Capítulo 2

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—¿Cuánto tiempo? — cuestionó, notando su actitud esquiva, lo que le provocaba que los nervios se le alteren más — necesito saber.

—Un mes Srta. Drummond —. Conmocionada, no pudo evitar que las lágrimas saliesen como un río. No tenía a nadie, ni un perro que le ladre, ¿Dónde iba a encontrar a alguien que la ame? Según lo que el Sr. Schvelzem le dijo tenia que ser un amor puro y sincero.

El se levantó y se acercó al mueble de las bebidas, con rigidez sirvió un poco de Wiskhy, y le entregó el vaso, las manos de ellas temblaron al recibirlo.

—Beba un poco —Ishbel obedeció. En el fondo de su corazón esperaba que todo fuese una pesadilla. Ella habia llegado a la mansión Schvelzem a pintar a Evander, no ha recibir una maldición.

—Por favor dígame que esto es una broma — él suspiró y caminó hacia el gran ventanal.

—Quisiera decirle que todo es una broma pero lamentablemente no lo es.

—Bien —Ishbel tragó saliva— deseo irme, se que vine a pintarlo pero también me di cuenta que usted no iba a permitirlo. Necesito ir a casa, no me siento bien.

—No puede marcharse Srta. Drummond — Ishbel lo miró con sus ojos grandes enrojecidos. Definitivamente tenía que ser una pesadilla.

—No entiendo —Evander giró, decidido a que no exista la mínima duda de lo que le diría.

—Es simple, no puede marcharse mientras porte el brazalete Schvelzem. Esa joya a pertenecido a la familia por generaciones, muchos coleccionistas han deseado verlo y adquirirlo pero como se ha dado cuenta es algo imposible.

—Moriré y deseo hacerlo en mi casa — Evander se acercó a ella.

—Lo lamentó pero no puede marcharse, mi deber como jefe del clan Schvelzem es protegerlos y no puedo permitir que la maldición se sepa.

—A nadie le diré — Evander negó.

—El sólo hecho de que alguien la vea portar el brazalete llamará la atención y de una u otra manera se puede develar el secreto de mi familia.

Ishbel se dejó caer en un sillón que estaba cerca. ¿En qué rayos se había metido? Iba a morir en un mes por culpa de un maldito brazalete.

—Sr. Schvelzem, debe haber una manera que se rompa está maldición.

—Ya le dije cuál es.

—Y yo ya le dije que no es posible que alguien me ame en un mes, no tengo vida social. Mi única compañía por las noches son los grillos — él la miró y pensó que estaba bromeando era una mujer sumamente atractiva.

—Algún enamorado debe de tener —Ishbel sonrió con ironía.

—Pues si lo hay debe estar bien escondido por que ni yo lo he encontrado.

La puerta se abrió y entró Akir quién habia buscado a Ishbel por toda la casa, y soltó el aire retenido al verla allí sentada.

—Srta. Drummond la he buscado por toda la casa — dijo frunciendo el ceño al notar sus grandes ojos que estaban rojos, desviando la mirada  para ver molestó a Evander.

—¿Qué ha pasado? — Ishbel bajó la vista y la clavó en el brazalete que la habia condenado a la muerte.

—Porta el brazalete —Akir se sorprendió, ante las palabras de Evander, y dirigió rápidamente la mirada hacia las muñecas de la Srta. Drummond. Negó con la cabeza, Evander no podía haberle dado el brazalete, no creía que fuera tan despiadado pero necesita saber.

—¿Cuánto tiempo? — cuestionó, notando su actitud esquiva, lo que le provocaba que los nervios se le alteren más — necesito saber.

—Un mes Srta. Drummond —. Conmocionada, no pudo evitar que las lágrimas saliesen como un río. No tenía a nadie, ni un perro que le ladre, ¿Dónde iba a encontrar a alguien que la ame? Según lo que el Sr. Schvelzem le dijo tenia que ser un amor puro y sincero.

El se levantó y se acercó al mueble de las bebidas, con rigidez sirvió un poco de Wiskhy, y le entregó el vaso, las manos de ellas temblaron al recibirlo.

—Beba un poco —Ishbel obedeció. En el fondo de su corazón esperaba que todo fuese una pesadilla. Ella habia llegado a la mansión Schvelzem a pintar a Evander, no ha recibir una maldición.

—Por favor dígame que esto es una broma — él suspiró y caminó hacia el gran ventanal.

—Quisiera decirle que todo es una broma pero lamentablemente no lo es.

—Bien —Ishbel tragó saliva— deseo irme, se que vine a pintarlo pero también me di cuenta que usted no iba a permitirlo. Necesito ir a casa, no me siento bien.

—No puede marcharse Srta. Drummond — Ishbel lo miró con sus ojos grandes enrojecidos. Definitivamente tenía que ser una pesadilla.

—No entiendo —Evander giró, decidido a que no exista la mínima duda de lo que le diría.

—Es simple, no puede marcharse mientras porte el brazalete Schvelzem. Esa joya a pertenecido a la familia por generaciones, muchos coleccionistas han deseado verlo y adquirirlo pero como se ha dado cuenta es algo imposible.

—Moriré y deseo hacerlo en mi casa — Evander se acercó a ella.

—Lo lamentó pero no puede marcharse, mi deber como jefe del clan Schvelzem es protegerlos y no puedo permitir que la maldición se sepa.

—A nadie le diré — Evander negó.

—El sólo hecho de que alguien la vea portar el brazalete llamará la atención y de una u otra manera se puede develar el secreto de mi familia.

Ishbel se dejó caer en un sillón que estaba cerca. ¿En qué rayos se había metido? Iba a morir en un mes por culpa de un maldito brazalete.

—Sr. Schvelzem, debe haber una manera que se rompa está maldición.

—Ya le dije cuál es.

—Y yo ya le dije que no es posible que alguien me ame en un mes, no tengo vida social. Mi única compañía por las noches son los grillos — él la miró y pensó que estaba bromeando era una mujer sumamente atractiva.

—Algún enamorado debe de tener —Ishbel sonrió con ironía.

—Pues si lo hay debe estar bien escondido por que ni yo lo he encontrado.

La puerta se abrió y entró Akir quién habia buscado a Ishbel por toda la casa, y soltó el aire retenido al verla allí sentada.

—Srta. Drummond la he buscado por toda la casa — dijo frunciendo el ceño al notar sus grandes ojos que estaban rojos, desviando la mirada  para ver molestó a Evander.

—¿Qué ha pasado? — Ishbel bajó la vista y la clavó en el brazalete que la habia condenado a la muerte.

—Porta el brazalete —Akir se sorprendió, ante las palabras de Evander, y dirigió rápidamente la mirada hacia las muñecas de la Srta. Drummond. Negó con la cabeza, Evander no podía haberle dado el brazalete, no creía que fuera tan despiadado pero necesita saber.  

¡Maldito amor! Historias de amor y maldicion GDonde viven las historias. Descúbrelo ahora