Cinco años.

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Un pequeño niño de cabello y ojos color celeste, parecido al color del cielo cuando está completamente despejado sin ninguna nube a la vista, jugaba en aquella cancha de básquetbol que sus padres hicieron únicamente por ser la primera palabra que su hijo aprendió a decir y de que cierta forma el juego se le daba muy bien, tanto que hasta su padre se alegraba pensando en el gran jugador que su hijo podría llegar a ser si se lo fomentaban aún más.

Aunque tal “talento” en el básquet no era de extrañar, el pequeño Kuroko aún con apenas cinco años, pero teniendo consciencia propia, tenía leves recuerdos de su vida anterior en la que él amaba ese deporte y jugaba siendo una sombra muy útil. Por esa razón era tan bueno  aún cuando sólo es un mocoso que con suerte sabía ir al baño sin compañía.

Los días pasaban y el pequeño Tetsuya continuaba recordando detalles de lo que fue su vida ideal, pero su pequeña cabecita aún no procesaba lo que era real y lo que no, estaba muy confundido ya que a veces solía mencionarle a sus padres anécdotas que jamás vivió, aunque nunca fue escuchado apropiadamente, ya que tanto su padre como su madre estaban trabajando en aquel cuarto al cual Tetsuya tenía prohibido entrar.

Lo que el peliceleste no sabía, dada la inocencia que poseía, era que dentro del cuarto prohibido habían plantaciones de marihuana, también habían de esos utencilios que ocupaban los científicos para experimentar con líquidos peligroso. Allí dentro sus padres se mantenían investigando sobre las sustancias que podrían hacer surtir un mejor efecto junto a la marihuana y creaban otras drogas a base de sus investigaciones, experimentaban constantemente y por ello eran bastante reconocidos entre los mafiosos y drogadictos.

La familia Kuroko se dedicaba a vender dichas sustancias experimentales a la mafia por todo japón, y estos mismos los vendían en sus locales a un precio elevado para así recuperar el dinero gastado y tener ganancias.

Los padres de Kuroko, sabiendo el talento que poseía su pequeño, decidieron que su hijo jamás entraría al mundo de las drogas y la mafia –aunque sabían que era imposible dejarlo fuera–, por ello es que se dedicaban a trabajar día y noche con unos moderados descansos en los que podían jugar un poco con su hijo, juntarían dinero suficiente para darle un futuro a Kuroko aunque eso implique el dejar de verlo. Sus padres tenían pensado alejarse de su vida para que viviera una tranquila sin estar siempre alerta por si algún grupo de mafiosos viene a atacarlos como cuando el peliceleste era un bebé recién nacido.

Era de madrugada cuando el pequeño dormía plácidamente en su habitación hasta que un ensordecedor ruido lo despertó de golpe. Se levantó corriendo a la habitación de sus padres encontrándose sólo con su madre, ella lloraba y luego más ruidos se hacían presentes en el primer piso de la casa. Estos ruidos eran disparos, uno tras otro hasta que se detuvieron. La mujer que también tenía cabello celeste, tomó una pequeña mochila de su hijo donde tenían guardado todo el dinero que ganaban junto a dos cartas y se la entregó entre lágrimas.

—Hijo mío, cuando te diga que corras, corres lo más rápido que puedas, ¿está bien?

El peliceleste asintió sin entender mucho porque su madre lloraba de esa manera o que eran esos ruidos, o porque su padre aún no llegaba donde ellos. Se sentía algo inquieto, pero su rostro no mostraba ninguna expresión que pudiera indicar lo que estaba sintiendo en ese momento.

Recibió un cálido abrazo de su madre, le colocó la pequeña mochila mientras ambos salían de la habitación del segundo piso, dispuestos a bajar por las escaleras Kuroko recibió un último abrazo de su madre junto a unas dulces palabras susurradas en su oído provocando que su pequeño corazoncito se exaltara. La mujer lo tomó de su mano y bajó las escaleras con rápidez hasta llegar al primer piso, sigilosamente caminaron hasta la puerta de salida que, para su suerte, se encontraba abierta, sin embargo en la mitad del camino dos hombres armados los vieron.

La elección de Tetsuya (LeviKuro/AkaKuro) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora