Melanie

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Me desperté exhausta, la respiración me costaba un poco apenas se activaban mis sentidos, pero no era nada a lo que no me hubiera acostumbrado.

El día era precioso, el lugar era una porquería, yo estaba hecha una porquería. Mi directiva de hace unos días a Walter sobre no acercarse por la mañana había funcionado, pero tenía que admitir que ahora me aburría despertar sola.

Me estiré y las costillas querían perforarme el torso. El silencio abrumador de la mañana me hacía preguntarme cómo había logrado llegar viva hasta aquí, estaba feliz de haberlo hecho para conocer a mis amigos, pero también era realista: mis amigos un día se irían, y yo me quedaría sola. Nadie puede querer a alguien que no se quiere a sí misma.

—Hola Lem— me saludó Anne desde el marco de la puerta con demasiada energía y se acercó girando hacia mí.

— ¿Qué te trae tan alegre? — contesté irritada— tu sombrero todavía me daña la vista ¿siempre fue tan chillón?

—Sí, y empeora con las horas, créeme.

—No me has respondido todavía— insistí envolviéndome en el edredón, empezaba a sufrir mucho el frío de la mañana.

—¡Hoy es el día! — sonrió— Thomas sale de la acolchada.

— ¡Genial! ¿lo sabe Walter?

—Si no lo sabe, pronto lo hará.

—Lo siento Anne, no quiero bajar hoy, no me siento muy bien y tengo bastante frío— confesé, tampoco había reunido las fuerzas para mover las piernas con soltura como solía hacerlo. De hecho, no pude lograrlo en muchos meses. Era como si, a pesar de rondar los cuarenta y cinco kilos, cada paso fuera de unos ochenta.

—Vamos, estoy segura de que Thomas querrá verte— repitió.

—Dile al tarado que puede subir a saludar si quiere hacerlo.

—Eso es casi un insulto, pero no te preocupes, le mandaré tus saludos.

Salió disparada por la puerta y yo me quedé respirando el aire que casi quemaba. Faltaba cada vez menos para la terapia de hoy, la esperaba con ansias. Las primeras veces no dejaba de llorar, pero ahora podía afrontarlo un poco mejor, solo soltaba unas lágrimas al final.

Reí por lo bajo. Qué conformista.

Hoy sería un día largo hasta que Walter viniera, y sabía con certeza que Anne había olvidado mi sugerencia para Thomas en el momento en que salió por la puerta.

Qué suerte que uno de nosotros ya no estará encerrado.

Voces en el SótanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora