La apuesta

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Caro estaba acostada mirando el techo.

Su madre le había prohibido salir.

¿Y porque? ¡Todo porque tuvieron que pagar el tratamiento del mesero y arreglar la cocina del restaurante!

Ah y también tiene la entrada prohibida del restaurante.

¡Y todo era culpa del alient!

Se dio vuelta y tomo el libro que estaba leyendo esa semana: Las ventajas de ser invisible cuando la puerta de su cuarto se abrió.

-¿Qué no tocas?-le pregunto malhumorada al rubio que estaba frente a ella.

-¿Qué? Esta es mi casa también.

-Sí pero no tú cuarto.-le contesto molesta- ¿Qué quieres?

Agustín se sentó en la silla de su escritorio y sonrío.

-Pensé que, ya que ambos estamos castigados, podríamos hacerlo un poco más interesante.

-¿Interesante?

No se le ocurría ninguna manera de que un castigo resulte interesante. Bueno sí.

Pero ninguna idea era buena.

-Escucha-dijo él- ¿No te gustaría jugar a las apuestas? Como en detención.

-No saldré contigo-negó rotundamente Carolina.

-No pensaba invitarte-replico él encogiéndose de hombros logrando de que Caro se avergonzara- Hablo de hacerlo mucho más interesante.

Agustín se levanto y se acerco a ella con una gran sonrisa en su rostro.

-Podemos apostar la libertad.

-¿Libertad? ¡No somos esclavos!

Sinceramente no entendía a donde quería llegar.

-Ya sé que no lo somos ahora. Pero podemos apostar esto: si yo ganó, tú serás mi esclava durante un mes. Y si tu ganas yo seré él tuyo.

-¿Tú serás mi esclavo?-repitió incrédula.

-Ajá-asintió él- pero las reglas de los esclavos son fáciles: si quiero que hagas algo lo harás a la hora que a mí se me antoje y donde yo quiera… ¿bien?

-¿Lo mismo para ti, no?

-Sí.

Caro lo pensó unos instantes… ¡Tener al alient como esclavo! ¡Lo mejor del mundo!

-Acepto. –dijo con seguridad.

Y con esa simple palabra había condenado su vida.

-¡No puedo creer que aceptaras! –le dijo Lucia sorprendida.

-¡Pero yo no tenía idea en que íbamos a hacer!-suspiro Caro mirando el piso enojada.

Era  lunes y ella estaba en el recreo junto con sus tres amigas y Matias, quien no se despegaba de Meli. Luego de decirles todo lo que sucedió aquel sábado cuando regreso y el domingo que lo siguió. Esos dos días parecían competir en cual era peor.

Flashback.

-¡Esto no era lo que acordamos!

Estaban en la pista de carreras. Joe era el dueño de un taller de autos de carrera, y Agustín era corredor de una de las empresas que los patrocinaba.

Genial, su madre no le había dicho ni siquiera en que trabajaba el hombre que estaba durmiendo tranquilamente en su casa y que en el futuro (esperemos que muy lejano) se convertiría en su padrastro

¿Por que a mi?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora