Depresión

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Sayoko miro el infinito, estaba desesperada nunca era fácil ser la hija de un dios y menos del dios de la guerra siempre se esperan cosas grandiosas de ti. Clarisse le había dicho bastantes veces que era una inútil, que no merecía ser reconocida por Ares.

Tal vez lo mejor sería dejar de respirar, observo el suelo, se preguntaba por décima vez si caía de esa altura lograría dejar de existir, sería tan fácil arrojarse, pero no estaba segura que hubiera escalado lo suficiente en ese árbol, a lo mucho se rompería una pierna.

- ¿Qué piensas hacer Sayoko? - el hijo de Hades apareció de repente por las sombras, dejara de ser tan intimidante, pero ella no le importaba mucho ahora, en algún momento le tuvo miedo, y estaba celosa. ella estaba enamorada de Will Solance, pero cuando se hizo público su amor, solo sintió una punzada en su corazón de que sirvió todos esos intentos de acercase al rubio que la notara.

De nada sirvió, ella se quedó sola, después de todo no se podía molestar con el pelinegro porque de cierta manera ella nunca ganaría, ella solo era una de las peores semidiosas del lugar no tenía ninguna digna mención, su madre se suicidó al saber que su padre nunca regresaría, su hermano mortal la hecho para quedarse con su dinero, sus abuelos nunca la quisieron al ser una bastarda, y su padrastro era el único que le tenía lastima, pero no podía lidiar con eso, escapo cuando tenía 10 y ahora que tenía 15 sabía que nunca seria ni la mitad de lo que eran los demás, estaba rota. Tan rota como para ser reparada, pensó que la amabilidad del hijo de Apolo era amor, pero no solo era como el resto lastima, nunca podría estar con alguien, nunca seria alguien, nunca sería algo para empezar.

- ¿En verdad te interesa? - sus ojos buscaron los contrarios, observo como el pelinegro se sentó a su lado en esa frágil rama, escucho el crujido bajo el peso de ambos, pero no le importo de alguna manera sabía que el chico no le pasaría algo, parecía indestructible.

Nico Di angelo, semidiós venido de Italia, historia trágica como la mayoría, como todos los demás bastardo que viven ahí, todos y cada uno les ha ido de la mierda en la vida, sabía que las moiras se pasaron con él, ver todo lo que vivió debería ser un infierno, Sayo sabía que su historia no se podía ni comparar, pero ella y casi toda su familia era propensa a la depresión, aun se preguntaba qué diablos le vio Ares a su madre, una mujer enferma de soledad, ni siquiera era amante de las guerras, solo era una mujer que estaba tan desequilibrada como ella. Tan rota desde siempre.

Había empezado hablar con el pelinegro al ver que Will era su "amigo" quería llamar su intención, quería ser notada, pero llego un momento adonde se dio cuenta que Nico no solo era un medio, era una persona con fortalezas y debilidades, que le gustara o no se había ganado algo de cariño de su parte, y sabía que para ese chico le había dejado algo, sino no estaría ahí, buscándola incluso cuando regreso a el lugar adonde empezó todo, la casa de sus abuelos, adonde vivió con esa enferma mujer, y con esos seres despreciables.

-Esa era tu casa- Sayo miro la mansión adonde había crecido junto a esos seres, su abuela le pegaba cuando podía, su abuelo la humillaba, era tratada como si fuera peor que una plaga, pero su madre siempre le hablaba diciendo que algún día su padre vendría por ella, que su padre era tan fuerte y bueno que no las dejaría sufrir de nuevo

-Sí. Esa era la casa de mi madre. - Su madre siempre llenándole la cabeza de falsas esperanzas, siempre espero hasta que se dio cuenta que eso nunca pasaría, no conocía a esa persona y hubiera preferido siempre quedarse con los de Hermes.

-Sayo- le escucho decir, pero solo podía ver a esas personas ser felices atreves e ese cristal, su hermano abrazaba a una mujer y sus abuelos parecían felices al verlos. - Regresa conmigo- Sayo no quería moverse, la tristeza siempre la seguiría.

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