-¿Qué te parece si te acomodas y luego te explicamos todo?- pregunta la mujer pelirroja.- Casi se me olvida: me llamo Adalia.
Veo que Gael sonríe a Adalia y me quedo mirándolo hasta que se da cuenta y da un respingo.
-Acompáñala, por favor- dice Adalia y señala a una enorme puerta doble hecha en roble con unos relieves dignos de un gran ebanista.
Gael se levanta y me hace un gesto para que lo siga. Me levanto y aparto la silla que tiembla bajo mi mano. Atravesamos la sala hasta llegar hasta la puerta y la abre costosamente.
-Vamos, entra- dice.
Todavía temblando me dirijo al pasillo que sigue a la puerta. A ambos lados del pasillo hay puertas de distintos colores con números asignados y, debajo, algunos nombres con sus respectivos apellidos al lado. Cuando los dos ya estamos en el pasillo la puerta desaparece lentamente detrás de nosotros. Me quedo asombrada mirando a la pared que antes era una enorme entrada de roble y Gael me da un empujón para que siga adelante.
-Pero...¿cómo...?- le pregunto a Gael.
-¿Vas a tardar mucho en acostumbrarte?- dice con desdén, como si tuviera que saberlo todo.
“¿Vas a tardar mucho en mostrar un poco de amabilidad?”, pienso. Miro hacia adelante medio enfadada y me empiezo a preguntar por qué debo hacerles caso. Al fin y al cabo, no conozco a nadie y esto es exactamente lo que mi madre me dijo que no hiciera. Ella me había dicho que ni siquiera podía confiar en mi hermana, supongo que menos debo confiar en un grupo de desconocidos simplemente porque conozcan a Lucía. En realidad, no estoy segura ni de eso. Puede que la hayan oído decir dónde estaba y entonces fueron a buscarme y yo, como una tonta, ni pregunté ni me negué. Entonces, me paro.
-No me pienso mover hasta que me digas dónde está Lucía- digo, desafiante.
Gael se para y se gira. Me mira a los ojos con aires de superioridad y dice:
-Aunque lo supiera, no te lo diría. Probablemente no te lo creerías.
-Me da igual- respondo intentado parecer impasible.
-Vale- dice y me agarra del brazo, arrastrándome de nuevo.
Parece que se cree que soy su saco de patatas personal o algo así. Intento zafarme como puedo de su brazo pero es bastante más fuerte que yo. Empiezo a gritar desesperadamente y me tiro al suelo. No estoy dispuesta a ponérselo tan fácil.
-¿Qué haces?- dice casi gritando y algo enfadado.
-¡Dime dónde está!- grito.
-No lo sé- responde intentando calmarse pero con un tono de voz bastante alto.
-Pues no me muevo- digo aún a riesgo de parecer una niña pequeña.
-Vale, vale...-dice y sonrío complacida-. No sabemos dónde está, la estamos buscando- empiezo a abrir la boca para gritar de nuevo-. ¡Espera! Sabemos dónde estabas tú porque ella nos envió un mensaje. Antes de que lo preguntes, no, no era un mensaje por el móvil. Yo ya no te voy a decir nada más por mucho que grites. Adalia te explicará más. ¿Suficiente?
-¿Tanto te costaba?- digo mientras me levanto. Reanuda la marcha más rápido que antes. Y yo lo sigo detrás, aunque puedo notar perfectamente como intenta reprimir una sonrisa.
Pocos pasos después llegamos a una puerta con el número siete y un solo nombre escrito sin apellidos: “Abril”. Como un flashback viene a mí la imagen de la carta que mi madre me dejó. Me quedo parada ante la puerta al recordar lo que me ha traído aquí. Mi madre nos abandonó, me fui a vivir a Salamanca con una prima desconocida, allí descubrí que soy una especie de bruja, que mi prima también lo es, ella me trajo hasta aquí y ahora no sé dónde está.
Gael me despierta de mi pequeño instante de aletargamiento volviéndome a coger del brazo y llevándome dentro de la habitación. Todo es muy simple: hay una cama individual con una colcha de color caqui y una almohada blanca, una mesilla de roble con una lámpara encima y una puerta que supongo que debe de ser un baño. La sala está iluminada con luz exterior que entra por un ojo de buey. Veo una sombra pasar por la ventana y me giro hacia Gael.
-No te preocupes, desde fuera no se ve nada- dice.
Sobre la cama está mi mochila con el libro de Harry Potter al lado. Corro hacia la cama, rápidamente recojo el libro y lo meto en la mochila. Gael no hace ninguna pregunta aunque dice:
-Si tienes algo que esconder, tendrás que encontrar un lugar mejor que tu mochila.
Acto seguido da media vuelta y sale de la habitación. No sé a qué viene ese consejo pero decido seguirlo. Abro el libro en busca de algo que pueda esconderlo. Paso las hojas hasta llegar a la página del índice, mi dedo se pasea lentamente por todos los títulos hasta que encuentro algo que me puede servir: “Cómo reducir un objeto”. Supongo que así podré llevarlo en el bolsillo.
Vuelvo a pasar las hojas hasta que aparece el título escrito con letras barrocas y comienzo a leer: “Coger el objeto a reducir con una mano. Con la mano libre hacer un círculo en aire hasta acabar señalando el objeto. Decir: ‘Reducir’”. “Parece fácil”, pienso.
Cierro el libro, me levanto y hago un círculo en el aire.
-Reducir- digo.
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Los cuatro elementos
Teen FictionAbril siempre ha sido la invisible, aquella chica en la que nadie se fija hasta que un día la desaparición de su madre la lleva a Salamanca con su hermana mayor. Allí conoce a su prima Lucía quien le abrirá las puertas a un mundo mágico donde tendrá...