Pinkert: -El plan es simple, pero no debería ser así por la alta gravedad de la situación. Se sabe que la nave capital de los Zenox se dirige hacia California. Nuestra misión es atacar con todo, junto a todos los búnkeres aún funcionales en el país. Los pilotos defenderán los diez AC130 que rodearán la ciudad mientras toda la infantería salta en paracaídas hacia los bordes. En el cielo los bombarderos serán pilotados a control remoto para evitar cualquier baja, ya que seguramente serán derribados, si es que consiguen sobrepasar la frontera, dejarán caer sus bombas sobre las cabezas de nuestros enemigos. Pasemos al objetivo de los soldados, no somos pocos, pero no os confiéis. Por lo que sabemos no son ningún ser vivo poderoso, sino son su exoarmaduras de forma amorfa los que los hacen fuertes, están equipados con un arma que literalmente quema instantáneamente a quien sea, además de una afilada espada de algún tipo de metal muy caliente. Vosotros debéis erradicarlos, si es que sale bien, estarán rodeados y más tarde buscaremos la forma de entrar a su nave nodriza. Espero que haya quedado claro, el mundo depende con nosotros.
Allí íbamos, a una misión suicida que ganaríamos en el supuesto caso de que saldría bien. El interior del avión era oscuro, nadie hablaba, nadie se reía, nadie estaba motivado...teníamos miedo. Los motores se encendieron bruscamente con un fuerte estruendo, el ruido de las hélices impedían que cualquier sonido se escuchara.
Ha pasado más de media hora y la situación sigue igual, hasta ahora, las hélices pasaron a segundo plano cuando una alarma empezó a sonar con una gran luz roja. La escotilla se abrió lentamente, la luz del exterior nos cegó, ya que el sol nos dio de cara en el momento del atardecer. Casi no podía respirar por la altura en la que estábamos. Los paracaídas eran escasos por los que lo teníamos que compartir con otra persona, mi acompañante fue Sophie que, con prisa nos abrochamos la mochila. Los demás empezaron a saltar. Derek se despidió de mi con una reverencia, tan vacilón como siempre.
Sophie: -¿Listo novato?- Preguntó con una sonrisa.
Joseph: -No.
Corrimos y lo hicimos, planeamos cual aves rapaces, las nubes negras dificultaban la vista y yo seguía con problemas para respirar. Todo era muy agobiante, pero a la vez eufórico. Mientras caíamos vimos compañeros sin control, simplemente histéricos retorciéndose y gritando en el aire. También se escuchaban los primeros disparos de los cazas, misiles, ametralladoras y otro sonido diferente, algo que sonaba como "shhhhh", no eran armas de nuestro bando.
El aterrizaje fue duro, Sophie apenas sabe manejar un paracaídas y por ello chocamos contra las famosas letras de Hollywood, que ironía. Tardamos un poco en recuperarnos del golpe pero nada más poder levantarnos, el paisaje era increíble a la vez que aterrador. No había visto tantos aviones juntos en mi vida, muchos cayeron por esas naves espaciales igualitas a la que me persiguió en San Francisco. Los que estábamos en Tierra observábamos nerviosos a ver si algún bombardero lograba soltar la carga en territorio enemigo y ya ves si lo consiguieron...más de cinco consiguieron hacer volar bastantes alienígenas. Todo el mundo gritaba de alegría desde lejos, era el momento perfecto para atacar. Ahora nos tocaba a nosotros.
Había un problema, demasiados soldados y ninguno de ellos era mi escuadrón. Sophie y yo nos íbamos adentrando en la ciudad cada vez más y más. Conforme avanzaba todo se iba tornando más oscuro y tétrico. Los edificios y casas estaban literalmente negros, cubiertos de ceniza, las cuales flotaban en forma de partículas en el aire, en las calles abundaban coches en el mismo estado y todo ello completamente en ruinas.
Una de las avenidas daba bastante mala espina, larga, ancha, y llena de silencio. Unos agudos gritos de dolor hicieron eco en ella.
Sophie: -Escondete- me ordenó susurrando.
Esperábamos tras un callejón, lo que fuera ese sonido se acercaba. Sophie se quedó mirando el edificio al otro lado de la calle. Yo también me asomé, ese edificio era un hotel, y en el vestíbulo estaba Shakura, Tom y un soldado bastante mayor de edad. Tom nos vió y ansiosamente abrió la puerta. Sophie le hizo un gesto de que esperara.
El sonido provenía de un niño, unos llantos de dolor y sufrimiento...iba acompañado de uno de ellos, el primero que vi. Eran muy altos, piernas delgadas, cuerpo robusto, encorvados y con alerones y propulsores en sus espaldas. Arrastraba a ese pobre infante agarrándolo del pelo mientras lo miraba con sus cuatro ojos brillantes de color naranja. Recitaba palabras inentendibles. Todo el mundo deseaba actuar, agarrabamos las armas con odio deseando vaciar el cargador sobre esa escoria alienígena. El Zenox cogió del cuello al chico y le apuntó con su arma, el niño lloraba más y más.
Ahí es cuando actuó ese otro soldado del hotel.
Soldado: - ¡DÉJALO HIJO DE PUTA!-
Corrió hacia él mientras disparaba su M16. Este soltó al chaval y gritó también, de su brazo sacó esa espada desintegrante de la que habló Pinkert y la clavó sobre el estómago del marine sin piedad. Este aún así no soltó su arma de fuego y comenzó a dispararle en la cara también sin piedad. Ambos cayeron al suelo muertos, dos sangres de distintos mundos mezclándose en un solo charco.
Todos los presentes estábamos aludidos por la situación, no sabíamos que podrían llegar a ser tan crueles y lo más importante, un hombre había muerto por salvar a un niño, el cual se fue corriendo en dirección contraria. Arrastramos el cadáver del alienígena hacia una de las habitaciones. El sitio estaba lleno de polvo, las paredes arañadas y algunas agujereadas, también se veía alguna que otra rata correr por allí.
Sophie: -¿Sabéis dónde está Derek?
Tom: -Ni idea, dónde caí había muchas personas pero ninguna Derek.
Sophie: -Muy bien, pues...vamos a ver qué esconde este cabrón.
Joseph: -Le han hecho falta bastantes disparos en la cabeza para morir.
Sophie: -Pero ha quedado irreconocible.
Su sangre era de de un color morado oscuro y bastante más líquida que la humana, lo que hacía que se esparciera rápidamente por el suelo. Tom cogió su cuchillo y comenzó a abrirle el pecho desmontando las piezas de su armadura gris. Bajo esa dura protección se hayaba una piel pálida, áspera. Un ser delgado y pequeño era su portador, no le pudimos ver la cara lógicamente por los disparos pero como nos advirtió Pinkert solo eran poderosos por su tecnología.
Tom: -¿Estas cosas están jodiendo el mundo?
Sophie: -Desde luego esta mierdecilla no intimida.
El Walkie Talkie de Sophie comenzó a emitir una interferencia, alguien intentaba comunicarse con nosotros.