2 ~| y esto también pasará |~

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Sumergida en una profunda decepción estaba. Trataba de salir adelante, peleaba contra mi propia voluntad. Hubo un momento que pensé abandonar todo lo que creía. Tirar a la basura y convertirme realmente en un demonio.

No podía soportar las infamias, las calumnias por mucha fortaleza que mostrará, siempre terminaba golpeada. Era como un gigantesco imán, atrayendo todo lo negativo a mi vida, pero nada de que me alentará.

Fatigada, cansada casi derrotada en el suelo, nació una pequeña luz de esperanza. No tan fuerte pero se hacía notar ante mi fallida fortaleza.

De repente, cuatro jóvenes se paran frente a mi. Eran como los recetaba el doctor, según se dice el dogma por ahí. Uno de ellos me mira fijamente, sonriendo. Sus vestiduras eran formales. Parecían cristianos, pero la advertencia hecha minuto antes, me decía que no.

Una voz a mi oído, tan cálida me advierte no reírme con él, pues me asegura ser un demonio con la misión de derribarnos a las cuatro líderes del ministerio juvenil de la Iglesia.

– No te rías, pues su motivo es destruirte. – Era la voz del Espíritu Santo, hablando a mi oído.

De repente el más alto, el que los lideraba se abalanzó sobre mi, hiriendo mis muslo. Quede sin fuerzas en mis brazos. No podía moverme, la respiración disminuyó, todo estaba pesado.

Nadie me ayudaba, pues lo jóvenes que el señor me mostraba venían muy retrasado, chistiando e ignorando completamente lo que mas adelante yo estaba afrontando.

Me sentía ya débil y sin fuerzas con un terrible miedo que me invadió. A lo lejos alguien grita.

¡Julissa mira a la hermana con dificultad...vamos ayudarla! – Era Julian, unos de los jóvenes en ese momento. Podía observar que no tenían idea de como ayudar.

¡Pide fuego al Padre, fuego descienda del cielo en el nombre de Jesús! – de nuevo la voz del Espíritu Santo. Era como que estuviera ahí conmigo, tan visible instruyéndome en batalla.

Pedí al padre fuego e inmediatamente vi como aquel fuego descendía a una gran velocidad...Increíble! Pero tan real.

Ellos estaban siendo consumido por el fuego de Dios, un fuego que era diferente al que usualmente vemos. Al ver defender el fuego me soltó, pero dejando claro que volvería y esta ves me mataría.

– Ahora dile que viento sople de los cuatro puntos cardinales de la tierra y ni las cenizas quedaran.Me instruyó el espíritu Santo de nuevo.– Lo hice como me fue dicho

Ni el torbellino, ni el huracán ni la tormenta mas fuerte podrá derribarte porque contigo estoy para librarte. Me dijo el Espíritu Santo cuando aquel principado me amenazó.

EN EL SILENCIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora