ANNE: Atardecer

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— ¿Y por qué guitarra? — pregunté por tercera vez a Marie, que no respondió.

Marie vivía dentro de mí y usualmente nos debatíamos por las decisiones del mundo exterior. Era la primera vez en mucho tiempo que no aparecía precipitadamente, y me sentí algo aliviada. Ella nunca se callaba nada y era la razón principal por la que peleábamos, su boca no sabía los límites de la educación, siempre asustaba a alguien.

Tenía las mismas sensaciones que ella, pero esta vez era diferente. Sentía que necesitaba estar en la clase de guitarra, que casi lo había suplicado.

¿Marie avergonzada? ¡¿Pero en qué planeta?!

Fui a dar una vuelta por los pasillos, y vi a Ruth apoyada en el marco de la habitación que estaba limpiando la enfermera morena. Mi idea principal era visitar a Lem antes de que fuera más tarde, porque ya no me dejaban deambular por los pasillos, pero no creo que le moleste si llevo una invitada. Marie me dio una sensación de incomodidad, así que era una buena decisión.

— ¡Oye, ojos negros! — le grité desde el inicio del pasillo, ella estaba casi entrando a su habitación y se detuvo a verme.

— ¿Sí? — respondió nerviosa. Me acerqué un poco más y entornó la mirada — lo siento, no quiero que te sientas mal, pero me cuesta recordar...

—Anne, soy Anne— repetí con una gran sonrisa, no quería que se sintiera culpable por algo que no podía controlar.

—Ah sí, gracias— suspiró con alivio, pero podía notar que le costaba un poco asociar mi nombre— ¿necesitas algo?

—Iba camino a ver a Lem— comencé a explicar— lo siento, Melanie, sé que será confuso más tarde si no te lo explico ¿Por qué no vienes a charlar? Puedes solo escuchar si no te sientes lista.

—De acuerdo— asintió con timidez— déjame buscar mi cuaderno, para anotar algunas cosas en el camino. Es el único medio que tengo para... ya sabes.

—No te preocupes, entiendo— le dediqué una sonrisa amplia para tranquilizarla, pareció tener el efecto que esperaba.

Era una persona muy diferente cuando estaba sola, parecía temerosa y precavida, también era muy bonita si la observaba de cerca, sus ojos eran como dos agujeros muy grandes y oscuros

—Oye...

Noté que estaba tan hundida en mis pensamientos que me acerqué demasiado a su rostro, ella se había echado hacia atrás y me observaba paralizada en el lugar ¿Qué está pasando?

— ¡Oh, lo siento tanto! — me disculpé mirando el suelo— ya vámonos.

Mel estaba sentada en la cama con los pies colgando, parecían dos palillos de escarbadientes. Ruth contuvo el aire intentando ocultar la sorpresa, pues no la había visto con los pantalones arremangados, pero hasta yo lo noté.

—Hey Lem, cómo vas— la saludé, sentándome en la silla que tenía junto a la cama— traje a Ruth.

—Pues la veo— contestó divertida— siéntate cómoda Ruth. Qué raro que no te han inventado un apodo aún, algo soso como Ruru.

—Oh, pero qué bonito, ¡¿cómo no se me ocurrió a mí?!

—Porque estas demasiado distraída todo el tiempo, no sé cuántas veces debo decirte que prestes atención— comenzó a regañarme, ya me sabía estas líneas de memoria— un día vas a ir bailando por ahí y rodaras por las escaleras.

—Lo sé, lo siento— bajé la cabeza.

Mel emitió un quejido, su rostro se había torcido en una mueca de dolor. Se masajeó un poco el estómago y volvió a mirarme.

Voces en el SótanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora