Cuando el pequeño Tetsuya abrió esos ojitos celestes con mucha dificultad, lo primero que sintió fue el inmenso dolor que su pobre hombro sufría. Muchas veces se lastimó cuando jugaba en la cancha que sus padres le hicieron, sin embargo éste dolor no se comparaba con ningún otro que se pudo haber hecho, eran como agujas clavando su piel una tras otra cada vez más fuerte que la anterior. Sin embargo, él era fuerte, tanto que ni una sola lágrima salía de sus ojos, tampoco tenía la expresión de querer llorar, era como si estuviera completamente vacío en su interior.
Aún recordaba esos ojos que lo miraban con frialdad mientras el cuerpo de su padre yacía sin vida en el piso, esa mirada que reconocería hasta en el lugar más remotamente oscuro que existiera. Esos colores, uno dorado y el otro rojo, con cinco años de edad Kuroko tenía viva la imagen de aquellos que alguna vez se llamaron “la generación de los milagros”, aún no podía creer que la persona que fue su capitán en otra vida, terminaría siendo la misma persona que mató a sus padres sin una pizca de arrepentimiento en su mirada.
El peliceleste se levantó de la cama sacando la aguja que le facilitaba la transportación del suero a su cuerpo, al principio le dolió y hasta salió un poco de sangre, pero no había nada de qué preocuparse.
Lo increíble de todo esto, era que el azabache dormido a su lado no pudo sentir la presencia del menor cuando se levantó, y eso que él siempre dormía alerta en caso dé, pero nada. Levi siguió durmiendo como si el ojiceleste no existiera.
Por otro lado, Kuroko tembló del frío al ver que estaba casi desnudo, lo único que lo cubría era su ropa interior y sintió una enorme curiosidad al saber que fue de su ropa, porque ese pijama que traía puesto fue un regalo de sus padres, era el único recuerdo que tenía de ellos. Sin embargo quitó todo pensamiento de esa pequeña cabecita cuando sus ojos encontraron una camisa blanca en la orilla de la cama, asumió que era de la persona que lo recogió de la calle, por lo mismo la tomó sin permiso y se la colocó no sin antes oler el aroma tan adictivo que éste desprendía.
Le quedaba enorme, podrían entrar dos Tetsuyas allí dentro de lo estúpida y rídiculamente grande que esa camisa le quedaba, no tuvo más opción que doblar las mangas, más no pudo hacer mucho del largo, tenía que llevarlo arrastras y era muy probable que cuando el azabache se diera cuenta de ese pequeño detalle, se enfadaría sin pensárselo siquiera.
Salió del cuarto viendo como unos rayos de sol entraban por la única ventana que había en ese enorme espacio, se asomó observando el hermoso y grande patio con muchos arreglos florales que adornaban el entorno, se veía precioso ante los ojos de Kuroko. Nunca había visto algo tan hermoso y eso era obvio, su casa no era excesivamente enorme, mucho menos su patio. Además, gracias a su capricho, el patio de su casa poseía una cancha de básquet echa a su medida, por lo que nunca tuvo el privilegio de tener adornos de ese tipo.
Una vez que pudo apreciar lo suficiente, decidió emprender camino por aquel largo pasillo que tenía dos puertas, como todo niño curioso abrió la primera, viendo: una cama, muebles, ropa por todo el piso. Asumió que alguien vivía junto a su salvador, entonces fue por la otra puerta y había lo mismo, con la única diferencia que estaba más ordenada.
Al terminar el pasillo, habían escaleras que lo llevaban al primer piso de la mansión, además de otro largo pasillo que continuaba al otro extremo de las escaleras. Si muy bien el peliceleste era curioso, daba por hecho que esas habitaciones también pertenecían a otras personas que vivían ahí y no se equivocaba, una de esas personas subía por las escaleras ignorando por completo a aquel ojiceleste que lo miraba con determinación. Era tan poca su presencia que hasta los demás habitantes pasaban de él y era consciente de su habilidad por lo que simplemente bajó por las escaleras sin preocupación alguna por ser descubierto, total era ignorado como siempre.
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La elección de Tetsuya (LeviKuro/AkaKuro)
FanfictionExiste un sinfín de mundos paralelos con épocas, situaciones y vidas completamente distintas. El universo y el destino quisieron jugar con estos mundos, así fue como crearon uno para su propia diversión. Además le agregaron cierta peculiaridad: a a...