{NARRA AURORA}
¿El amor flota en el aire?
Había caído con él sobre la cama, entre risas, hasta que la situación fue tornándose seria e incómoda, lo miré con detenimiento a los ojos, él se había quedado muy callado y quieto. Y temí que me rechazara.
—¿Max? ¿Por qué te detenés?
—Aurora, no quiero que mezclemos las cosas.
—¿A qué te referís?
—No quiero que luego nos arrepintamos.
—No lo vamos a hacer. Quiero esto, sino, te diría: Max, ni se te ocurra avanzar más de la cuenta —le dije riéndome, lo que él rio conmigo.
Volvió a besarme, esta vez con ansias y mucho amor. Y cada minuto que pasaba, nuestros cuerpos iban dejándose la ropa sobre el piso de la habitación de hotel. La noche era maravillosa y con él había sido algo que no podía haber explicado nunca con palabras, solo con sentimientos, y con Max estaba sintiendo algo fuerte. En pocas palabras, me había enamorado por completo de él. Y no me había arrepentido haber intimidado con él, luego de casarnos.
La noche, dio paso a la mañana, me desperté y sentí una de sus manos alrededor de mi cintura, cálida y pesada, ni siquiera intenté moverme, me encantaba estar así junto a él, y sonreí cuando recordé la noche anterior, había sido muy dulce y tierno conmigo.
Solo esperaba que las cosas se solucionaran pronto, sin irse de las manos demasiado lejos. Y que nuestros padres no tomaran a mal lo que habíamos hecho tan repentinamente.
No había abierto los ojos aún, cuando sentí un par de delicados dedos masculinos acariciar el costado de mi cuello, yendo hacia mi hombro. Su boca rozó mi frente y besó la comisura de mis labios. Abrí los ojos, enfocando la visión y viendo el rostro del hombre que se había convertido en mi marido el día anterior.
—Buenos días, princesa.
—Buenos días —le dije con una sonrisa.
—¿Desayunamos?
—Quiero quedarme un rato más en la cama —le respondí con una nueva sonrisa.
Lo abracé por su cuello, y le di un beso, ninguno de los dos pudo frenarse y terminamos amándonos nuevamente. Alrededor de las diez de la mañana, él pidió el desayuno en la habitación, mientras yo seguía recostada. Me levanté cuando vi que preparaba la mesa para desayunar, y de inmediato me enrollé en la sábana al cuerpo. Me senté frente a él, y nos dispusimos a desayunar.
Me sentía un poco avergonzada, pero intuía que era normal, me había quedado literalmente callada, y enfocando la vista en la mesa menos en su rostro. Max no me hacía pensar claramente cuando intimidábamos, y eso me hacía sentir un poco incómoda, porque en la normalidad razonaba, y al recordar lo que habíamos hecho dos veces, hacía que mis mejillas se tornaran más rosas y ardieran de vergüenza.
—¿Aurora? ¿Qué tienes?
—¿Qué? —le pregunté levantando la vista hacia él.
—¿Te arrepientes de lo que hemos hecho?
—No —le respondí y sentí mis mejillas arder.
—¿Entonces?
—Perdón, me siento un poco avergonzada. Eso es todo —le dije bebiendo un poco de mi taza de café con leche—. Es normal, lo sé. Solo tengo que acostumbrarme.
—Lo tienes que hacer, si nuestro matrimonio va a funcionar, entonces vas a tener que acostumbrarte.
—Sí, lo sé, Max. ¿Sabés? Creo que sería bueno contarle a mi papá, todo. Quiero decirle que ya sé todo, y que no tiene porqué ocultar más nada.
—No voy a ponerte en riesgos innecesarios.
—Pero no me puedo callar lo que sé.
—Aurora, por el momento es mejor dejar las cosas como están, no quiero que te pase nada. No con lo que ambos sabemos. Solo quiero disfrutar de este día.
—Está bien. ¿Max?
—¿Qué?
—¿Me querés?
—¿Por qué me preguntas eso?
—Porque necesito saberlo, se supone que nuestros padres intentan ponernos en contra para que nos odiemos, pero al principio yo no te aguantaba, pero con el tiempo me fui equivocando.
—¿Y ahora?
—Ahora te quiero.
—Yo también, Aurora.
—¿En serio? —le pregunté incrédula.
—Sí, en serio. Eres con la única persona que aunque esté de malhumor, o cabreado, no puedo enojarme, no me sale enojarme o ser malo contigo. Eres demasiado dulce como para que me enoje contigo, eres como la miel —me dijo y yo volví a sorprenderme, ésta vez demasiado.
—Tengo mi mal carácter, pero me alegro que conmigo no te enojes.
—Lo tienes el mal carácter, pero muy pocas veces te surge, y cuando aparece, me encanta, me gusta mucho cuando te arrebatas, tus ojos se tornan brillantes y hace que tenga muchas ganas de comerte a besos.
—Son muy lindas las cosas que me decís.
—¿Qué te parece si vamos a pasear por la ciudad?
—Bueno. Me parece bien.
Habíamos terminado de desayunar, y nos preparamos para salir a dar un paseo por la ciudad. El tiempo estaba horrible y frío, pero a ninguno de los dos acobardó. Me sujeté del brazo de Max y emprendimos el paseo, el cuál quiso que conozca la gran ciudad de Barcelona. La ciudad era un encanto, bellísima y antigua, Max me compró un copo de azúcar de color rosa, el cuál compartimos. No se veía muy masculino comiendo del copo color rosa, pero al parecer a él, no le importaba mucho tampoco. A medida que las horas pasaban, Max quiso mostrarme toda la ciudad, pero yo le pinché el globo cuando le dije que tenía hambre.
—Max, tengo hambre. ¿Podríamos comer algo?
—Sí, cariño.
Entramos al primer restaurante que vimos en la misma cuadra que estábamos caminando y nos sentamos en una de las mesas disponibles, el ambiente era muy cálido, y froté entre sí, mis manos del frío. Max como todo un caballero, acunó mis manos entre las suyas y me dio calor con su aliento.
—¿Por qué sonríes?
—Me es raro que vos hagas eso de calentar las manos con la boca. Solía hacérmelo yo misma. Pero que lo hagas vos, lo encuentro muy lindo, hasta dulce.
—Ya te he dicho que te voy a proteger y cuidar, y pienso hacerlo hasta con el más mínimo detalle, como esto, el calentarte las manos —me dijo, y se acercó para darme un beso en los labios.
Almorzamos con tranquilidad, y luego de un buen tiempo después, salimos del restaurante satisfechos, apenas estuvimos en la acera, lo que pasó a continuación fue todo muy rápido.
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Dulce Pasión
RomanceLa vida de Max da un giro de 360 grados cuando a su vida entra una desconocida, una joven extranjera de Sudamérica para poner de cabeza todo su mundo. Él intentó no mirarla con deseo, era demasiado joven e inteligente para él. Max nunca imaginó que...