CAPÍTULO XI Un secreto

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Los primeros en reaccionar fueron sus amigos más cercanos; Yuri y Mila se acercaron apresuradamente, ambos sabían todo de Viktor, incluso sobre su patinaje. 

Patinaron desesperadamente hacia él, que yacía en el suelo. ¿Qué podían hacer ellos por Viktor si él se encontraba en ese estado? 

—¡Viktor!¡Oye! —Yuri se arrodilló junto a él y comenzó a sacudirlo frenéticamente.— ¿Qué ocurre? ¡Levántate! 

—Espera, Yuri... No es como las otras veces. —advirtió Mila. 

—¿Ahhh? ¿A qué te refieres, Mila? 

—Observa, Viktor se ha perdido totalmente. 

Mientras ellos dos discutían, Viktor se remontaba a sus agonizantes memorias. 

—¡Viktor! ¡Quiero que dejes el patinaje! ¿Acaso no tienes un poco de compasión por tu hermana? Ella está preocupada por tí

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—¡Viktor! ¡Quiero que dejes el patinaje! ¿Acaso no tienes un poco de compasión por tu hermana? Ella está preocupada por tí. ¡Detén esto ahora, Viktor! —La voz de un hombre recitando éstas palabras llenaba su mente. Era una tortura. 

Después de eso, la silueta del hombre que se hizo llamar su padre, descendió a la altura del suelo. Entonces se escuchó un sollozo ahogado. 

Ella tenía 21 años cuando enfermó. Repentinamente, sin previo aviso ni alguna contemplación. Porque ese fue su destino, porque ella era gentil. 

Patinadora profesional y pianista a la vez. Un radiante cabello color plata hasta la cintura, ojos claros, y un corazón lleno de fortaleza. 

Aún con todo eso, ella no sobrevivió. 

Leucemia linfoblastica aguda. Eso le dijeron a sus padres cuando ya era demasiado tarde. En mayo de ese año, ella murió. 

 

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—Vamos, Viktor —Mila acarició su fría mejilla mientras le limpiaba las lágrimas—. Arriba, te llevaré a casa. 

—Es ella otra vez, ¿no es así? —Yuri había visto muchas veces cómo Viktor sucumbía al dolor y se dejaba absorber cobardemente por la pérdida. 

Lluvia y SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora