Treinta minutos más tarde, Cole Crawford estaba frente a su puerta, junto a Susan Stafford. Susan llevaba una blusa casi del mismo rojo que su pelo y Crawford llevaba vaqueros y una camisa azul celeste. Era un hombre muy alto e interesante, con el cabello castaño oscuro, una sonrisa cegadora y ojos tan verdes como el musgo.
Dylan miró al hombre que estaba en la puerta y se dio cuenta de que se engañaba a sí mismo si creía que sabía algo sobre él. Ver a Cole Crawford en la distancia y oír los cotilleos sobre él no tenía nada que ver con conocerlo personalmente. De cerca, irradiaba encanto personal. Estrecho su mano con la del hombre, y él le sonrió, sus ojos intensamente curiosos y por un momento Dylan se quedó atrapado en la mirada de Cole. Su ceja se arqueo, y la pequeña sonrisa del hombre se convirtió en una verdadera sonrisa. Comenzó a sentir un calor repartido por toda su piel y retiro su mano avergonzado por su reacción.
Dylan consiguió no tartamudear cuando les pidió que pasaran.
— Siéntate, Susan —dijo, señalando el sofá que Janny acaba de aspirar cinco minutos antes—. Usted también, señor Crawford.
— Llámeme Cole —sonrió él, mostrando un hoyuelo en la mejilla izquierda—. Si me llama señor Crawford creeré que se dirige a mi hermano mayor.
— De acuerdo —dijo él, sintiéndose extrañamente incómodo. Aquel hombre lo ponía nervioso, pero no sabía por qué—. ¿Quieren tomar algo?
Dylan se dio cuenta de dos cosas mientras se sentaban en el sofá. La primera que Cole Crawford cojeaba levemente, y podías notarlo si prestabas suficiente atención. No mucho, pero cojeaba y se notaba más en su caso porque tenía un cuerpo fuerte y grácil. También se dio cuenta de su... físico. Mierda. Dylan tuvo que tomar algunas respiraciones profundas, preguntándose por qué se había dado cuenta de que Cole tenia hoyuelos y bonitos labios, por qué se había dado cuenta de que su mano estaba caliente y la forma en la que olía, como a pasto y gasolina. ¿Qué mierda le sucedía?
— El café está recién hecho —sugirió Janny, en su perfecta imitación de una anciana venerable.
— Prefiero no tomar café, gracias —dijo Susan, acomodándose en el sofá—. Me sienta mal.
— Yo no necesito nada, gracias —dijo Cole, observando el collarín que sujetaba el cuello de Dylan. Había dejado su sombrero sobre la mesa y Dylan se fijó en que era nuevo y estaba adornado con una preciosa banda de plata.
Desde luego, con ese sombrero uno se podía poner a limpiar establos.
— Bueno, la verdad es que no sé qué decir. Janny habló con Todd antes de consultar conmigo. No sé si sabe de qué clase de trabajo se trata.
— No lo sé exactamente, pero sé que se trata de caballos, así que no creo que tengamos problemas —sonrió de nuevo, con aquella sonrisa suya—. Se me dan bien los caballos.
Sí, todo el mundo sabía que a Cole Crawford se le daban muy bien los caballos. Dylan se preguntaba cómo se habría gastado el dinero de todos los premios que había ganado. En realidad, debía de haber sido una pequeña fortuna. ¿Sería jugador? ¿Mujeriego? A aquel vaquero no le haría ninguna falta pagar por una mujer, aunque eso último lo dudaba, había escuchado ciertos rumores de que él no era un hombre de mujeres, aunque ciertamente nunca se había probado nada. Pero la gente del rodeo tenía la costumbre de gastarse el dinero con cualquiera que les prestara atención.
— Estoy seguro de que se le dan bien los caballos, pero yo necesito a alguien que haga el trabajo sucio, no la parte divertida. Limpiar los establos, dar de comer a los caballos, llevarlos y traerlos de los pastos y, seguramente, ocupar mi sitio los lunes y los viernes. Soy profesor de equitación.
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Siempre
RomanceCole Crawford es el tipo de hombre que no se queda en ningún lugar... o con un solo hombre.