Parte 7

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El servicio de la cabaña estaba al cargo del señor Marty Odom, quien era un tierno anciano que tenía el cabello de color gris y dos ojos azules, debo admitir que la primera vez que lo vi me había asustado, pensé que la casa estaba totalmente vacía, Marty me había dicho que Einar había salido a casa de sus padres y que el con gusto me podía mostrar nuestra habitación para que pudiera descansar mejor, acepte cuando me di cuenta que el sueño podía más que el hambre que sentía.

La habitación quedaba arriba y era lo único además de un baño que tenía el piso, los ventanales eran iguales a los del piso de abajo y el techo era tan alto que me daba vértigo, la cama estaba vestida con unas costosas sábanas de satén gris y el piso era de porcelana blanca, ese día dormí sin preocuparme por más nada, tenía tanto tiempo que no dormía así, sin preocuparme de nada más que del frío. El día siguiente desperté sintiéndome usada, no entendía el sentimiento que oprimía mi pecho, quería llorar y matar a Einar que no había llegado a dormir y una parte de mi daba las gracias.

—Señora, ¿se le ofrece algo que comer?

Me preguntó Marty cuando me lo encontré en la puerta de la habitación. Negué con la cabeza.

—Lo que usted quiera darme, lo acepto. —le sonreí, Marty no era una persona habladora, eran las dos de la tarde y el sol se escondía detrás de las montañas.

Cuando Marty me llamó para ir a comer baje las escaleras tan rápido que mi corazón bombeaba sangre a mil por hora, el anciano me llevó a unas escaleras que daban a la cocina, era muy bonita y estaba debajo de toda la estructura de la casa, era diferente a la de Los Ángeles. En el mesón de madera había un plato con una pechuga de pollo y vegetales.

—¿Usted no va a  comer? — le pregunte a Marty, cuando el estaba exprimiendo unas naranjas , el asintió.

Después de haber comido subí nuevamente a la sala, el sol se escondía detrás de unas nubes que parecían pesadas, el paisaje que tenía afuera era simplemente perfecto, suspiré, Einar no había llegado y yo no me iba a quedar a esperar, corrí arriba y busque mi maleta.

No estaba. 

Me metí al baño y al lado había una puerta que daba a un closet del tamaño del granero. Ahí estaba mi maleta pero mi ropa estaba colgada en ganchos (mi poquita y vieja ropa) al lado de las de Einar, había de todo, tome un abrigo de Einar que estaba pequeño y una camiseta y un pantalón que me parecían bien para el frío.

Estuve lista en pocos minutos, me moví muy rápido, quería salir de la casa, no me quería encontrar a Einar, no todavía.

¿Por qué no? Vas a soportarlo hasta que te lleve de vuelta.

Ag, cállate.

Bajé las escaleras con cuidado, en la sala no había nadie, y desde las escaleras que daban a la cocina se escuchaba una clásica pieza de Jazz, corrí a la puerta y al fin salí al frío de Idaho, no sabía en qué ciudad estaba y me inquietaba, aún así camine rápido por el camino donde Einar se había metido para llegar a la casa, llegue a una carretera donde no pasaba ni un auto. Estaba aislada. 

Einar me tenía aislada.

Camine a un aviso de tránsito. A lo lejos venía una camioneta ranchera de color azul, sin ninguna pena, y era que necesitaba su ayuda, estire mi brazo para que se parara. Por suerte lo hizo.

—¿a donde se dirige? — pregunte, la nariz se me congelaba.

—Pues no creo que llegue muy lejos, el único pueblo que queda cerca es SunValley allá me dirijo.

Vi al conductor, era un hombre de treinta y tantos años, blanco como la leche y con los ojos azules. Me encogí de hombros.

—¿Me lleva con usted?

Mr. Dex and IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora