THOMAS: Trato hecho

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< ¡¿Qué rayos te pasa?!> Jack se había puesto como loco, podía sentir el terror y la ira que escupía con cada palabra.

— ¿Por qué estás tan alterado? — balbuceé intentando esconder mis nervios— solo intenté parecer normal.

< ¿¡COQUETEANDO COMO UN ADOLESCENTE DE SECUNDARIA!?>

—Soy un adolescente de secundaria, aunque no estaba coqueteando.

< ¡ESE NO ES EL PUNTO! De verdad no me puedo creer que hayas sido tan descarado> dijo estupefacto.

—Lo siento Jack— me disculpé apresuradamente, no quería que las cosas empeoraran entre nosotros.

Igualmente, no logré evitar volver a reír en voz baja. Ya no podía borrar el pequeño cumplido que le había hecho a la nueva, cegado por la velocidad en la que mutaba la conversación.

Nunca entendí las cosas que pasan por mi cabeza, no pensaba comenzar a hacerlo ahora.

Gruñí indignado y me recosté escondiéndome bajo la almohada como si eso fuera a callar a Jack, que seguía murmurando cosas impronunciables. Alguien golpeó la puerta unos minutos después y tuve que resignarme a salir de mi elaborado escondite.

—Thomas, soy el doctor Geene— anunció detrás de la puerta. Abrí y ahí estaba con su pulcra bata blanca sobre la camisa celeste, y una planilla de horarios. Lo miré con cara de póker, había perturbado mi paz como de costumbre— después del almuerzo vas a tener una pequeña terapia de evaluación.

Mis ojos se iluminaron y abrí la puerta un poco más ¿Al fin llegó mi momento?

—Queremos ver si hay algún retroceso después de la habitación de reclusión, luego puedes volver a tu rutina.

<Qué iluso resultaste, rarito> se burló Jack detrás de él, ojeando la planilla.

—Bien. Me voy a almorzar— concluí al ver el horario en su reloj negro.

—Nos vemos más tarde, Thomas— contestó mientras me alejaba.

El comedor estaba atestado de enfermeros y había al menos cuatro doctores, acompañándolos. Nuestra mesa permanecía intacta y, gracias a Walter, extremadamente pulida y limpia. Me descubrí buscando entre las caras familiares del comedor antes de acercarme, pero no encontré la suya.

< ¿Por qué tan obsesionado con la extraña?> se quejó Jack.

—No lo estoy— suspiré— creo que es algo como "a tus amigos cerca y a los nuevos que tienen pinta de potenciales sicarios, más cerca". Nunca sabes quién saldrá primero de aquí.

Anne estaba sentada junto a Walter, que interrogaba apasionadamente a una niña pequeña. ¿Otra nueva? No lo creo. Enfoqué la mirada y noté que la familiaridad de su rostro no era coincidencia.

—Mel... ¿Melanie? — dije atónito, intentando esbozar una sonrisa. Estaba muy delgada, no parecía la Melanie que conocí antes de que me encerraran en aislamiento, y solo habían pasado poco más de treinta días.

— ¡Thomas! — contestó ella, sonriendo como si supusiera un gran esfuerzo. Eso es un verdadero talento— Saliste de la reclusión, bienvenido.

— Sigo acostumbrándome a que todos los semi-cuerdos me miren como si fuera Hannibal.

—No lo hagas, eres nuestro Hannibal.

—Pero tu comes chinos— coronó Walter.

Todos rieron, al menos todavía era gracioso estar cerca de mí.

< Se ríen de ti, mocoso> respondió Jack.

—Puede ser susurré, tratando de no darle importancia.

Voces en el SótanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora