Capítulo 14

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Pov Elizabeth

Tenía hambre. Mucha hambre. Una cantidad descomunal de hambre, si es que se mide así.

Y eso que acababa de levantarme.

Decidí salir de mi habitación y dirigirme a la cocina para intentar sacar mis habilidades ocultas de chef, algunos decían que era una mala cocinera, pero no, es que mis habilidades eran tímidas. Cuando bajé las escaleras y pasé por la sala, me encontré con una situación deprimente.

Adrián estaba acostado boca abajo en el sofá, con un brazo colgando fuera de él y sin dar señales de vida. Amelie se encontraba mirando por la ventana, aunque fuera de ella lo único que podías apreciar era un muro. Y Alex... Alex estaba en una silla en una posición extraña: tenía las piernas en el espaldar de la silla y la cabeza colgando de ella mientras usaba su celular.

Debía admitir que era un poco gracioso de ver.

Pero, aunque fuera gracioso, no le quitaba lo deprimente. ¿Desde cuándo mis hijos eran el trío triste? Usualmente eran el trío bromista, o el trío vago. Pero ese no era el punto.

Ninguno de los tres pareció percatarse de mi presencia, por lo que no dijeron nada en absoluto. Sin embargo, esto no era un problema. En cambio, hacía todo más fácil.

Seguí mi ruta original hacia la cocina, tratando de ver si el sonido del microondas prendiendo hacía que alguno se animara, o al menos levantara la cabeza.

Nada.

Esto iba a ser más difícil de lo que esperaba.

―Chicos, ¿qué tipo de pizza debería ordenar? ―Cuestioné en voz alta, tratando de que reaccionaran.

Pero aún, nada. Nunca había llegado a este nivel. Era hora de las armas pesadas... ¿cuáles eran las armas pesadas? Nunca había tenido que pensar más allá de pizza para animarlos. ¿Qué sería mejor que la pizza para animar a tres adolescentes amantes de las bromas y la comida?

Bromas y comida, bromas y comida...

―Hey, ¿que tal si hacemos una fiesta esta noche? ―inquirí lo suficientemente alto como para que me escucharan desde la cocina.

Escuché un estrépito, seguido de risas y otro estrépito junto a un grito de dolor.

Salí a ver, porque mi propósito tampoco era quedarme sin hijos.

―¿Qué pasó? ―pregunté.

―Adrián rodó del sofá, se cayó y cuando se levantó su pie chocó contra la mesa ―explicó Alex, riendo.

―¿Puede venir Jane? ―preguntó Ame.

―No sé para qué siquiera me lo preguntas, si igual la invitarás ―le contesté, sarcástica.

―Touché.

―Inviten a quienes quieran, sólo les advierto que ustedes limpiarán al final.

―Y mamá, no invites a tu grupo de adultos con alma de adolescentes, por favor ―dijo Adrián.

―¿Por qué? ¿Y cómo se supone que me divierta, si no lo hago?

―Ellos son raros.

―Yo no digo nada de tus amigos que fingen ser adultos ―mencioné, y luego susurré―, y que no conocen el desodorante...

―¡Mamá!

―Bien bien, no los invitaré... a todos. ―Respondí, murmurando la última parte para mis adentros. Si esperaba que aceptara su petición tan fácil, no había aprendido quién era en realidad la mejor Williams.

Problemas En La Secundaria BravoureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora