayu aprendió desde pequeñita las artes de una mirada de cachorrito llorón que enternecía hasta la última fibra de piel de aquel hombre serio y testarudo. Eso era algo que a Light también se le daba muy bien.

Se desnudó rápidamente, cantando al ritmo de The Offspring mientras buscaba el uniforme deportivo, una toalla limpia y todo su arsenal de aseo íntimo. Era un chico guapo, que cuidaba hasta el más mínimo detalle de su aspecto, porque al fin y al cabo es lo que se espera del capitán del equipo de rugby del instituto. Porque Light agradecía cada día a sus padres estar estudiando en América, lejos de lo aburrido que Japón siempre le había parecido. Recordaba que de niño, las normas en su colegio eran muy estrictas y sosas, provocándole una angustia infantil que derivó en la suerte del traslado de la empresa de sus padres, que se dedicaban al mundo de las finanzas. Algo súper aburrido pero que gracias a eso podía mantener una vida de "niño bien" basada en caprichos y en tener siempre lo que deseaba.

Vivían en un barrio residencial tranquilo, rodeados de vecinos que les saludaban contentos al pasar y fingían que los adoraban. Porque la familia Yagami sabia que eso estaba bastante alejado de la realidad. Eran envidiados, porque poseían una de las casas mas bonitas, dos coches carísimos – uno de ellos era de Light – y la vida parecía sonreírles a cada minuto. Si, el chico tenia una vida perfectamente cojonuda.

No tardó mucho en ducharse. En realidad siempre tardaba mas cuando tenia que arreglarse y eso era cada mañana. Casi como un ritual que luego le recompensaba con las miradas embelesadas de las chicas guapas del instituto, que babeaban casi literalmente sobre él. Eso le llenaba de orgullo, le hacia sentirse importante y aunque sonase un poquito feo... adoraba ser superior ante los demás.

Mientras se vestía canturreando a pleno pulmón un par de temas de Sum 41, desvió la vista hacia la ventana de su dormitorio. Esta daba a uno de los laterales de la casa, justo enfrente de la del nieto del vecino. Elle Lawliet.

Si a Light le preguntasen quien era la persona mas rara que había visto a lo largo de sus 17 años, indudablemente ese era su vecino.Los Lawliet eran una familia muy peculiar. Si los Yagami eran la envidia del barrio, los otros eran la comidilla del lugar.

Por lo que tenia entendido y había escuchado cuchichear a su madre con otras vecinas, Elizabeth Lawliet era una mujer vividora, artista itinerante y actriz. Se pasaba casi todo el año de país en país, actuando en obras de teatro y sin poner un pie en su casa prácticamente hasta el final de diciembre. Light suponía que era por el periodo navideño, y estaba seguro de que si no existiesen aquellas fechas la mujer ni aparecería. A veces se sorprendía pensando en lo zorra que debía de verse una madre que descuidaba a sus hijos para irse por ahí, a jugar a ser actriz mientras sus hijos eran los bichos raros del instituto. Porque lo eran, vaya que si.

Lawliet y su hermano Beyond compartían la casa con su abuelo, al que parecía no importarle que su propia hija descuidase así la educación de los monstruitos de sus nietos. Ellos eran todo lo que Light desaprobaba y quería lejos de su día a día, a pesar de que intentaron ser sus amigos cuando se mudó a vivir junto a ellos siendo muy pequeño. Pero ni en broma, le daban arcadas solo de pensarlo.

La gran apuesta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora