Capítulo 2

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Cuando Aranza despertó, estaba jurándose a si misma que todo lo visto y vivido no había sido más que un sueño producto de una alocada imaginación, y casi llega a convencerse a si misma si no fuera porque al abrir los ojos, se descubrió en una habitación que no era la suya y que además, parecía sacada de otro siglo, como todo en ese lugar, pesó irónicamente incorporándose.
Observó  con curiosidad la gran habitación decorada en tonos oscuros, azul rey y dorado. Ella estaba acostada en una gran cama con dosel y frente a si se extendía un gran ventanal cubierto por cortinas de terciopelo dorado. Jamás había visto algo semejante, ni siquiera en las películas, y se hubiera quedado observando a detalle todo si en ese momento no se hubiera abierto la pesada puerta de madera.
El mismo hombre frente al cual se desmayó entró en la estancia con paso tranquilo y se acercó hacia donde ella estaba. Aranza lo miró y seguía sin poder creerse que semejante belleza fuera real. Su corazón dio un vuelco como si lo reconociera y quiso tocarlo para comprobar que no era una ilusión, pero obligó a su mano a no avanzar. Eso no era normal, claro que no lo era y ella no podía seguir ahí.
—Hola—saludó el hombre al ver que ella no podía hacer otra cosa que observarlo. Aranza se reprendió por su obviedad.
—Hola. Yo...lamente haberme desmayado, no sé que paso y...—él hizo un gesto de manos para que se callara y ella obedeció, parecía 9imposible no hacerlo. Parecía imposible no quedarse embelesada por cada acto o gesto de él ¿Era eso normal?
—No te preocupes, es perfectamente normal.
Ella hubiera querido preguntar porque, pero decidió que era hora de regresar. No sabía cuando había estado inconsciente y sus amigos se preocuparían. No quería irse, por algún motivo deseaba quedarse ahí, junto a él, pero debía hacerlo. Se incorporó por completo e intentó bajar de la cama, pero el hombre la bloqueó.
—Debo ir a casa—explicó ella como si él no comprendiese—se preocuparan si no aparezco pronto.
El perfecto rostro se contrajo en una pequeña mueca de preocupación, pero ella suponía que ni sacando la lengua y componiendo su peor mueca podía verse mal. Sin poder evitarlo, se quedó observando embobada el rostro de aquél ángel de cabellera marrón, de nuevo.
—¿Cómo te lo explico...? No te puedes ir—al ver que ella arqueaba una ceja, se explicó—no aún.
—No entiendo.
Él sonrió ante su gesto de confusión y extendió la mano para acariciarle la mejilla. En otra ocasión, Aranza jamás lo hubiera dejado tomarse esas libertades, pero el hechizo que emanaba era tal que no pudo menos que aceptar gustosa el calor desprendido de esa palma. Su piel reaccionó dispensando calor como si hubiera esperado ese tacto por siglos, por si hubiera nacido para él.
—Eres mía, no puedes irte.
Los ojos de Aranza se abrieron desmesuradamente ante la afirmación y se forzó a dejar un momento de lado las agradables sensaciones que le producía su mano en su mejilla ¿Suya? ¿Qué quería decir con suya? Ni que fuera algo que pudiera comprarse.
—Estás destinada para mí, naciste para mí y no puedes abandonar este lugar a menos que...
—¿Qué? —apuró ella al ver que guardaba silencio.
—Que te cases conmigo y sellemos el matrimonio con un beso. Esa es la única forma, pero entonces para ser verdaderamente libre Anastasia también debería...
Aranza dejó de escuchar en el momento en que él mencionó boda y beso. Lo que le faltaba, había ido a parar con un par de locos, pero ¿Qué debió esperar si vivían dentro de una cueva? Se pellizcó solo para comprobar que no era ella la que soñaba o se estaba volviendo loca, y una vez comprobó su la salud de su estado mental, decidió que debía tratar el tema con cuidado y salir de ahí rápidamente.
—Mira, amigo—habló con voz lenta y calmada—estás cometiendo un error, yo debo irme—las últimas palabras las dijo en tono lento, como si él fuera un niño al que debían explicarle con calma las cosas.
Henry por su lado, entendía el desconcierto de ella, pero no tenía idea de como explicarle de que iba todo, ni ganas de hacerlo. Llevaba años esperándola. La mujer que nació para él y una de las  piezas importantes para romper esa maldición que los tenía ahí retenidos. Con él casado, solo faltaría la pareja de Anastasia para poder ser por fin libres. Pensó en la mejor manera de hacerle entender que de todas formas no podía salir de ahí, cuando la puerta se abrió y Anastasia entró como su salvadora. Su hermana llevaba esta vez un vestido de color vino y se dirigió hacia ellos con paso resuelto.
—Henry, creo que la estás asustando. Explícale del principio o no entenderá.
Henry se giró hacia la mujer cuyo nombre aún desconocía y habló.
—Supongo que te preguntarás que es todo esto—al ver que ella asentía, prosiguió—bien, nosotros...nosotros somos víctimas de un hechizo, de una maldición.
Aranza frunció el ceño. Jamás había creído en esas tonterías, pero era consciente de que si todo lo que había visto era real, no debía tener explicación lógica.
—Todo comenzó hace quinientos años—dijo Anastasia considerando a su hermano incapaz de decir bien la historia—es algo largo de explicar, pero digamos que después de ciertos acontecimientos, todos los que estamos aquí fuimos malditos por un bruja que vivía en esta misma cueva.
—¿Un-una bruja? —repitió atónita. Eso cada vez estaba más raro, y cada segundo se convencía de que estaba tratando con gente loca.
—Sí—afirmó el hombre que se llamaba Henry—una bruja que tenía una cuenta con nuestra familia. Al vernos llegar lo tomó como una oportunidad y nos lanzó un embrujo.
"En castigo a pecados propios y ajenos
Yo, la bruja Priscila, los condeno.
Quedaran de por vida en este lugar encerrados.
Y después de los veinticinco años la inmortalidad será su regalo.
En distintas épocas sus amores nacerán
Y el destino de mi parte hacia acá los traerá
Se desmayaran ante ustedes y los verán tan perfectos
Que ninguna otra persona podrá causarles el mismo efecto
Aquellos humanos sin felicidad alguna morirán
Y ustedes inmortales por haberlos perdido, eternamente se lamentarán.
En nombre de la amistad que una vez nos unió
Pondré a los hijos de Geraldine como su única salvación.
Sus verdaderos amores llegarán acá en una fecha desconocida
Y solo el beso, después de la boda, les abrirá a todos la salida.

¡Maldito amor! Historias de amor y maldicion GDonde viven las historias. Descúbrelo ahora