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    Mis pies no cedían, no se movían. Me encontraba petrificada en el mismo lugar con la respiración entrecortada.

  —H-harrison.—le llamé.—Llévame a casa.—le supliqué.—Por favor.—se acercó a mi y me observó con su mirada oscura. No dijo nada, abrió la puerta y salió.

—¿Qué coño esperas?—se cruzó de brazos.—¿una invitación?—rodó los ojos. Salí por la puerta y me subí a su auto. El viaje fue incómodo, el no hablaba y mucho menos yo.

  Llegamos y me bajé sin decir nada. El sonido del claxon del auto me hizo parar en seco.

—¿Qué demonios pasa ahora?—lo enfrenté.

Se bajó de el auto y se acercó a mi.—Te falta algo por hacer.—se cruzó de brazos esperando algo. Negué confundida.

—No comprendo.—Harrison rodó los ojos, seguido de esto habló.

—Gracias Harrison.—imitó mi voz.—Gracias por todo.—volvió a imitarme.

—Primero que nada.—me crucé de brazos.—Yo no hablo así. Y segundo, no tengo nada que agradecerte.-me volteé para abrir la puerta de mi casa pero Harrison me detuvo.

Me aprisionó contra la pared, tomando mis muñecas y posicionándolas encima de mi cabeza.

—De aquí no te vas hasta que me des las gracias.—sonrió pícaro.—Vamos, no es tan difícil Amber.

—No, no lo voy a hacer.—forcejeé.—¡Suéltame maldito!—grité.

—Se te acaba el tiempo Amber.—advirtió.—¿No tienes que ir al hospital a ver a tu hermana?—asentí.—Bueno, dame las gracias y termino con todo esto.

Suspiré.

—G-gracias.—susurré. Harrison me miró extrañado.

—No te oí.—sonríe.—dilo alto y que te escuche.—exigió.

—Gracias.—lo miré a los ojos.—negó.

—Gracias ¿por?—cuestionó. Maldita sea, es que quisiera matarlo. Romperle esa perfecta cara, aplastarlo contra el pavimento. Joder, lo odio.

—Por haberme traído a casa.—acercó su boca a mi oído.

—Ay Amber, no sabes cómo quisiera hacerte mía y que grites mi nombre. Joder, es que me pones.—susurró, seguido de esto dejó un beso en mi cuello y otro en mi mejilla. Me soltó y se volteó para irse.

—P-pero, dijiste que nunca ibas a enamorarte de mi.—lo detuve. Se volteó y me sonrió.

—Eres tan inocente.—reprimió una carcajada.—Se llama deseo, no amor.—dicho esto se subió a su auto.—Ándate con cuidado princesa.—guiñó un ojo.-en cualquier momento puedo hacerte mía.—lo encendió y se fue.

¿Deseo era lo que sentía por mi?

.

Gracias

The Devil in Human FormDonde viven las historias. Descúbrelo ahora