Capítulo 5.

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Subí a mi habitación sin decir nada más, no dejaba de pensar.. ¿Cómo podía haber tratado a Óscar así? Si no hubiese sido por él que me salvó la vida cuando tenía diez años no estaría aquí. También es verdad que yo no sabía nada de que era él, estaba demasiado cambiado..

[ Flash back]

Era un frío invierno en la ciudad de Sabadell, Barcelona, yo estaba jugando en mi habitación cuando Óscar, el nieto de Antonia, llegó a mi casa para jugar conmigo. Yo tenía diez años y era una niña, una niña bastante atrevida para mi edad. Al contrario que Óscar, para tener un año más que yo, once, era un cagado.

Madre: ¡Sara cariño baja que aquí esta Óscar!

Yo: Voy mami -dejé mis muñecas esparcidas sobrd la alfombra y bajé con rapidez las escaleras. Allí estaba Óscar.

Hola Sara -dijo Óscar y dirigió una mirada hacia mi madre- Señora, ¿podemos ir al parque a jugar? -preguntó en un tono inocente.

Madre: Vale, pero en una hora aquí, ¿vale Sarita?

Yo: ¡Sí mami! -sonreí alegre y recibí una cálido beso procedente de los labios de mi madre.

Salí de casa junto a mi amigo, ibamos hablando sobre alguna que otra serie de dibujos y a que jugaríamos al llegar al parque cuando habían mas niños y posó la mirada sobre mí.

Óscar: ¿Vamos a hacernos sus amigos? Así podremos jugar y no nos aburriremos tanto

Yo: ¡vale! -sonreí encantada por la idea no nos vendría mal hacer amigos esa tarde en el parque, aunque ellos se veían mayores, como dos años más así que debían tener entre once y doce años.

Al vernos acercar los niños sonreiron y nos hicieron un gesto para acercarnos, entonces tomé la iniciativa.

Yo: Queremos ser vuestros amigos y así podemos divertirnos todos juntos -dije con una amplia sonrisa.

En ese momento los chicos hicieron un coro entre ellos y comenzaban a hablar mientras que yo y Óscar nos mirabamos sin entender mucho. Finalmente se giraron y nos miraron.

Chico: De acuerdo, pero para ser nuestros amigos debéis pasar un reto.

Yo que de pequeña era bastante lanzada y no tenía miedo a nada, supongo que cuando eres pequeña no tienes la suficiente conciencia de las cosas y por eso disfrutas más de la vida. Cuando eres pequeño no tienes ningún tipo de preocupación, sólo que aventura te espera hoy, si tu muñeca se ha roto o que comida preparará tu madre para comer. Así que accedí. El grupo de niños nos dijeron que para ser sus amigos y poder jugar con ellos debíamos saltar un pequeño acantilado que tenía algunas que otras rocas afiladas abajo, claramente se podía bajar ahí sin necesidad de saltar ya que por abajo había una entrada, una especie de pasadizo que solo algunos sabían. Yo decidí hacerlo, tenía ganas de jugar con aquellos niños y el reto me parecía divertido pero por el contrario, Óscar, se negó a hacerlo.

¿Casualidad o destino?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora