Capítulo 13

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Pov Adrián.

―¡Jane!

Había intentado comunicarme con ella toda la tarde y por casualidades de la vida la encontraba en el mismo cine al que me había invitado mi mejor amigo para olvidarme de aquel desastre.

Y ahora estaba huyendo de mí.

Por mi culpa.

Aquel día parecía ser perfecto: tenía una casi cita con Jane aquella misma tarde. Pero un conjunto de sucesos hicieron que todo se fuera por el caño. De lo que no estaba seguro era de si toda la culpa era mía, por ser tan tonto, o en realidad no había tenido control sobre la situación.

La llamé de nuevo, pero no respondió. Aceleré el paso y ella corrió, dejando a Amelie a atrás. Amelie me fulminó con la mirada cuando pasé por su lado. Porque sí, todo estaba tan bien planeado que hasta mis dos hermanos menores lo vieron.

No puedo decir que era la decisión más inteligente, pero corrí detrás de ella. Quería el resolver la situación, no era bueno el dejar a Jane enfadada. Varias personas pueden ser testigos de ello, incluyendo a Amelie.

Dando un giro a la derecha y tomando un pasillo que aún no había recorrido durante mi estancia en el cinema, Jane entró en una sala donde ya habían personas en silencio, viendo una película. Siendo lo más rápido que pude, crucé las puertas y escaneé la zona para encontrar cualquier señal de vida de la ávida lectora.

Ah, su gorro de lana.

No tengo idea si ella no se percató de que es visible o no, pero el gorro de lana de Jane se veía por encima de uno de los asientos con los que se estaba escondiendo. Para que no pudiera verme tan fácilmente, tomé una ruta fuera de su campo de visión, parándome justo detrás de ella.

Sonreí antes de tocar su hombro un par de veces, provocando que se sorprendiera y mirara hacia atrás. Sus ojos se agrandaron como platos, seguido de ella agarrando un manojo de palomitas del suelo y lanzándolas a mi cara antes de hacer su escape.

—¡Hey, eso no es justo! —Bufé, una mujer sentada cerca de mí puso su dedo índice cerca de su boca y me miró con enojo.

Salí lo más rápido que pude de la sala, teniendo suerte de que el pasillo fuera lo suficientemente largo como para que Jane no hubiera doblado en alguna esquina. Así que corrí detrás de ella, intentando acelerar lo suficiente para alcanzarla.

Tuve aún más suerte cuando una familia salió de una sala de cine en ese preciso momento, bloqueando a Jane por unos momentos. Eso era suficiente.

Me moví lo más rápido que pude, tanto que me sorprendió el no haberla embestido, pero al menos logré el agarrarle los hombros para que no escapara de nuevo.

―¡Suéltame! ―se movió, intentando safarse de mis manos en sus hombros.

―¡No te soltaré hasta que me escuches! ―grité en un susurro, no quería que otra persona me mandara a callar.

―¡No quiero escucharte! Y si no me sueltas voy a gritar ―me amenazó― muy fuerte.

Alcé una ceja, analizando la situación. Si la soltaba, ella se iría y seguiría pensando que

era un imbécil, pero si seguía sosteniéndola ella gritaría y me metería en un problema, sumándole que tampoco podría explicarle. Así que tuve que recurrir a un antiguo método usado normalmente por mis hermanos.

El chantaje discreto.

―¿En serio no quieres saber qué fue lo que pasó en realidad? ―pregunté, soltando sólo un poco mi agarre.

―¿Hay algo que explicar? Yo lo vi todo muy bien: besabas a Marie en el patio escondido.

―¿En realidad piensas que besaría a Marie? ¿Y sólo porque se me pegó la gana?

―¿Quieres que responda? ―contraatacó ella.

¿Qué tan mala impresión tenía esta chica de mí?

―No lo haría ―respondí con firmeza. Solté sus hombros, ya no la iba a obligar a escucharme. Sin embargo, tomé su mano, ella se resistió un poco. La miré con súplica. ―Sólo déjame explicarte qué pasó en realidad. Si luego decides no creerme, lo entenderé y podrás irte.

Ella bajó los hombros, rendida, y miró hacia otro lado, pensando.

―¡Escúchalo, chica! ―gritó la misma mujer que me había mandado a hacer silencio en la sala. Me reí un poco. Que irónico, ella me había dicho que no grite y justo ahora lo estaba haciendo. Jane suspiró de nuevo y, soltándose de mi mano, se cruzó de brazos, a la defensiva.

―Explícate, tienes poco tiempo.

―Cuando me separé de ti para ir a buscar a Amelie, se me ocurrió que podrían estar en algunos de los pasillos vacíos que hay por la escuela; pero antes de llegar a ellos, una chica que, sinceramente, no recuerdo quién es ni su nombre, me paró y me dijo que estaban en el patio escondido. Y sí, fui un tonto, porque ¿por qué una chica va a saber que los busco a ellos y me va a parar a decírmelo? pero no lo pensé en ese instante. Así que fui, porque me pareció lógico y nada sospechoso. Pero cuando llegué, no sé cómo pasó, fue muy rápido. Para cuando me dí cuenta de lo que ocurría, alguien ya me estaba besando sin haber dicho una palabra.

Jane se quedó en silencio, pero al menos no se veía tan molesta como antes.

—¿Y por qué no hiciste nada para detenerlo? —Inquirió, alzando una ceja.

—¡Fue muy rápido! En un momento estaba yendo a buscar a mi hermana, en otro estaba siendo besado y luego mi hermana me estaba halando la oreja ―empecé a hablar, dejándome llevar por la impotencia que sentí en ese momento―. ¡No sabes lo mal que me sentí cuando vi que mis hermanos y la chica que me gusta vieron aquello!

Silencio.

Bueno, ya lo había dicho. No podía negarlo ni echarme para atrás.

Jane dejó caer sus brazos a los costados de su cuerpo, aturdida.

―¡Sí, me gustas! Y si sabiendo eso me crees y me perdonas, pues ya lo sabes ―solté todo el aire que me quedaba y me relajé. Me sentía... libre.

Libre y nervioso.

El silencio de Jane me ponía nervioso.

Yo nunca me ponía nervioso.

No me puse nervioso al decirle sin tapujos que me gustaba, comenzaba a temer que hubiera sido un error.

―¿Jane? ―le pregunté.

―Yo... ―tartamudeó.

―¿Ya me crees? ―presioné. Sabía que lo peor que podía hacer ahora era presionarla, pero debía saberlo.

―Seré sincera, Adrián. Me dolió mucho lo que hiciste... o te hicieron hacer o... ¡lo que sea! ¡Me dolió! ¡Unos minutos antes estabas invitándome a un helado y un momento después estabas besando a una chica! Sentí que estabas jugando conmigo. Ahora me dices esto y... no lo sé. Ya veremos ¿si? ―se sacó el gorro de lana y se pasó una mano por el pelo.

Sólo pude pensar en lo linda que se veía y...

¡Concéntrate, Adrián!

―Lo entiendo ―me limité a decir, dándole una media sonrisa―. Creo que debemos ir con los chicos, los hemos dejado solos ―sugerí, intentando volver a la normalidad.

Sólo que yo no quería volver a la normalidad.

A la normalidad, donde tendría que fingir que no sentía nada, cuando era totalmente falso.

Problemas En La Secundaria BravoureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora