Walter

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Me levanto y doblo la sábana como una servilleta triangular, la estiro muy bien para que no queden arrugas y la pongo en la esquina de la cama. Las pantuflas me esperan en los dos cuadros centrales de cerámico junto a la cama, son blancas impolutas como el resto del uniforme, aunque son de plástico y ese material es bastante fanático de la suciedad, hay rincones que no puedo limpiar...respirar Walter, respirar. Me pongo la derecha y luego la izquierda.

Salgo de mi habitación por los cuadros delimitados y en el orden que ya establecí en mi cabeza, así no habrá forma de que algo esté mal. Un pie en cada cuadrado hasta llegar a la puerta.

—Buen día señorito Stick— me saluda mi enfermero tal y como lo guioné, Tom siempre se burla de eso. Es alto y tiene el cabello hacia atrás, muy pulcro como le sugerí al doctor O'Malley— te esperan en la cocina.

—Gracias Drake— lo saludo y me apresuro a mi tarea.

La cocina estaba muy limpia, había dos trapos fuera de lugar, pero los acomodé inmediatamente y noté que no había traído mis guantes de Látex. Recordé mi corto paso por ese empleo de verano en una casa de pollo frito, y cómo me había apasionado por los procesos de seguridad alimenticia. Los cursos que les dí a los nuevos, aunque mis jefes no los habían autorizado...

—Demonios— mascullé. Dejé todo en su lugar y salí corriendo a la habitación, en el marco de la puerta estaba mi enfermero con los guantes tendidos en una bandejita.

— ¡Gracias Drake! — le sonreí con orgullo.

Me los puse mientras el enfermero volvía al comedor y cuando volteé para seguirlo, una maraña de cabello rubia me atropelló.

— ¡Wally! — gritó mientras me abrazaba.

—Cómo va Ann— respondí intentando quitarme los pelos ajenos de la cara— ¿por qué tan entusiasmada?

Se separó de mí y comenzó a acomodarse el ambo blanco del instituto, muy inútilmente debo admitir. Mi mano había comenzado a temblar un poco otra vez, pero intenté ignorarlo.

—Es que ¡Tom sale hoy! — comentó tratando de contener el entusiasmo. Estaba estirando las arrugas de mi uniforme y me quedé boquiabierto ¿ya? Los días habían volado.

— ¿De verdad?

— ¡Que sí! — respondió.

—Debemos avisarle a Mel, seguro querrá verlo— mi corazón dio un golpe de repente, al fin una excusa para ver a Melanie muy temprano, una que no podría rechazar.

—No, pasé por ella de camino a tu habitación, me pidió que le mande saludos.

—Oh— carajo, fue más rápida — de acuerdo, a la mesa entonces.

Voces en el SótanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora