Hidan al cumplir los 5 años, había visto que el Dios Jashin era lo mejor que le hubiera pasado, aun era un niño que tenía un buen corazón, aunque la enseñanza le había convertido en alguien de personalidad grosera como la de su padre.
Su maestro Chikau estaba sentado a su lado meditando y rezando a Jashin, quería que protegiera al albino de lo que le iba a esperar en su regreso a la aldea, era inevitable que el pequeño volviera a sentir el maltrato de su padre, aunque lo que más le preocupaba, era que usara la religión para sus propios fines y que cometiera locuras.
— Hidan, no quiero que uses aún tus rituales, espera a que crezcas un poco más, aunque ya me dijo Sankaku que iba a traerte otra vez aquí.
— Mierda, vale, no usaré aun mis rituales y te prometo que todos los días rezaré a Jashin como me has dicho ayer. —se puso muy grosero Hidan.
Chikau e Hidan se levantaron y se dirigieron hacia la salida del templo, el albino observaba todo como si ya conociera lo que tenía ante sus ojos morados, luego miró a su maestro y sintió admiración hacia él, era un hombre bueno y le parecía raro que alguien con esa personalidad fuera un jashinista, él fue quien le había enseñado todo lo que sabía.
Ambos llegaron hasta la salida, Sankaku esperaba la salida de su hijo y con una sonrisa en los labios lo recibió, estaba orgulloso de la evolución de su hijo, para él, Hidan ya era un hombre. Chikau le saludó con una breve inclinación y le entregó su hijo.
— Tu hijo está preparado para ser un jashinista, creo que va a ser el más poderoso, porque ha aprendido muy rápido, cuando cumpla los 10 años, quiero que regrese, quiero enseñarle lo más importante de los rituales.
—Te prometo que mi hijo estará aquí. —le prometió Sankaku.
Chikau se despidió de ambos, padre e hijo volvieron a emprender el mismo camino hacia Yugakure.
Llegaron hasta el piso, Hidan parecía que se había olvidado de él, aun no sabía cómo era el dolor, le habían prohibido a usar sus rituales hasta cuando cumpliera más edad y él tenía que obedecer aquella orden.
— Mañana regresarás a la academia, así que te pido que no menciones nada de Jashin. — miraba Sankaku a su hijo.
Al día siguiente, Hidan se fue por su propio pie a la academia ninja, se quedó por un buen rato en el patio y esperó a que dieran la orden para entrar a las aulas, en ese momento, los chicos que se solían meter con él en los recreos se acercaron al albino.
— O vaya, estábamos mejor sin ti. —se burló uno de los niños.
—Chúpamela mamón. —le insultó Hidan.
Los niños se miraron entre ellos, estaban sorprendidos con las groseras palabras del albino, Hidan sin pensárselo dos veces le pegó una fuerte patada que lo mandó contra uno de los cubos de basura, impasible se acercó a él y le pegó un puñetazo en toda la boca haciendo que sangrara.
— Si vuelves a burlarte de mí, acabaré con tu puta vida, me tienes hasta los putos huevos. —le amenazó Hidan.
Todos entraron a las clases, Hidan reconoció casi todas las caras de sus compañeros. El profesor se puso a su lado y le ordenó que se sentara al lado de un chico de cabellos negros, el albino supuso que aquel niño era de uno de esos clanes tan importantes de la aldea.
— Hola Hidan, hace mucho que no te veo. —le saludó el niño.
— Vaya, no te reconocía, ¿qué tal Kenmaru? — Hidan parecía entusiasmado al reconocer aquella cara familiar
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Pasados olvidados
FanfictionMuchos os preguntáis... ¿cómo ha sido el pasado de Hidan y Kakuzu? ¿Vivieron felices en sus infancias el famoso dúo Inmortal? Esta historia os contará todo lo que vivieron antes de unirse a la Organización Akatsuki.