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  Harrison Clark

  Llegué a mi casa y me recosté en mi cama. Maldita zorra de Shana, me tiene harto. Gruñí cuando alguien tocó la puerta. La abrí y vaya sorpresa al ver a Amber parada muy molesta. Entró sin permiso y me abofeteó.—Eso es por Shana.—volvió a abofetearme.—Esto, por mi auto.—otra bofetada.—Y esta, porque quiero.—Como detesto que me abofeteen, lo odio.

Hasta ahí llegó mi paciencia, puse mis manos por debajo de sus muslos y la cargué en mi hombro. Ella pataleaba y me golpeaba. Salí de la casa y abrí mi auto, la metí detrás y coloqué el seguro de niños. Se metió con la persona equivocada.

—¡Sácame de aquí maldito hijo de puta!—logré escuchar desde fuera. Entré al auto y lo encendí.—¿A dónde me llevas?—intentó abrir las puertas.—¿Qué mierda haces?—gritaba desesperada.

—Te gustará quedarte conmigo un par de semanas, nadie lo sabrá. Podré hacerte todo lo que quiera.—reí al ver su cara de terror.

—¡No por favor!—intentó romper la ventana del auto.—¡Sáquenme de aquí por favor!

—Si me rompes el auto vas a tener problemas.—advertí.

Pude escuchar como sollozaba.

—No llores, ahora no tienes razones para hacerlo, mas tarde las tendrás pero ahora no.—la miré por el espejo retrovisor. Estaba hecha bolita en el asiento.—Será divertido, nos divertiremos bastante.—la miré pícaro.

Detuve el auto al llegar a la cabaña junto al lago. Abrí la puerta y Amber intentó huir de mi. —¡No!—la cargué de nuevo.—¡Suéltame!—pataleaba. Entramos a la casa y la dejé en el sofá.

—Ahora empieza lo bueno.—sonreí.

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Gracias

The Devil in Human FormDonde viven las historias. Descúbrelo ahora