III

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Érase una noche estrellada
cubierta de hormonas y melancolía,
llevabas tatuada la música en el alma
y en el rostro una sonrisa.
Desde entonces sabía que te quería
y aún te quiero, sí, todavía.

Más quiero decirte que siempre te amaré,
te llevaré allá, al otro lado del sol,
cruzando nubes, atmósferas y galaxias,
te llevaré a donde vaya,
donde tal vez ya no exista nada
salvo yo y el amor que te tengo con cariño eterno.
Y te recordaré,
sé que lo haré
porque una amor como el nuestro
no se apaga,
ni se adormece
por el contrario siempre permanece,
se quedará en mi pecho
hasta el último aliento
y sí, hasta el infinito y mucho,
mucho más allá.
Y aunque el miedo me aceche
tu amor es mi aliciente
me da paz en mis días,
en mis noches,
y en la triste agonía.
Pero tu presencia es mi remedio,
el bien que cura los miedos,
déjame tenerte y verte,
amarte y aún hasta el día de mi muerte.

Cartas al infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora