Ha medida que nos alejábamos de San Francisco el grado de destrucción de reducía, se notaba a leguas que esas cosas van a muerte por las ciudades.
Joseph: Gracias
Erika: ¿Por qué me las das?
Joseph: Porque además de salvarme me has puesto al día de todo lo que pasa aquí.
Erika: Han sido solo órdenes, además tenías derecho a saber lo que tú llamas "todo", porque te advierto que existen más problemas a parte de los Zenox
Joseph: ¿Puedo preguntar cuáles?
Erika: Lo vas a tener que averiguar por tí solo.
Nos adentramos en una zona zona muy montañosa a la vez que desértica. Numerosos pedruscos se alzaban en aquella llanura. Erika comenzó ha frenar y descendió cuidadosamente.
Paramos en frente de una de aquellas gigantescas piedras, una de las más grandes de los alrededores.Erika: Baja -Dijo mientras se deshabrochaba el cinturón de seguridad.
La escotilla se abrió, estaba anocheciendo. Al salir de la nave Erika se quedó contemplando aquel monumento de la naturaleza.
Joseph: ¿Qué hacemos aquí?
Erika: Este es el hogar del que te hablé.
Joseph: No parece muy cómodo
Erika: Nunca judges a un libro por su portaba.
Al terminar la frase dio dos pasos hacia delante y golpeó el suelo con sus botas tres veces. Se quedó esperando unos minutos de brazos cruzados.
Joseph: Sigo sin saber porque tengo que vivir en una piedra enorme.
Erika: Cállate de una vez.
De pronto una porción circular del suelo ascendió, haciendo salir lo que parecía un ascensor algo estropeado con forma de cápsula. Erika entró en él sin dudarlo.
Erika: ¿A qué esperas?- Dijo con una sonrisa algo vacilona.
Yo embobado, procedí a entrar al igual que ella. La puerta se cerró causando un estruendo, todo se volvió muy oscuro y claustrofóbico allí dentro.
Erika: En cuánto a esa cosa tuya del brazo, será mejor que lo mantengas oculto.
Yo, un poco estremecido por el consejo, me bajé un poco la manga de la camiseta para así dejar invisible el dispositivo.
El ascensor empezó a descender más rápido de lo que yo creía, tanto, que notaba como mis fluidos se iban depositando en mi cerebro por la velocidad. Las luces se encendieron, no eran muchas, solo una bombilla colgada en el techo por un cable fino, el cuál provocaba que la bombilla diera vueltas y vueltas por el brusco movimiento de la bajada.
Se detuvo.
Erika: Ahora quiero que me sigas y no preguntes nada hasta que yo te diga.
La puerta se abrió nuevamente, dejando ver algo que me dejó simplemente alucinado. Una gigantesca sala con paredes de piedra, todo lleno de armas, tanques, coches...Numerosas personas andaban por allí ,vestidos con monos militares de camuflaje, caminaban en distintas direcciones, entre todo ese material armamentístico. El eco de la sala creaba un constante sonido de murmullos y voces anónimas.