Aprendiz.

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Después del perturbador incidente con Kuroko y la muerte de sus amigos, su personalidad volvió a la normalidad, a la que siempre había tenido antes de perder la memoria. Aún así, al Ackerman mayor no le terminaba de agradar la tranquilidad con la que el menor estaba afrontando las cosas, de alguna manera sentía que la salud mental del pequeño corría un grave peligro.

Si recapítulamos todos los acontecimientos hasta ahora, cualquiera se puede dar cuenta de los cambios drásticos que a sufrido el pequeño peliceleste. De ser alguien inexpresivo a alguien que, tras perder la memoria temporalmente, pasó a ser un niño mimado y empalagoso, para finalmente ser alguien que es capaz de desatar la sed de sangre asustando a todos los que la sienten. No había duda al respecto, alguna secuela debió haber quedado en su interior que poco a poco se iría manifestando.

Para el pequeño Ackerman peliceleste, afrontar la realidad le era un tanto difícil, más cuando las voces de su interior le hablaban cada vez más sobre venganza y más venganza. No tuvo otra opción que empezar a entrenar nuevamente por voluntad propia. Acción que a todos sorprendió ya que incluso ocupaba la cancha de básquet para hacerlo. Aunque tenía un motivo oculto, entrenar en ése lugar le recordaba los momentos que vivió en Seirin, era perfecto para distraer su mente y corazón lejos de los demonios internos que lo atormentaban día y noche.

-Basta- se dijo así mismo una noche en la que Levi no estaba en la habitación por temas de trabajo o eso creía. -Cállense- exigió de nuevo. ¿Qué pasaba? Simple. Las voces de su cabeza no dejaban de hablar, le pedían una y otra vez que empezara a actuar, de lo contrario su vida perdería todo sentido si no llevaba a cabo la venganza contra la muerte de sus padres. -Lo haré, ¡ya no hablen!- gritó mientras se tomaba su cabeza con ambas manos y cerraba sus ojos presionando con fuerza estos mismos deseando tener tranquilidad.

Como si alguien le hubiera avisado al azabache sobre la pequeña discusión interna del peliceleste, entró a la habitación notando como su pequeño ángel estaba en una posición extraña. Y cuando éste mismo alzó su mirada para verlo a los ojos, algo dentro de Levi se estremeció por completo.

Es cierto que el brillo en los ojos del pequeño ya no existía como tal, en cambio se transformó en una mirada seria que reflejaba un vacío con una profunda oscuridad, la misma que ha intentado retener por días.

-Levi-san... Quiero volver a la escuela, necesito tener una educación como un niño normal y no se olvide de lo que me dijo años atrás, que me iba a enseñar todo lo de éste mundo y la profesión de asesinar- comentó dejando a un azabache con la boca semi-abierta.

¿Él en realidad era su pequeño ángel? Porque en estos momentos lo que estaba viendo frente a sus ojos no lo era, sino que era un demonio disfrazado como un ángel. Esa expresión, esas palabras tan duras y ciertas, todo lo que salía de sus pequeños labios sólo le demostraba a Levi lo cuán equivocado estaba en cuanto a sus pensamientos de convertir a Tetsuya en un arma asesina.

Sí, Kuroko nunca tuvo la escencia ni la mentalidad de un niño, sus recuerdos abarcaban la edad de dieciseis años, sin embargo, justo ahora sus ojos sólo veían a una persona que deseaba la venganza a toda costa.

-Tetsuya bebé, no puedo permitir que vayas a la escuela de nuevo- el pequeño Ackerman frunció el ceño e hizo una mueca de disgusto. -Ah~ Si te dejo ir, tendrás que asistir con el doble de guardias y seguridad en la escuela, dentro y fuera. Esa es mi única condición para que te permira ir- perdió ante el pequeño, el cual luego de oír la respuesta esbozó una sonrisa de esas que todavía no desaparecen de su interior, de esas sinceras que sólo él, en su estado normal, podía entregar.

-¡Te quiero!- exclamó corriendo a los brazos del mayor sin percatarse de la expresión del mismo. Algo en su interior se revolvió al escuchar esas dos palabras que, en su cabeza, seguían repitiéndose como eco.

La elección de Tetsuya (LeviKuro/AkaKuro) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora