16: Un día sin tanta mierda

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Tras la final de fútbol que el equipo de Lukas ganó, sí me fui con él a su casa un fin de semana.

El papá de Lukas fue el último en llegar a la mesa y cuando ocupó su lugar en la cabecera, su esposa sonrió emocionada y tanto Lukas como yo nos alegramos de que por fin podríamos comer. La noche anterior no cenamos por escapar a un sitio en el que estar a solas y en confianza y regresamos hasta la madrugada, lo que ninguno de los adultos supo, y estábamos tan cansados que nos fuimos a dormir.

Despertamos con hambre, pero hambre de comida. La puerta de la habitación estaba cerrada con llave y por eso no tuvimos reparo en ir al baño y asearnos mutuamente, como lo haría cualquier pareja heterosexual sin miedo a que nadie los juzgara. El saber que sus padres estaban cerca y podían sospechar de nosotros en vez de detenernos fue un incentivo.

-Estar en tu casa parece darte los testículos necesarios para hacer lo que quieres sin miedo. -Digo, mordiendo el lóbulo de su oreja- Habrá que quedarse a vivir.

Lukas se da media vuelta y al quedar frente a mí me quita el jabón que tenía en la mano y lo restriega en mi pecho, pero mientras desciende con una lentitud que se me antoja enloquecedora mi estómago ruge por el hambre y ambos terminamos riéndonos como un par de chicos que han escuchado el mejor chiste de sus vidas.

-Después de lo de anoche no sé cómo puedes tener hambre, Kevin.

-No es de ti.

-No es como que yo te deseara justo ahora en mi cama. -Dice, besando mi mejilla.

-Tampoco es como que yo también quisiera hacerte gritar mi nombre de tres formas...

Golpes en la puerta.

-Genial, tu mamá. -Digo, ahora debajo del chorro de agua.

-¡Ahora vamos! -Gritó Lukas; y luego se acercó a mí- Ten más cuidado que es justamente mi mamá.

Lo acerqué a mí, aunque el agua caía sobre ambos. Se me antojó a sueño, a imposible, a algo que no quería arruinar... pero entonces escuché cómo rugía su estómago y ambos comprendimos que antes de nada teníamos que comer. Y nos vestimos pronto y fuimos hasta el comedor, pero tuvimos que esperar al papá de Lukas.

-Buenos días a todos. -Dijo cuando ocupó su lugar- ¿Pudiste descansar, Kevin?

La mamá de Lukas, Flor, se pone en pie y empieza a servir la comida con una sonrisa en el rostro que me parece irreal. Me muevo de mi sitio y la ayudo con la bandeja mientras le respondo al señor Lawrence que la respuesta a esa pregunta mejor que yo puede dársela el joven Palacios.

Lukas se ruboriza al escuchar mi respuesta mientras, desde detrás suyo, coloco el plato con su comida frente a él y luego voy hasta mi posición en la mesa y me siento. Flor me sirve y luego ella queda frente a su esposo, quien parece divertido.

-¿Qué tontería hiciste, Lukas?

Llevo una cucharada a mi boca.

-Casi ni puedo mantenerme en pie, debo decir. -Respondo, y pateo a Lukas por debajo de la mesa- El señor que nunca acepta un no me llevó a caminar durante toda la noche. ¡Hasta se perdió y no se atrevía a aceptar su error!

Todos nos reímos, nos carcajeamos, incluso Lukas. Y sentí que aquel era mi sitio, que encajaba con ellos y viceversa, que quizá no me odiarían mucho al saber lo que su hijo y yo teníamos en secreto. Y sobretodo lo que habíamos hecho la noche anterior.

-Mi hijo se perdió en sus tierras, la deshonra. Tendré que vender todo y cambiar mi apellido. -Dijo el señor Lawrence- O mejor cambio el de Lukas.

Los besos que no te diDonde viven las historias. Descúbrelo ahora