Me voy, lo he decidido y creo que no hay marcha atrás. No es el mejor momento tal vez, no es la forma de hacerlo, pero me necesitan.
Hace años me enamoré de un chico, aunque difícilmente me atreva a aceptarlo en voz alta, y ahora ese chico está desprotegido y enfrenta una crisis nerviosa que ni yo mismo padecí. Y debo volver, atender el llamado y hacerme cargo, por todas las veces que huí y callé.
La primera vez que dije en voz alta lo que sentía, probablemente la única, fue una noche de noviembre en el internado. Se lo dije a un chico, a un amigo... Al hermano menor de Lucía.
Entonces yo no sabía que sería novio de su hermana y confiaba plenamente en él, tanto como lo hacía en Osmin, pero solo Emiliano entendería.
Recuerdo que lo cité en el segundo piso, en el mismo pasillo en que nos atacarían a Lukas y a mí dos años después, y él llegó casi de inmediato.
Ni Emiliano ni yo recordamos cómo nos conocimos o cómo fue que empezamos a confiar tanto en el otro. En lo único que nuestras posibles realidades coincidían era en Osmin; él fue un intermediario.
Aquella noche de noviembre yo no pensé en si era o no de fiar, en qué quería decir cuando lo llamé o si quizá me entendería, tan solo me dejé llevar por un impulso. Nos sentamos en la alcoba, mientras escuchábamos a varios estudiantes divertirse fuera.
Ni Emiliano apresuró la conversación ni yo quise desahogarme de una vez.
-Te he visto por aquí con un amigo. -Dijo, jugando con el cordón de sus zapatos.
Por mucho tiempo creí que mis emociones y sentimientos podían ser ocultados con éxito, pero en momentos como ése imaginaba que en realidad eran como un libro abierto y escrito con una especie de idioma universal.
O quizá hay verdades que pueden ver tus amigos, verdades de las que no siempre se hablan sino que se aceptan. Sonreí con un deje de tristeza y asentí. Él lo sabía, al menos lo imaginaba.
-Es un amigo muy cercano...
Lukas fue mi amigo, sí, al menos en eso no estaba mintiendo. Fue el mejor de mis amigos, mi soporte y al mismo tiempo mi verdugo. Pero no quería contar aquello, no estaba preparado para hablar de todo a la vez frente a Emiliano.
Solo necesitaba de alguien con quien decir lo que sentía, alguien capaz de escuchar y comprender. Él. No el él que sería mi cuñado incluso cinco años más tarde, uno que evitaba mi compañía y parecía odiarme; no, el él que era mi amigo y mi confesor, mi compañero y apoyo.
-¿De esos amigos con los que te tomas de la mano y si gustan se besan? -Preguntó, sin verme.
-Mas bien de esos que te tocan y es como si te besaran, de esos que no puedes querer frente a los demás, pero que tampoco puedes dejar de querer y necesitar.
No fue tan vergonzoso como creí que sería hablar de eso, aunque se debía quizá a que Emiliano era un amigo cercano. Cierro los ojos un momento y pienso en lo que viene a continuación, en que cuando lo diga no habrá marcha atrás.
Y a pesar de que nadie me entienda, hay cosas que o las dices o te ahogarán en silencio.
-¿Te has enamorado?
-No. -Dice, tan rápido, con tanto enojo en la voz, que sé que está mintiendo- Pero creo que tú sí. Creo que estás enamorado desde que te conozco y no poder aceptarlo es lo que te hace algo infeliz. ¿Quién es?
Silencio.
-Lukas Palacios. -Confieso.
Se sobresaltó un poco al escuchar el nombre, pero después de eso volvió a la normalidad. Cerré los ojos de inmediato, esperando las preguntas, las dudas, sus ganas de saber qué me habían hecho para sentir algo por un chico.
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Los besos que no te di
Non-FictionTenía una vida falsa que vivir, pero el pasado es un enemigo del que no se escapa fácilmente y ahora Kevin tiene que hacerle frente a su más oscuro secreto. Hay un chico, un chico que cambió toda su existencia, y ahora debe dejar a su novia y su fam...