Veinticuatro

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―¿Y cómo es que ya no usas instagram?―grita Romina masticando un nacho en medio de todo el ruido del bar.

―Malas experiencias―respondo no tan alto tomando un sorbo de mi segundo mojito.

Tratando de mirar las estrellas me doy cuenta de que no puedo enfocar ni una sola, supongo que no estoy acostumbrada a tomar alcohol. Y no soy la única: Romi está entonadísima, hablachenta y alegre; en cambio Gabriel está ausente, únicamente tomando de sus cervezas.

―Gabo―llamo. Después de unos segundos él me enfoca con ojos distantes―Si estás aburrido puedes llamar a tu novia, así la conozco de una vez.

Mi mejor amigo me regala una sonrisa triste que no entiendo, y antes de que pueda responderme Romina se adelanta.

―Ah no, nena... Ni te preocupes por él―comenta riendo. Yo me asusto cuando Gabo deja la cerveza en la mesa para apretar los puños―Ni está aburrido ni necesita a esa puta. Toda esa melancolía es por la cobardía y por lo que no tiene, todo lo que quiere está en esta mesa...

―Romina―la interrumpe golpeando la mesa. Yo brinco en mi sitio, no entiendo nada―No hablemos de cobardía, porque tú eres exactamente la misma mierda.

―Es diferente―contesta desafiándolo con la mirada. Yo sigo en shock.

―¿Ah sí? ¿Diferente por qué?―vocifera él levantándose de la mesa. Entonces me mira con ojos vidriosos―Pregúntale... Pregúntale a tu mejor amiga quién es el amor de su vida.

Romina se incorpora de la silla furiosa, ella también se gira a mirarme con amargura.

―Naomi―gruñe chirriando sus dientes―Pregúntale a tu mejor amigo quién demonios es su verdadero amor, la verdadera razón por la cual nunca ha sido feliz, anda. Hazlo.

No entiendo ni mierda, la bebida se me fue a la cabeza y no sé cómo detener la discusión. Pero no era todo, había más... Y no había vuelta atrás.

―Yo te lo contaré de una maldita vez: Romina tiene novia, se llama Berenice, tienen tres meses y le da pavor de contarte―dispara, sin anestesia.

Derramo mi vaso, mi boca se abre. Por dios.

―¡Imbécil! ¡No tenías derecho!―grita golpeando su pecho con los puños―¡Te odio!

Me levanto de la mesa dispuesta a alejarme. No puedo.

―Mimí―susurra Romina―Antes quiero decírtelo, te contaré esa mierda.

―Es suficiente, ya.

―Gabriel está loco por ti, está pudriéndose―chilla en medio de las lágrimas―Te ama y jamás te lo hubiese dicho, porque es un imbécil que cree que no es suficiente.


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Chan, chan, chan.

Jajajaja, admito que me  encanta escribir escenas de drama.


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Besototes, 

Att: Gabriela.

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