—Aún no puedo creer que tengas más de quinientos años—le comentó ella mientras observaban como el agua bajaba por la cascada.
Él se había ofrecido a darle un recorrido por el lugar y le presentó a los demás. Aranza descubrió que las personas que vio en fila, no eran todos los habitantes, habían cinco más, pero estos ya había conocido al amor de su vida y lo habían visto marchar, por lo que no tenía lógica recibir a otro humano.
El lugar era pequeño, y daba la impresión de una aldea antigua. Ella no le había dicho aún si se casaría o no con él, pero Henry, como posteriormente le informó que se llamaba, parecía estar seguro de que sí, y si no, se comportaba de forma muy amable y agradable. Era una persona muy simpática, y Aranza recordó esos otros rumores que decían que las criaturas que habitaban esa cueva, además de ser los adonis y venus personificados, eran muy afables y de buen trato, aunque él le explico que en realidad no era del todo cierto, sino que una persona cuando queda enamorada, o impresionada por otra, suele ver en ella más virtudes que defectos.
—Quinientos ocho, para ser exactos, pero sí, los tengo.
—Dios...En caso de que sean liberados...¿Creen poder adaptarse a la sociedad actual? Les aseguro que las cosas han cambiado muchooooooooo.
Henry rio.
—Lo haremos. Dalo por hecho. Aprendemos rápido.
Aranza tomó una pequeña piedra y la lanzó al río haciéndola rebotar. No lo miraba a la cara porque el efecto que le causaba hacerlo era demoledor. Aún no creía que hubiera criaturas tan perfectas, y el beso solo había conseguido aumentar su incredulidad.
—Yo creí que hace quinientos años las brujas eran quemadas—dijo observado como otra piedra se hundía en el lugar.
—Lo eran, por eso Priscila se ocultaba en esta cueva, para evitar ser cazada. Sin embargo, después de maldecirnos desapareció. Creo que no le importó morir si ya había cumplido su venganza, o se fue a otro lugar. No lo sé.
Aranza lo miró y se alegró al comprobar que ya debía comenzar a acostumbrarse a su aspecto, pues ahora podía hablar sin perderse en sus bellas facciones.
—Me pregunto si cuando salgan de aquí seguirán siendo tan perfectos.
Él se encogió de hombros.
—Supongo que seremos humanos normales. Tendremos la apariencia que tendríamos a los veinticinco, es decir, esta misma, pero sin todo los que nos hace perfectos. Seremos simples mortales. Espero no te asustes.
Ella rio.
—No si tu no te asustaste al verme después de estar rodeado de gente perfecta.
Él le acarició la mejilla y ella se encontró nuevamente siendo dependiente de su contacto ¿Por qué? ¿Por qué parecía vivir de sus caricias? ¿De su voz? ¿Por qué imaginarse sin él ahora le parecía algo desgarrador? Estaba perdiendo la cordura, debía ser eso, o quizás, solo en verdad estaba destinada a él.
—Para mi eres perfecta. Eres mi complemento. No solo aquella que nos liberará, sino la que me acompañará el resto de mi vida y hará mis días felices. Harás desaparecer la soledad a la que estoy acostumbrados e iluminarás mis días con tu presencia. Solo por eso, eres perfecta.
Se acercó para volver a besarla y Aranza se dejó. Nunca le había dicho palabras tan bonitas. El hombre en verdad debía de venir de otra época si era capaz de expresarse de esa forma, porque nadie en esta época era capaz de siquiera decir te amo sin acompañarlo de algún cumplido vulgar.
Tres días pasaron y Aranza se empezó a preocupar. No iba a salir de ahí, eso estaba claro. Lo había intentado varias veces más pero fue inútil. Se sentía mal porque sus amigos se preocuparían y su familia posiblemente también. No obstante, aparte de ese pequeño inconveniente de no poderse comunicar para informar que se encontraba bien, Aranza no se sintió tan mal como uno debería sentirse cuando estaba casi secuestraba dentro de un lugar que debería ser inexistente con personas de medio milenio de edad. El internet y todo lo demás no fue necesario cuando la gente era tan agradable y pasarse horas conversando no fue ninguna tortura, algo extraño, porque sus temas de conversación eran más parecidos a una clase de historia que otra cosa. Pero Aranza también le contó cosas del mundo actual y todos se complementaron.
Henry le demostró ser más que agradable. De hecho, Aranza se llevaba muy bien con él, con todos, pero más con él. Ya casi no tenía duda de que habían sido hechos el uno para el otro; no por que tuvieran cosas en común, que no la tenían ya que venían de siglos distintos; más bien porque cada vez que lo tenía cerca, algo dentro de sí reaccionaba en reconocimiento y se sentía a gusto a su lado. Le gustaba su compañía, le gustaba sus besos, le gustaba todo de él y ya no precisamente porque fuera perfecto ¿Era eso normal? ¿Enamorarse en tres días de una persona de otro siglo? La única forma de que fuera normal es que hubiera perdido el juicio, y tal vez lo hubiera perdido, pero ya no le importaba. Había tomado una decisión. Se casaría con él, al fin y al cabo, no es como que tuviera otras opciones.
—Te prometo que serás la mujer más feliz de este mundo—le juró él cuando ella le notificó su decisión, y ella solo atinó a asentir.
La boda se programo para ese mismo día, y Anastasia consiguió para ella un hermoso vestido blanco que no supo de donde sacó. En realidad, no tenía la menor idea de donde sacaban los vestidos y la ropa que usaban diariamente, pero como nada ahí era normal, tampoco puso mucho empeño en averiguarlo.
—No puedo creer que vaya a hacer esto—le comentó a Anastasia mientras se ajustaba el extraño vestido—es una locura. Ni siquiera estoy muy segura de no haber perdido el juicio.
Anastasia rio.
—Te aseguro que estas perfectamente cuerda. Sé que esto es un poco complejo de entender, pero es tu destino, Aranza, estaba escrito antes de que nacieras ¿Miénteme y dime que cada vez que lo ves no sientes algo especial? ¿Puedes afirmar que cuando están juntos no percibes una conexión especial? A veces, no es necesario conocer por años a una persona, a veces una sola mirada te indica que has encontrado al indicado.
Aranza recordó todo lo que había sentido cuando lo vio, y asintió, todavía no muy segura de encontrarse en sus cinco sentidos.
Al contrario de lo que imaginó el que sucedería el día de su boda, la ceremonia se realizó afuera, cerca de la cascada, y con solo unas palabras en latín, el padre los declaró marido y mujer.
Los novios se miraron y Aranza sintió algo parecido al la primera vez que lo vio. El corazón empezó a bombardear la sangre con fuerza y en su estómago revoletearon miles de mariposas. Cuando lo miró a los ojos, confirmó la veracidad de las palabras de Anastasia, cuando dijo que no era necesario más que una mirada para reconocer al amor de tu vida. Puede que sonara absurdo, incluso loco, pero nunca había tenido tanta certeza de algo como la tenía en ese momento.
Su labios se acercaron con lentitud, como si quisieran hacer esperar al otro lo más posible. Cuando se tocaron, rozándose con suavidad, algo pareció estallar en el cuerpo de ambos, algo extraño que no se podía explicar con palabras. Se escucharon vítores afuera y Aranza no se percató de las gotas de lluvias que caían sobre sí hasta que esta se convirtió en una lluvia torrencial. Aún así no fueron a refugiarse de inmediato, se siguieron besando, sin importarle nada más. Parecían ser inmunes a que, al menos ella, podía contraer pulmonía. Puede que no les importara, porque la lluvia en ese caso no era mal presagio, al contrario, era la manifestación de un ciclo que se cierra y otro que se abre.
Mas tarde, mientras todos cenaban en el castillo una cena preparada con frutas y vegetales, que era lo único que se encontraba en ese lugar, se oyó que tocaban la puerta. Los presente se miraron extrañados, ya que no era común que recibiesen visitas, pero afuera siguieron insistiendo.
—¡Aranza! ¿Estás ahí? Dime que estás ahí, por favor.
—James—susurró Aranza al reconocer la voz de su amigo—¡James! —gritó y corrió a abrir la puerta.
La lluvia había terminado hace rato, casi inmediatamente después de que el beso concluyó, por lo que el pobre no había tenido que sufrir las inclemencias de tiempo. Observó a su castaño amigo y cuando este confirmó que estaba bien, la abrazó.
—Oh, Aranza, hemos estado tan preocupados. No debimos inducirte a esa apuesta. Te hemos buscado por todo el bosque, incluso varios afirmaron haber venido a esta cueva, no entiendo como no dieron con este lugar. Por cierto ¿Qué es este lugar? Parece sacado de película de Disney y...—calló cuando observó que todas las personas se habían aglomerado para darle la bienvenida.
James se separó de ella lentamente y observó a todos patidifusos, con la misma cara de incredulidad que supuso debió de haber tenido ella en el momento en que los vio por primera vez. Recorrió a cada uno con la vista, pero no fue hasta que sus ojos se detuvieron en Anastasia que estos se abrieron desmesuradamente antes de que se cerraran y el cuerpo del hombre cayera desmayado al piso.
Conscientes de lo que significaban, todos ellos se quedaron en silencio, casi sin poder creer que después de tantos siglos, serían libres. Anastasia se acercó al cuerpo del hombre y tocó su mejilla con una lágrima en su rostro. Una vez pasada la confusión, las exclamaciones de alegría no se hicieron esperar.
—¡Seremos libres!
—Al fin.
—¡La maldición se romperá!
—¡Alabado sea el señor por apiadarse de nuestro calvario!
No obstante, tardaron al menos otros tres días en convencer a James de que se casara y de que no se había vuelto loco; al menos no en su totalidad. Pero al final lo lograron, se casaron, y cuando llegó la hora del beso, otra lluvia los arrasó hasta que este culminó.
Cuando toco el turno de intentar salir, uno por uno de los habitantes de ese maravilloso lugar fueron saliendo al mundo exterior, deleitándose con lo diferente y maravillándose con la nueva sensación de libertad. Una vez todos estuvieron fuera, la cueva desapareció por arte de magia y no les quedó de otra más que seguir adelante.
No fue necesario pensar en que explicación dar por su desaparición, tal parecía que la bruja había previsto todo, y cuando entraron en el encantado pueblo, nadie se extraño de la personas vestidas con trajes antiguos y de los desaparecidos hace ya casi una semana. Era como si los esperasen y su llegada en esa fecha fuera lo más normal de mundo. Aranza no podía entender como todo eso era posible, pero Henry, a su lado, le respondió con una sola palabra.
—Magia.
Y si debía ser verdad, porque tampoco supuso ningún problema ni causó murmuración que el hombre se quedara en la pequeña caballa que habían alquilado sus padres para ella. Como se los diría a ellos, era algo que pensaría después, por ahora, se encargaría de la adaptación de las personas al mundo actual.
—Esto es delicioso—comentó Henry tomando otro sorbo de chocolate—muy, muy delicioso.
Y eso que no le había dado a probar las tortas que hacía la Señora Harriet, su vecina.
—Es algo sin lo que no podría vivir—admitió—y tú tampoco podrás.
Observó al hombre con el que se había casado de una forma muy extraña. No había cambiado mucho al salir. Al igual que todos, habían perdido ese brillo especial que los hacían perfectos, pero no dejaba de ser apuesto para el ojo humano, solo lo era de una forma tolerable.
—No puedo creer que en verdad hayas sido la persona que tanto esperé—musitó tomando un sorbo de su propio chocolate. Aún me parece inverosímil.
—¿Te arrepientes? —le preguntó él dejando su taza y rodando su silla hasta quedar a su lado.
—No. Por extraño que parezca, no me arrepiento. Creo que mi corazón te reconoció en el prime instante y imaginar una vida si ti es imposible. Solo me alegro que sea aquí y no allá en la cueva con una dieta de frutas y vegetales.
El rió y acercó sus labios a los suyos.
—Yo también. Estoy muy contento de que todo terminara. Han sido muchos años encerrado...la inmortalidad a veces no es tan buena como muchos pueden creer.
—Yo no me imagino estar quinientos años sin hacer nada más que ver a las mismas personas y pasear por el lugar. Hubiera enloquecido.
—La esperanza nos mantenía cuerdos. La esperanza de ustedes aparecieran, de que acabaran con nuestro tormento y nos abrieran la puerta a la felicidad—susurró muy cerca de su boca.
Sus labios se encontraron sellando promesas silenciosas, y de una forma muy extraña se demostró que el amor, una vez más, era capaz de romper incluso los maleficios más poderosos, porque no había nada que pudiera contra esa fuerza maravillosa que significaba querer a alguien como a ti mismo. No había nada que se le comparase, y por eso, no había nada que pudiera romperlo si este era verdadero. Porque el amor verdadero, sobrevivía a cualquier cosa y perduraba por toda la eternidad, incluso, valía la pena esperar toda una eternidad por el.FIN.
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¡Maldito amor! Historias de amor y maldicion G
Storie breviUn amor inadecuado. Un amor intrépido. Un amor encantado. Un amor trágico. Un amor mágico. Un amor épico. Si la vida te parece difícil, espera a conocer un maldito amor. Qué es el amor, sino la incondicional pasión de dos seres, la inmortalidad de d...