THOMAS: Tortura

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El despacho era bastante amplio, contaba con un rincón de sillones de cuero de color vino, hechos con madera de cedro; las paredes tenían la misma textura y tres persianas grandes de varillas blancas al fondo. Todos los muebles combinaban, era un lugar muy iluminado, pero aun así daba la sensación de estar muy cerrado y oculto, no tenía escapatoria.

A mi izquierda estaba su escritorio y una silla ejecutiva tapizada de color negro. Había algunos cuadros anchos que se asemejaban a los test de Rorschach, muchos papeles enfermizamente organizados de los que Walter estaría orgulloso y algunas lámparas. Un universo paralelo al IMS.

— ¡Thomas! Qué sorpresa— saludó una voz grave y familiar— pensé que no me recordarías, pero a juzgar por tu rostro si lo haces.

<Estamos jodidos, Thomas> susurró Jack.

—Soy Stanley. La última vez que nos vimos fue hace ya un tiempo.

—Sí, cuando era feliz por no conocerla— contesté cruzándome de brazos— ¿Qué hace aquí? ¿Me está siguiendo?

—Trabajo aquí, fui trasladada hace semana y media. Lo siento Thomas, siéntate para que podamos hablar mejor. Entiendo que...

—No señora Stanley, usted no tiene ni la menor idea, y le aseguro que todos mis problemas comenzaron por usted y su puto certificado.

Ella me observaba con paciencia, los ojos delataban una leve inquietud, pero mis palabras no parecían conmoverla. Comencé a caminar hacia ella despacio, con el mágico dedo acusador.

—Usted sabe mejor que nadie que, cuando le dijo a ese hombre que yo podía ser esquizofrénico, no estaba como estoy ahora. Lo empeoró todo, así que admítalo para que pueda irme.

— ¿Terminaste?

—Eso creo.

—Perfecto Thomas, esta sesión es específicamente para evaluar tu estado y determinar tus mejoras. Voy a ser honesta contigo ya que nos conocemos y se tu historia antes de IMS: estas charlas van a decirme si estás listo para llegar a la terapia de transición o si tendrás que irte sin un certificado de alta al mundo real. Tu elijes.

Se hizo un silencio bastante largo que no duró más de un minuto, pero pareció una eternidad mientras escuchaba a Jack discutir las posibilidades con mi propio pensamiento.

Salir a la vida sin, algún comprobante de que mi sanidad mental había sido restaurada, era un contratiempo que no quería incluir en mi ya entorpecida huida. No estaba dispuesto a perder la posibilidad, incluso aunque me costara el orgullo. Era un loco, no un idiota.

—Bien— me rendí.

< ¿Qué estás haciendo? ¡Podemos irnos igual!> Jack comenzó a quejarse, pero decidí ignorarlo.

Isadora sonrió con alivio, parece que realmente esperaba mi resistencia.

— ¿Qué tal va todo en el instituto? ¿Te has adaptado a la nueva habitación?

—Defina adaptar— contesté. Ella rio.

— ¿Has podido hablar con alguno de los chicos que conviven contigo?

—Con todos.

—Estamos tratando a Melanie, por ejemplo, es una joven muy dulce.

La doctora insistía con las preguntas personales, así que supuse que seguir con mis respuestas vagas no acortaría el tiempo. Incluso aunque deseaba con toda mi alma alejar lo poco de vida privada que me quedaba de aquella mujer.

—Bueno está demasiado delgada para ser dulce, una galletita es dulce— respondí con sequedad. Me di cuenta de que había pasado por alto mi primer objetivo desde que salí a la luz de los ventanales y esta era una oportunidad que no podía perder— no volví a ver a Ryu.

Voces en el SótanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora