El Muro

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Lo que otro día habían sido heridas a día de hoy ya eran sólo cicatrices, cerradas por el ungüento que la pelirroja les había proporcionado. Habían pasado varias noches desde aquello y los salvajes avanzaron lo suficiente en su marcha. Estaban ya a pocas leguas del Muro y el corazón de Ygritte cada vez bombeaba más y más fuerte. Estaba nerviosa por lo que se avecinaba y siquiera sabía si saldría con vida de aquella expedición. Acamparon entre los árboles, pues así los cuervos que vigilaban la cima del Muro no podrían apreciar su rastro. Decidieron que lo mejor sería no encender una hoguera, ya que se delatarían y lo último que necesitaban eran más bajas en el grupo. Menos personas significaba menos manos que transportaran sustento para el Pueblo Libre y la supervivencia era un bien necesario.

Sólo había dos personas en el grupo que no habían escalado el Muro, el cambiapieles y la pelirroja. Algo que sin duda la llamó la atención, pues ella era simplemente una joven mientras que él llevaba ya mucho tiempo formando parte del ejército de Mance. Ygritte tenía claro que Orell había traspasado la cima del Muro más de una vez, pero no en sus carnes sino en la de otros animales. Por ello, necesitaban sus capacidades antes de adentrarse en la aventura, ya que era fundamental que el territorio que escalasen estuviera desierto, sin cuervos.

El joven se adentró en el cuerpo de su águila y cuando el resto vio sus ojos blancos, supieron que ya no era él sino el animal. El ave comenzó a batir sus alas y emprendió el vuelo a buen ritmo. A medida que avanzaba, el grupo se iba haciendo minúsculo a ojos de Orell. No había traspasado la frondosidad del bosque antes de continuar hacia el Muro, ya que una flecha podría alcanzar al animal y dejarles ciegos antes de la partida.
La Guardia de la Noche sabía de las habilidades de algunos salvajes debido a que antiguos miembros de la guardia lo habían dejado escrito en sus diarios de explorador. Los pocos que habían vuelto escribieron sobre las habilidades especiales de estos hombres y mujeres, y algunos no podían creer lo que habían presenciado. ¡Era fascinante! Pero desde entonces, tenían sumo cuidado a la hora de vigilar la cima.

El águila había alcanzado una gran altura y se aproximó hacia el Muro. Tan sólo necesitaba unas batidas más de sus alas para alcanzar la cima y vislumbrar qué les esperaba. Había pasado un buen rato desde que perdieron de vista al ave y eso significaba que el animal no había sido alcanzado, si no Orell habría perdido el contacto. Estaban impacientes por escuchar lo que el salvaje tenía que decir e Ygritte no hacía más que afilar las puntas de las flechas, no aguantaba más.

Tormund tenía los ojos clavados en el salvaje y no fue hasta que el animal aterrizó cuando descansó la vista.
-¿Qué has visto?-preguntó el pelirrojo mientras el resto aguardaban atentos.- Tan sólo la cima, no tienen guardas apostados en esta zona.- terminó mientras el pelirrojo se frotaba las manos. -Todos preparados a mediodía, si esperamos más tiempo la visibilidad será reducida...-finalizó y el resto asintió a la orden.

Sacaron de los sacos los utensilios adecuados para la escalada, unas cuantas cuerdas, los extensores con garras y los picos. Ygritte apreció que los extensores eran de metal y la forma que tenían de zarpa de oso y uñas del mismo tipo serían de utilidad a la hora de clavarlas en el Muro. La pelirroja se calzó el armatoste igual que lo hizo el resto, ajustando muchísimo las tiras de las piernas pues lo último que quería ver al morir era el Muro en caída libre. Las alturas no le habían asustado nunca y menos dificultado su labor con el arco, pero aquella construcción no entraba en sus baremos de altitud. Se escapaba de lo cotidiano y por ello no pudo controlar demasiado bien sus nervios. Estaba temblorosa, aterrada pero su rostro aparentaba calma y serenidad, pues no quería que el resto pensara que era una chiquilla asustadiza.

Todos estaban listos para emprender la escalada y se habían dividido en dos grupos, uno encabezado por Tormund y el siguiente con Orell entre sus filas. De algún modo, se aseguraban que si el cambiapieles no llegaba a la cima sería por su propia culpa y así Mance no podría recriminárselo a nadie. Los grupos estaban atados con las cuerdas e Ygritte, previa petición de Tormund estaba en su fila. La pelirroja ya notaba la especial atención que su compañero le prestaba, pero estribaba su importancia en que simplemente le recordaría a alguien o bien se sentía a gusto con ella.

Fuera como fuese tardaron poco en llegar a los pies del Muro, se podía apreciar como el sol otorgaba una apariencia distinta a la luz de la luna. Pero impresionaba desde cualquier perspectiva. Tomaron precaución y separaron las hileras para escalar ambos grupos al mismo tiempo. Tormund comenzó la escalada con los picos en ambas manos y el resto le siguió dejando una distancia prudencial.

El frío era más intenso a medida que avanzaban e incluso cuando soplaba el viento resultaba hasta abrasivo. Ygritte evitó en todo momento mirar hacia abajo, aunque tampoco resultaba demasiado agradable mirar hacia arriba ya que su compañero pelirrojo se había enconsertado demasiado con las pieles. Así decidió centrar su mirada en el Muro, aunque no supiera en que punto se encontraban sin duda era mejor.

Subían de manera firme y sin pausa, pero el Muro no lo ponía fácil. Tenía desconchones y a medida que avanzaban se producían algunos desprendimientos. Ygritte clavó los picos con fuerza y después hizo lo mismo con los pies, pero su pie derecho desgarró el Muro y no la sostuvo. Aquello produjo un tirón entre ella y Tormund, el pelirrojo miró hacia abajo y al ver la difícil postura en la que la muchacha se encontraba la tranquilizó. -Apóyate en los brazos y vuelve a hincar esa pierna- comentó entre gritos mientras el corazón de Ygritte palpitaba con potencia. La pelirroja le hizo caso y continuaron la marcha.

Algo más calmada decidió mirar abajo, una mala idea, siquiera se podía vislumbrar el suelo. Estaban sin duda en un punto intermedio entre la cima y el suelo, pero aquello parecía la nada. El grupo de Orell iba mucho más lento, era normal pues como Ygritte no tenían mucha experiencia. Ya faltaba menos para alcanzar la cima y cada paso era más traicionero. Syballia apoyó la pica mal, desgarrando el Muro resbaló tirando de la cuerda y del resto. Ygritte sin saber que ocurría, tan sólo seguía subiendo, sintió el tirón que la arrastró. En ese momento, no tenía punto de apoyo y en un intento falso por sostenerse intentó aferrarse pataleando con las piernas. Al mismo tiempo, Tormund hacía fuerza con los picos pues por culpa de Syballia de él dependía todo el grupo. Ygritte colgaba de la cuerda y se balanceó para poder agarrarse con el pico, su corazón no paraba de latir y estaba temblando. -¡VAMOS!- gritó Tormund y al final la pelirroja logró lo que tanto necesitaba.

Fue tan desesperante la situación que los ojos de la pelirroja estaban vidriosos, pensaba que allí acabaría todo y que encontrarían su cuerpo estampado en la nieve. La sensación era horrible y no había deseado con tanta fuerza terminar algo como ahora. La cima estaba a solo unos pasos, eso la medio tranquilizó pues ella tan solo quería pisar suelo firme. Tormund fue el primero y tras él, apareció la pelirroja y al ver su cara el hombre se le acercó antes de que llegara la siguiente. La abrazó con todas sus fuerzas e Ygritte no pudo evitar que se le saltasen las lágrimas. -Estás a salvo.- le susurró su compañero y la muchacha asintió a sus palabras.

Besada por el FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora