Manchadas de sangre

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Ambos grupos se encontraban en la cima y algunos de sus integrantes celebraban haber llegado con vida hasta allí. Si la escalada había sido dura, Ygritte confiaba en que el descenso no fuera igual de arriesgado. No era el mismo proceso, pero debían hacerlo con cuidado igualmente. Los salvajes se colocaron en círculo para escuchar de mejor forma las palabras de Tormund.- Antes del descenso, dos personas marcharán hacia ese lado del Muro- comentó señalando a la derecha- y otras dos partiran hacia el otro. El descenso no será seguro a menos que los cuervos estén bien callados- prosiguió a la par que abría los ojos y arqueaba una de sus cejas-¿Entendido?-finalizó.

El resto de compañeros asintieron cada una de sus palabras. -¿A quién enviarás?-preguntó la salvaje. Tormund había pensado detenidamente en ello, mientras escalaban asi que tenía claro cómo organizarlos.- Orell, Syballia y yo nos quedaremos aquí aguardando al resto. Mientras que Ygritte conocerás la cima junto a Rhekar en dirección a Guardiarionte. Y vosotros dos iréis al lado contrario.- Ygritte recogió sus cosas y siguió a su compañero, pero antes aprovechó para mirar a ambos lados apreciando la belleza desde el cielo.

Los dos jóvenes caminaron a paso tranquilo, lo que la pelirroja agradeció pues quería guardar en su retina cada milímetro de ese paisaje. Dos perspectivas muy distintas, una apostaba por la vida y la libertad de su pueblo rodeada de nieve hasta donde alcanzaba la vista. Y otra arrodillada ante sus señores con construcciones frías que separaban al pueblo por vasallaje. Aún así la vista era espectacular, incluso intimidatoria. Jamás pensó que podría ver mundo de esa manera, sintiendo como todo estaba bajo sus pies y al mismo tiempo lejos de su alcance.

Su compañero hablaba demasiado en comparación con el tipo de compañía que Ygritte prefería.- No entiendo cómo Tormund confía tanto en ti ni siquiera te conoce. Ninguno de nosotros te conoce...-comentó mientras la muchacha le dedicó una mirada de odio-Te crees mejor que el resto. Y has salido del mismo agujero que los demás, aquí tu superioridad vale lo mismo que un Cuervo. Bájate de la nube y vuelve a la realidad que Tormund te respete no significa que el resto debamos hacerlo.-finalizó. Ygritte lo agarró del brazo con firmeza y le espetó lo siguiente: Eres un completo imbécil, si no fuera por mí estarías muerto. No soy superior a nadie en este grupo, pero tú como hombre eres una mierda. Recuérdalo y cierra esa bocaza, nos pueden oír.-terminó apretándole aún más el brazo. El chico se quedó callado ante esas palabras, aunque sí era cierto que no se conocían. Pues el único que se había molestado en hacerlo era Tormund y por ello se había ganado su confianza. En ese momento le habría gustado poder quedarse con Tormund aguardando al resto, en cierto modo sentía que sólo él la entendía.

Un sonido alertó a la joven y con el dedo índice señaló a su compañero que estuviera en silencio. Ambos avanzaron con cautela sin hacer ruido y aminoraron la velocidad en cuanto vieron un bulto negro. Sin duda, era la capa de un Cuervo que estaba de espaldas a ellos y desconocía lo que tenía detrás. Ygritte sacó el puñal y se acercó sigilosa hacia el hombre, lo agarró del pelo y tiró de él hacia atrás. Antes de que el hombre pudiera decir nada, la pelirroja le había colocado el puñal en el cuello mientras que Rhekar se había sentado frente a él.-Espero que guardes silencio, no me gustaría mancharme las manos con la sangre de un estúpido Cuervo- susurró a la par que el hombre asentía. Rhekar tapó la boca del Cuervo con una tela anudada en su nuca y después hizo lo mismo con sus manos.

Ygritte se colocó detrás mientras su compañero tiraba del hombre marchando el primero. La joven suponía que había actuado bien, un Cuervo vivo significaba información sobre el resto, mientras que uno muerto los alarmaría. Tardaron un tiempo en llegar al grupo y vieron que sus otros compañeros no habían vuelto. Tormund se levantó y posó su mano en el hombro de la pelirroja en señal de aprobación. De nuevo, la salvaje sacó el puñal y advirtió al preso: Si gritas te cortaré la lengua, así que piensa bien lo qué vas a hacer.-comentó al mismo tiempo que desataba el nudo del pañuelo. El hombre no hizo ningún gesto, siquiera tuvo intención de abrir la boca.-¿Cuántos estáis arriba y por qué estabas sólo?- preguntó Tormund.- No diré nada- expresó el hombre mientras bajaba la cabeza.

El silencio se volvió incómodo y la impaciencia terminó por hacerlo estallar.-Si hablas no te haremos daño, ¿entiendes?- dijo Tormund mirándole a los ojos. Ese Cuervo no tenía pinta de ser caballero como otros que habían visto, pues si hubiera sido ese el caso se habría defendido. Tenía las manos machacadas sin duda por su antiguo trabajo, quizás fuera un granjero. -No creo en la palabra de un salvaje.- espetó.-¿Sabes contar?-preguntó el pelirrojo.-Sí- respondió el hombre mientras Tormund le hacía un gesto a Ygritte para que le pasara su puñal.-Bueno en ese caso de nada serviría cortarte la lengua...-comentó acercándole el cuello a la garganta y con delicadeza le acarició.-No traicionaré a mis hermanos de la Guardia de la Noche, no tengo más vida que la que comparto con ellos.- finalizó a lo que Tormund le pasó la daga a Ygritte, indicándole que sería ella quien dictase la sentencia. A la pelirroja se le encogió el corazón, pues nunca le había arrebatado la vida a alguien mirándole directamente a los ojos. No quería tener esa mirada clavada en sus sueños, pero hizo lo que debía. Agarró con firmeza la daga, sujetó la cabeza con la otra mano y realizó un corte limpio en el cuello. Y allí en la cima del Muro se quedó quieta mientras veía como el hombre se desangraba.

Tenía las manos teñidas de rojo y detestaba que el destino hubiera jugado con aquello que había maldecido hacía unos minutos. El hombre estaba en el suelo desangrado e inerte y los salvajes habían enmudecido, no por la impresión sino porque de ello dependía ser descubiertos. Ygritte algo conmocionada por lo que había hecho, se agachó e hizo lo que consideraba más logico: quedarse con las pertenencias del muerto. El arma, una espada, le sería útil pero no estaba habituada a utilizarla asi que se la entregó a Tormund para que hiciera lo que considerase. Las pieles serían buenas para pasar las noches, pero a la luz del día una capa de Cuervo desentonaría con salvajes. Asi que desecharon la capa, pero se hicieron con el resto.

Ahora debían decidir qué hacer con el cadáver y la verdad era que ninguna opción era del todo buena.
-Deberíamos quemarlo- comentó Rhekar y no era mala idea, pero el fuego alertaría a la Guardia.
-Dejémoslo aquí- expresó Syballia, pero su apuesta también alertaría a los Cuervos y ningún hombre que hubieran conocido se había rajado el cuello así mismo así que la opción quedó descartada. -Podemos cortarlo a trozos y dárselo a los perros...- se oyó decir.- Me niego...- comentó Tormund -es una barbarie.- finalizó. Y entonces la pelirroja pensó algo que no era del todo descabellado, pero sí podría suscitar un debate.- Lo tiraremos desde el Muro, el cuerpo quedará destrozado pero los Cuervos no podrán distinguir la herida del cuello- dijo la muchacha mientras Tormund se quedaba pensativo. No era mala opción pero sí la más cuestionable. -¡De acuerdo!Los animales se encargarán de lo que quede de él...

Fue así cómo el grupo decidió qué hacer con el cuerpo. Arrastraron al hombre hasta el borde de la construcción y entre varios lo empujaron al vacío, hacia el lado norteño del Muro. Ygritte cerró los ojos mientras sus compañeros hicieron el resto y evitó mirar el cuerpo del hombre que había asesinado, la primera persona a la que había arrebatado la vida.

Besada por el FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora