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EL PRIMER SUEÑO RESPECTO A TYRION LANNISTER REPRESENTÓ UNA SORPRESA DE SABOR AGRIDULCE. Aella lo recordaba todo a la perfección, cada pequeño detalle y quizás era tal realismo lo que le provocó una sonrisa en el instante en que despertó, o quizás se debía a sus ahora constantes conversaciones con el menor de los leones, quien aprovechaba cada una de las convenientes ausencias de su padre para pasearse por los jardines y visitar a Aella.
Era algo extraño para Aella, el haber encontrado un amigo en alguien como Tyrion y también la rapidez con que le cogió la confianza suficiente como para hablarle de temas que usualmente prefería guardarse. En los pocos días que llevaban conociéndose, Aella le había contado ya respecto a Hennes y Nahid y su futuro sobrino, y también acerca de las flores, de las tormentas junto a su ventana y la imagen de su madre que recreaba al verlas. Tyrion no se había reído por ello ni tampoco hecho ninguna clase de cruel comentario. Sino al contrario, se había limitado a seguir leyéndole sobre dragones o príncipes, o de lo que tratase el libro que llevaba en mano, porque sabía que eso le haría más feliz que cualquier otro gesto. Tyrion afirmaba que dejaría de leer en el momento en que Aella se aburriese y le pidiese detenerse, y eso no había en ninguna ocasión sucedido aún. A Aella le encantaba el sonido de la voz de Tyrion, tan tranquila y suave, que a veces no dejaba de verlo mientras lo hacía, cerciorándose de que no era el viento quien le obsequiaba relatos, sino Tyrion. Siempre se trataba de Tyrion.
Normalmente, ambos se encontrarían por la tarde junto al arbusto de luceros (a veces agachados para no ser descubiertos, otras refugiándose tras las columnas cercanas). Ella sería recibida con una flor, cada día una diferente (porque las flores no eran más cadáveres y quienes las tomaban no más asesinos; tan sólo un muchacho deseoso de conseguir una sonrisa sincera, tan sólo una muchacha con dicha sonrisa; tan sólo dos personas felices). Aella la tomaría entonces y la colocaría con cuidado entre las trenzas que Nara formaba con su cabello, y tras ello, Tyrion le hablaría de la flor, y Aella escucharía atenta cada palabra, procurando retener los detalles importantes para comentarlos al día siguiente. Tyrion sonreiría igual, porque Aella no pararía de intentar demostrarle que en realidad le importaba él, su pequeño amigo de gran corazón.
Y en su sueño, algo similar ocurría, nada más. Tyrion leía, Aella escuchaba. Nada más. No era que a Aella no le importasen sus sueños, pero usualmente estos eran tan sencillos que apenas lograba recordarlos. A veces sobre Bayezid y Hennes, otras sobre su padre, inclusive Nahid; todos ellos personas con gran relevancia en su vida. Por lo tanto, si Tyrion aparecía ya en sus sueños debía significar algo. Pero, ¿qué era aquello que significaba? Nunca antes le había sucedido algo así con alguien a quien conocía tan poco, y ella quería—necesitaba saber de lo que se trataba. Le había escrito ya a Hennes acerca de su amistad con Tyrion, y únicamente había recibido una contestación a su primera carta, dónde su hermano le decía lo mucho que la extrañaba y lo ansioso que estaba por volver a verla. Aella lo extrañaba igual por supuesto, mas no podía evitar sentirse un tanto culpable porque desde su amistad con Tyrion no lo extrañaba tanto como antes. Roca Casterly le agradó de pronto, con sus playas azules y la brisa que le alborotaba el cabello cuando lo llevaba suelto. Mas ella no era la única que parecía contenta de estar ahí; su padre también lucía complacido de convivir con alguien como Tywin Lannister, y hasta podría decir que su relación con Bayezid iba mejorando. Ambos tenían conversaciones todas las noches antes de dormir, dónde Bayezid le contaba respecto cualquier pequeño instante compartido con Cersei, tumbándose en su cama y suspirando el nombre de la muchacha hasta mezclarlo con bostezos. Aella se había ya acostumbrado a la sonrisa de Bayezid, esa que le ponía los ojos verdes brillantes y los labios rojos por tanto mordisquearlos.
