Sus últimas lágrimas

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Acamparon en la cercanía del llano, justo en el borde del bosque en la zona en que se veía el horizonte y así quedarían resguardados de aquello que pudiera llegar. La noche era fresca aunque no tanto como en el Norte, aquello podría haberse definido como una ligera brisa para todos ellos. Tormund, de hecho, hizo mención a la diferencia entre lo que los sureños decían que era el Norte:

-Y lo llaman Invernalia...en cuanto sienten que se les encojen los cojones piensan que han llegado al fin del mundo...JÁ- espetó -Me gustaría verles Más Allá del Muro como nosotros, aislados, intentando sobrevivir al verdadero peligro. ¡Son débiles!- comentó el pelirrojo mientras Ygritte, igual que el resto, asentían sus palabras.

Después de esa mención a los sureños el grupo se sentía gratamente reconfortado, pues habían resistido ataques de todo tipo: Caminantes, otros salvajes, animales y sureños con armaduras. Se sentían unidos e incluso Orell formaba parte del grupo debido al conformismo del resto, pero aún con eso eran uno, indisoluble e inquebrantable. A medida que la noche se hacía más oscura las tripas de los hombres empezaron a sonar. -Tormund...antes de dormir deberíamos comer- comentó la pelirroja con un tono sincero, pues la pobre muchacha cada poco tiempo tenía hambre. De hecho, en alguna ocasión Tormund se preguntaba dónde metía toda la comida que devoraba pues la joven comía casi lo mismo que él y no abultaba más que la mitad de lo que él media de alto y ancho.

Tormund se rascó la barba y pensativo se mordió el labio, si racionaban bien la comida habría de sobra con lo que irían recogiendo por las tierras sureñas. Acercó uno de los sacos y lo puso en las proximidades de lo que más adelante sería una hoguera. -Cenaremos caliente muchachos...y después haremos guardias hasta que se haga de día.- expresó con una media sonrisa- Yo seré el primero en hacer la guardia, Ygritte tú la siguiente y así iremos uno a uno hasta que el sol salga. Si en cualquier momento, oís algo ya sabéis la señal, ¿hace falta que la repita?- preguntó Tormund con tono áspero. La pelirroja había aprendido la señal nada más entrar en el grupo, era una especie de gorjeo que iba aumentando en intensidad y quejido en base a la cercanía del peligro.

Syballia preparó la hoguera, siempre había sido la más rápida en hacerlo, a decir verdad esa era casi su única cualidad. La joven no era resuelta con las armas, peto si tenía habilidades para la recolección y el abastecimiento del grupo. Poco tardaron en aparecer las primeras chispas y lo siguiente que las pupilas de Ygritte observaron fue como el fuego consumía las hojas secas e iba creciendo a medida que ardía. Resultó realmente bello para la vista, pues era un espectáculo fiero y lento al mismo tiempo. Sacaron unas cuantas hortalizas del saco y las clavaron en la hoguera, el olor que desprendían era delicioso e Ygritte no pudo evitar que la boca se le hiciera agua. Miraba atenta cómo la comida se doraba y empezaba a tostarse, estaría crujiente y jugosa por dentro. -Syballia cuando nos digas le echamos el guante- comentó la joven pelirroja mientras se mordía el labio del hambre que tenía.

Atacaron la comida como fieras en la selva, no quedó absolutamente nada para comer entre las guardias. Ygritte tenía el estómago lleno y sintió la calidez de la gustosa cena, tanto que se le sonrojaron las mejillas. Tormund la miró desde su izquierda, nunca la había visto así, y la rodeó con el brazo. -No lo diré muy alto, para que el resto no se entere.- susurró al oído de la joven y la muchacha abrió los ojos de par en par, a saber qué le iba a decir su colega en aquel momento. -Con ese rubor me recuerdas a mi hija, tan tierna y dulce y a la vez tan fiera...- finalizó mientras sonreía de medio lado. La pelirroja no supo muy bien cómo había reaccionado, pero al oír esas palabras de alguien a quien tenía cariño, de alguien que era lo más parecido a una figura paterna que ahora tenía, se emocionó y no pudo más que dedicarle una sincera sonrisa. Se acurrucó en su hombro y se echó a dormir.

Tormund se quedó sentado sosteniendo la cabeza de la joven y evitando que se despertara con cualquier movimiento. Así que decidió desde ahí observar en la oscuridad y hacer la guardia. La pelirroja respiraba como la brisa de Invernalia y el aire se colaba por la pequeña separación de sus dientes realizando un ligero silbido. El salvaje, al tener la cabellera de la muchacha tan cerca no pudo evitar olerla. «Huele a casa» se dijo para sí, pues ya no sólo era el rubor lo que le recordaba a su hija, sino también el olor. Delante de ellos, jamás lo habría reconocido pero echaba muchísimo en falta a su familia y que Ygritte estuviera allí con él le daba fuerzas para continuar con las aventuras. Acarició el pelo de la muchacha e incluso se le enredó algún dedo entre tanta cabellera, pero aquello tranquilizaba incluso a la joven mientras dormía.

Después de un rato largo, Tormund despertó a Ygritte pues ahora le tocaba a ella continuar con la tarea. La joven sonrió al pelirrojo medio dormida y asintió nada más verle con la tenue claridad que había. -¡Échate! Si oigo cualquier cosa os despertaré.- dijo la muchacha. El pelirrojo se durmió más rápido de lo que la joven pensaba, roncaba como un ceporro e Ygritte no pudo contener una risita nerviosa al escucharlo. La muchacha centró su guardia en pasear y mirar los árboles, no quería fallar al grupo y menos a sí misma. A cada paso entrecerraba los ojos para avistar más a lo lejos, pero no veía nada raro.

De repente un crujido la alertó y giró la cabeza al instante con el arco en la mano, apreció el movimiento de los arbustos, así que decidida cogió una de sus flechas con cautela y la colocó en el arco. Le temblaban las piernas y su corazón latía con fuerza, tanto que parecía que se le saldría en cualquier momento. Oyó una fuerte respiración y se acordó de la señal. -Grú grú grú...- gorjeó la muchacha. -grú grú...- dijo más alto y antes de que pudiera gorjear más salió de entre las sombras el animal. Era enorme, fiero, en definitiva era un oso pardo. Ygritte se echó hacia atrás con el arco en alto y la fiera avanzaba corriendo hacia ella. -¡LEVANTAD, LEVANTAD!  TORMUUUUUUUUUUUUND.- gritó con todas sus ganas y disparó la primera flecha. Atinó en una de las extremidades del animal y aquello lo enfureció más, tanto que corrió hacia ella y la derribó. El arco salió disparado y ella se encontraba en el suelo con el animal encima dando zarpazos a diestro y siniestro. Se protegió con los brazos y gritó de nuevo:

-TORMUND...POR FAVOR...- dijo con la voz entre cortada en lo que el animal iba destrozando zarpazo a zarpazo sus capas. Ygritte estaba aterrada, pensó que todo acabaría allí y no pudo controlar que sus ojos derramaran lágrimas. -TORMUUUND DESPIERTAAAAAAA...- gritó sin ver nada más que la fiera atacándola. «Es el fin» pensó.

Besada por el FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora