¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
HAY UN SUEÑO QUE AELLA Y TYRION COMPARTEN, uno que en un mundo distinto es capaz de volverse real y lo cambia todo. En el sueño, muchas conversaciones se tienen, otras se pierden entre la brisa y el sol, y es imposible leer las palabras que nunca se dijeron y aquellos pensamientos que nunca se pensaron porque la luz del sol es tan intensa y nadie es capaz de verlo directamente por más que unos pocos segundos... Pero el resultado es siempre el mismo: hay una gran fiesta en Roca Casterly —o bueno, quizás no exactamente del todo grande, pero sí del tamaño apropiado para la celebración de una boda de alguien tan pequeño de estatura como lo es Tyrion Lannister.
Antes de la ceremonia en el septo, antes de compartir un lugar en la mesa de honor al lado de su esposa, Tyrion vive tantos días felices que no está muy seguro si esa felicidad que debería traerle su matrimonio con Aella está en lo correcto al llegar tan prontamente. Él no ha dejado de sonreír desde el momento que Lord Devon y su propio padre autorizaron dicho compromiso, y su corazón sigue latiendo tan de prisa como cuando se reunió con Aella en el jardín tras ambos conocer la noticia y al ver las estrellas hasta tarde recostados en el creciente pasto (puesto que era ya tarde para hacer una visita a la playa y Tyrion ahora no debía cuidar sólo de su querida amiga, sino de su querida prometida. ¿Cómo iba a arriesgarla a un resfriado sólo por un juego infantil?)—pero a pesar de la sonrisa y el corazón desbocado, Tyrion está aterrado por toda esa repentina felicidad.
