Hidan 2ª Parte

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Al día siguiente, Hidan fue acompañado por su madre a la escuela, le arregló la chaqueta y con un cariñoso beso en la frente se despidió de su hijo.

Cuando Hidan entró en el aula uno de sus compañeros le tiró una pelota de papel, el albino se enfadó tanto que se lo devolvió golpeando a una de las niñas de la clase sin querer. Todos se rieron de ella y el pequeño se sintió culpable, porque la había hecho llorar.

En el patio estaba solo y sus compañeros aprovecharon su soledad para meterse con él.

—Tú papá no te quiere y por eso no está contigo.

Hidan se enfadó tanto, que se acercó a aquel niño y de un solo empujón lo tiró al suelo, provocando que éste se pusiera a llorar, los profesores tuvieron que apartarlo y llevárselo hasta el despacho del director.

Al terminar las clases, Hidan fue recogido por la abuela Seirusha. Ella se lo llevó hasta la casa y le pidió al albino que se quedara esperando a que su madre llegara, al parecer se había ido a hacer unas misiones fuera de la aldea, así que Hidan obedeció y se sentó en una de las sillas del comedor, para esperar a su madre.

 Ella se lo llevó hasta la casa y le pidió al albino que se quedara esperando a que su madre llegara, al parecer se había ido a hacer unas misiones fuera de la aldea, así que Hidan obedeció y se sentó en una de las sillas del comedor, para esperar...

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Ionna estaba ayudando en la guerra a curar a los heridos, sus compañeros la necesitaban junto con los del clan Fukkatsu, Seirusha pertenecía a tal clan y fue quien la enseñó a manejarse con la medicina. Entre los ninjas médicos había una niña de unos 15 años, la cual sorprendió a Ionna al ver el talento que tenía siendo tan joven, por algo se trataba de la nieta de Seirusha y había aprendido su gran habilidad de curación. Ella miró a la madre de Hidan y le mostró una angelical sonrisa.

Se nota que es del clan Fukkatsu. —pensó Ionna.

—Ionna, ocúpate del chico del clan Kenohato, no creo que sobreviva. —le pidió uno de los ninjas.

—Bien.

Ionna se dirigió al chico que estaba tumbado en el suelo mal herido, mientras corría hacia él intentó como pudo esquivar los kunais de los enemigos, por sorpresa un ninja enemigo la atacó con una enorme katana, cuando vio tal arma creyó que ese iba a ser su final y esperaba su muerte, de pronto un hombre se interpuso para salvarla, aquella persona sintió el fuerte dolor cuando vio como se lo clavaba en su abdomen, no obstante, el filo de aquella arma alcanzó también a la mujer, la cual miró al hombre que se interpuso y se puso a llorar.

— Sankaku...

Ionna se desmayó y el hombre se la llevó a un lugar lejos de la guerra. Él la posó en el suelo de un enorme escampado y la observó, el cabello plateado de aquel hombre ondeaba por culpa del viento, parecía que sentía placer con el olor de la sangre, pero empezaba a sentirse apenado por el mal estado de la madre de Hidan, el hombre acercó su mano al pecho de ella y sujetó el colgante que tenía colgado.

—Jashin no te ha podido proteger.

El hombre apoyó su frente en la de Ionna, al parecer había muerto y su dolor empezó a adueñarse de su mente, lloraba por su pérdida y lo único que deseaba era reunirse con ella, aunque le era imposible a causa de su inmortalidad.

—Ionna, perdóname... —sollozaba el hombre —...no tendría que haberte dejado sola con nuestro hijo.

Cuando cayó la tarde, los del clan Fukkatsu lloraron la muerte de Ionna, en especial Seirusha, ella estaba muy apegada a aquella mujer, la quería como si fuera su hija y sentía mucho su pérdida. Le incomodaba la presencia de la persona que le había comunicado la noticia, ella odiaba a aquel hombre con todo su alma, sobre todo, por haber abandonado a su mujer y a su hijo, lo consideraba una persona irrespetuosa, alguien que lo único que hacía era rezar para su Dios e insultar a todo aquel que veía.

—Abuela Seirusha, yo me encargaré de Hidan. —le pidió el hombre.

—No puedo permitir que te hagas cargo del niño, no quiero que sea como tú y tampoco quiero que siga la religión que tú sigues, me niego a que lo críes como un asesino. —se negaba Seirusha.

—Abuela. —dijo con sarcasmo el hombre que se acercaba a la anciana, provocando que ella sintiera temor por lo que pudiera pasar con Hidan —Es mi hijo, además, creo que ya se parece a mí en lo que respecta a la violencia.

Pasados olvidadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora