Parte 2.

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—Pensé que no habías visto mi nota —me sonrió cuando llegue a su auto. —. Tus ojos son una obra de arte.

Sonreí, que bobo y que boba yo.

—Para alguien que le guste lo común, me supongo.

—¿Por que piensas que son comunes?

—Son verdes y sin chiste. No veo la obra de arte en eso.

El se recostó de la puerta del copiloto y cruzó los brazos en su pecho, haciendo que sus músculos se marcarán en el abrigo negro que llevaba sobre el traje elegante y en sus ojos se reflejaron unos destellos asombrosos, me miraba como si estuviera viendo una presa.

 Pobre gatito que se comió el tigre de mi tía.

—No son solo verdes — me miró más de cerca aunque estaba separado de mi. —. Son verdes claros y tienen una hermosa mancha amarilla que no sé cómo explicar, tienden a ponerse un poco más oscuros cuando sonríes y tu nariz se arruga.

Me quedé anonadada.

—Y tú tienes una vista fascinante, ¿que tienes? ¿Lentes de contacto con menos cinco?

Soltó una carcajada.

—Solo me gusta lo que veo.

—Así que eres más detallista cuando te gustan unos ojos verdes sin gracia.

—Si, podría decirse. ¿Que quieres comer? —preguntó incorporándose y abriendo la puerta para mi.

¿Y que iba a saber yo? El me estaba invitando.

—No lo sé. Cualquier cosa está bien.

Sonreí entrando al BMW que tenía asientos de cuero negro y su tablero era una maravilla, esto jamás iba a pasar en Kansas.

—Bien, iremos a un sitio donde cocinan maravillosas hamburguesas. —me dijo cuando había entrado al auto y había puesto en marcha el motor.

—¿A McDonalds? No creo que otra parte esté abierto a esta hora, son las tres de la mañana. —respondí. El auto ya se estaba deslizando como un leopardo en la avenida.

—Cariño, ¿eres nueva? ¡Está ciudad no duerme! — me respondió con la voz, si hubiera sido posible, más ronca.


¿Pero qué hacía un tipo que parecía lo suficiente rico para comprar una hora con una prostituta llevándome a comer?

— Háblame de ti, Señorita Alana sin apellido.

Me abracé a mi misma y mire al frente. Pensando de mi vida, ¿qué podría decirle? No podía inventar una mentira, no quería.

—Tengo veintidós años, soy de Kansas y vivo con la que sería mi mejor amiga.

—¿Cómo son tus padres? ¿Tienes hermanos?

Lo mire, iba con la vista fija al frente y la cicatriz en su mejilla ahora me parecía sexy. Sé que la pregunta era repetida pero ¿por qué se interesaba en mi?

—Responde tú primero.

Me miró y sonrió. Regresó su mirada al camino.

—En unas semanas cumplo treinta, soy de un  pueblo de Idaho y vivo solo.

Inclinó la cabeza a mi dirección aún con la vista fija en el camino.

—Mis padres son granjeros y si, tengo un hermano mayor, se llama Kenneth.

—Pues mi padre es doctor y mi madre es ama de casa, tengo un hermano y una hermana, Ethan
e Ivy.

—¿Y como te llamas tú? —felicidades Alana, estabas en un auto con un tipo desconocidisimo.

Mr. Dex and IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora