Hidan 1ª Parte

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En uno de los frondoso bosques verdes que se situaba al norte de Yugakure, la lluvia caía sin cesar, la oscuridad de la noche inundaba todo aquel hermoso lugar y los grillos silenciosos se refugiaban del agua, dejando que una fuerte voz femenina gritara el nombre de la persona que había decidido dejarla sola, estaba preocupada y su voz entrecortada impedía que gritara más.

— ¡No te vayas Sankaku!

La mujer que estaba embarazada, por mucho que gritaba no podía hacer nada para detener a aquel hombre, tiraba de su brazo para intentar detenerlo y por culpa de su débil cuerpo se derrumbaba al suelo entre llantos. El hombre giró su cabeza y miró a la mujer, él sentía tristeza y la ayudó a levantarse.

— Ionna, cuida de nuestro hijo. —acariciaba aquel hombre el cabello de la mujer.

— No nos dejes Sankaku. —lloraba la mujer.

El hombre se quitó su misterioso colgante y se lo puso en el cuello de la joven, aquel colgante era un triángulo invertido dentro de un círculo plateado que para él aquel objeto era lo más valioso que su vida, pero su deber en esos momentos era proteger a la mujer que tenía ante sus ojos morados. El hombre se acercó a la mujer y la besó en los labios como despedida.

—Cuidarás a nuestro hijo a costa de tu vida. — Sonreía el hombre mientras acariciaba el mentón de la joven —Cariño mío, te estaré siempre observando.

Se alejó de la mujer y entre los espesos árboles desapareció. Ella se derrumbó llorando, no sabía cómo iba a conseguir criar a su hijo sola.

Dos días después, Ionna con la ayuda de una anciana obtuvo a su hijo, la mujer de mayor edad le felicitó y le entregó al pequeño a su madre, observó que tenía los ojos de su padre y se puso contenta después de verle

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Dos días después, Ionna con la ayuda de una anciana obtuvo a su hijo, la mujer de mayor edad le felicitó y le entregó al pequeño a su madre, observó que tenía los ojos de su padre y se puso contenta después de verle.

—Lo llamaré Hidan, como mi abuelo. —se ilusionó Ionna al ver por primera vez a su hijo en sus brazos.

La anciana se retiró y dejó a los dos solos, Ionna estaba feliz, lo demostraba con sus gestos y sus risas, la anciana veía en aquel bebé algo que no le gustaba y con ese pensamiento salió de la casa.

Semanas después, Ionna amamantaba a su pequeño con una amplia sonrisa, de pronto, picaron a la puerta alarmando a la mujer, que deseosa de que fuera el padre de la criatura no dudó en averiguar de quien se trataba. Al otro lado de aquella puerta se encontraba la anciana que la había ayudado con otro bebé en brazos.

— No me digas que vuestra hija ha sido...

— Pues si Ionna, creo que Hidan tendrá una amiga con quien jugar. — sonreía la anciana mientras miraba la carita del pequeño que no le quitaba el ojo a la recién nacida.

— Me alegra mucho saber que mi hijo va a tener una amiga con quien jugar, quiero que sepas abuela Seirusha, que estoy feliz de ser madre... — Ionna empezó a llorar mientras observaba la carita de su pequeño.

Hidan cuando cumplió los dos años, se convirtió en un niño revoltoso y que le gustaba chillar cuando le daba por jugar con sus juguetes, su madre se reía cuando lo veía feliz y eso la animaba a seguir adelante, a veces ella se sentía triste al ser...

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Hidan cuando cumplió los dos años, se convirtió en un niño revoltoso y que le gustaba chillar cuando le daba por jugar con sus juguetes, su madre se reía cuando lo veía feliz y eso la animaba a seguir adelante, a veces ella se sentía triste al ser madre soltera, pero su hijo era lo que le daba fuerzas para continuar y más si se había en un niño muy bueno.

El pequeño correteaba por la casa con su muñeco favorito, un murciélago de peluche que siempre abrazaba y con el que no se despegaba cuando iba por ahí con su madre. Ionna veía como su hijo se divertía y ella como siempre sonreía, ese momento fue interrumpido cuando picaron a la puerta, Hidan dejó lo que estaba haciendo para observar curioso a su madre. Ella se acercó y la abrió, asomó su cabeza para saber quién era. Se llevó una gran alegría cuando vio a su visitante.

— ¿Puedo pasar Ionna? —preguntó la anciana.

—Pues claro, pase Seirusha, eres bienvenida. — le sonreía Ionna.

Hidan se asomó entre las piernas de su madre y con los ojos bien abiertos se ilusionó al ver que se trataba de su abuela adoptiva, la cual abrazó con todas sus fuerzas sin soltar el murciélago de peluche con el que jugaba.

— ¡Abuelita Seirusha! — Hidan gritaba con aquella voz infantil que provocó en las dos mujeres unas risas. — ¿Me has traido caramelitos?

— Pues claro mi niño, tengo aquí un caramelo, para que veas que no me he olvidado de ti. — Seirusha sacó de su bolsa ninja un par de caramelos, ella con una amplia sonrisa de los dio todos provocando en Hidan un amplio deseo de comerlos.

Hidan empezó a corretear con los caramelos y con su peluche en su mano, mientras que la anciana sonreía al verlo tan feliz e inocente, de pronto, cuando centró su mirada en Ionna, su gesto cambió a ser serio y donde parecía que traía alguna noticia.

—Ionna, mañana los ninjas de Yugakure partirán para participar en la Guerra, ¿estás preparada? —preguntó la abuela Seirusha que hablaba en voz baja para que Hidan no le escuchara.

—Bueno... —Ionna suspiró y miró a su hijo correteando por la casa, para luego dar una respuesta a Seirusha— Sabes que yo estoy preparada.

—No te preocupes por Hidan, yo misma me haré cargo de él mientras no estés. —le prometió Seirusha.

Al caer la noche, Ionna acompañó a su hijo hasta la cama, se sentó a su lado y lo abrazó, iba a echar de menos sus dulces acaricias y sus risas, su pequeño amor, lo que más quería en su vida, Hidan era todo para ella, él sentía lo mismo cuando estaba con su madre y como siempre quería que ella se quedara a contarle un cuento.

— Había una vez, un héroe que quería la paz de su gente, alguien que lucharía por ver a su aldea feliz y en paz. — comenzó Ionna con el cuento.

— ¿Cómo se llamaba el héroe? — interrumpió Hidan con curiosidad y abrazando a su peluche favorito.

— Ese héroe se llamaba Hidan, como tú. — Ionna acarició el pelo de su hijo. — Él era vuestro abuelo, el hombre que salvó a la aldea de que muchos murieran a manos de aquellos que tanto daño había ocasionado en aquel entonces.

— ¿Qué le pasó al abuelo? — preguntó Hidan.

— Se fue... — Ionna se entristeció al recordarlo. —...pero sé que en estos momentos está para protegernos, incluido a ti.

— De mayor, quiero ser como él. — se ilusionó Hidan mientras abrazaba con más fuerza a su murciélago de peluche.

— Me alegro mi niño, ahora a dormir, que seguro que soñarás con ser un héroe.

Su madre vio que Hidan se había quedado dormido y con todo el cariño que sentía por él, se tumbó a su lado y lo abrazó con todas sus fuerzas. Lo miró fijamente y de sus ojos empezaron a caerle lágrimas, tenía miedo de que su pequeño se quedara solo y con solo pensar en la Guerra temblaba.

Pasados olvidadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora