Capitulo 16.

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-¡Oh, vamos! ¡No puedo traer todas las colchas yo sola!

-Claro que si, las traes de poco a poco y así no te lastimas.- sonrió sin dientes viendo aun la televisión. Bufe.

-No quiero caminar tanto.

-No vayas por ellas entonces.

-¡Pero tengo frio!- chille estresada. ¿Tanto le cuesta levantarse y ayudarme?, ¿Era necesario que fuera tan cortante?, me quede viéndolo para ver si su raro corazón se ablanda y me ayudaba. Cruce mis brazos a la altura de mi pecho. Espere. Giro la cabeza y me vio. Espere. Aun me veía desde el suelo. Espere aun. Rodo los ojos.

-¡Bien!- gruño haciéndome reír.

Me gire con gracia sobre mis talones y camine a paso rápido hacia mi habitación. Busque en el armario la caja con las sabanas, saque las suficientes para todos y las deje sobre la cama. Harry me miraba desde la puerta esperando alguna indicación.

-Ayúdame a bajar aquellas colchas.- le señale la parte de arriba del armario. El asintió y salió de la habitación. Me quede quieta viendo la puerta. ¿Y ahora porqué se fue? ¿dije algo malo?, camine hacia el pasillo cuando lo vi caminando hacia acá dando graciosos saltitos con una silla en manos tapándole la vista. Sonreí. Me adentre dejándolo pasar, la posiciono cerca del armario y se subió.

Tiene buenas piernas. Muy buenas piernas. ¿Hará ejercicio? Su cadera se deja ver gracias a que estiro los brazos para bajar las colchas. Su espalda se ve trabajada por lo que la playera blanca deja ver. Me permito imaginar su torso desnudo. Mmm Hmm, nada mal. Tiene trasero, uno pequeño y suficientemente bien. Nada comparado con las pompis de globo de Louis.  

-¡Piojo!- me exalté. Estaba ya volteado con 3 colchas en sus manos tapándole la vista, lo cual agradecí enormemente. Me acerque y las tome tambaleándome un poco. Cada uno tomo algunas cosas y salimos de la habitación. Acomode las cosas en el piso donde ya estaban las almohadas.

Acomode mis palmas en mi espalda baja estirándome un poco mientras observaba mi trabajo. Sonrei satisfecha.

Me dirigí a la cocina en busca de algo de café. El estaba ahí comiendo galletas. Las únicas galletas que había en todo el departamento. Galletas que yo había comprado. Galletas que salieron de mi dinero. Galletas que eran de mi propiedad. Mis galletas. MIAS.

Le dedique una mueca mientras lo veía comer cínicamente.

-¿Qué?- cuestionó con la boca llena. Me reiría. Se veía gracioso. Pero veo sus manos triturando despiadadamente mis galletas sin ni siquiera darles un corto remojón en leche. Desgraciado.

-Son mías.

-Ya no más.

-Dámelas.

-Noup.

-Harry, dame las galletas.- negó metiendo el ultimo trozo de la ultima galleta. Apreté los labios. Pase frente a él y encendí la estufa. Busque la leche en el refrigerador ignorando su presencia en la cocina. Serví un poco en una basilla y la puse a hervir. Prepare el resto del café en mi taza mientras esperaba a que estuviera lista.

-¿Harás café?

-Cállate.

-¿Por qué?

-Te comiste mis galletas.- lo escuche reír a mis espaldas. Lo apunte con mi cuchara- ¡no es gracioso! Eran las ultimas que tenia. Llegas y las devoras descaradamente como si nada.

-Mañana te compraré unas, ¿okey?- sonrió divertido. Rodé los ojos y lo ignore.

-Vete de mi cocina, estoy molesta contigo.- su sonrisa se ensancho mientras se recargaba en el refrigerador viéndome. De pronto sentí que la cocina se estaba encogiendo. El aire no me era suficiente.

(Harry)

De alguna forma me sentía mal. Ella tan solo quería entablar una conversación. Y como había sido predicho por Louis, intento crear una amistad comenzando por conocernos.

Al final me deje ablandar un poco con ella. ¿Qué mejor forma de alejarla que hacerla enojar? Y realmente me estaba divirtiendo. Llevarle la contraria es divertido. Verla molesta es divertido. Infla sus mejillas cada que aprieta los labios claramente enojada. Su frente se arruga un poco haciéndola ver tierna.

-Mejor esperare contigo la lechita caliente para pasarme bien las galletas.- sonríe.

-No.- gruño- es mi leche, mía. Aparte, es para café.

-El café no lleva leche querida.

-¡Claro que sí! Y no me digas querida.

-No.- me acerque un paso- el café solo lleva agua.- di otro paso- querida.

-Lleva leche también.- dio un paso atrás- yo lo preparo así… y así me gusta.

-Pero eso no es un café.- recargue mis manos en el mueble que se encontraba detrás de ella, aprisionándola. Me prepare para verla nuevamente enojada. La mire.

Sentí una corriente fría por toda mi espalda, como si me hubiesen colocado un hielo debajo de la playera y lo dejaran escurrir. Mi piel se erizo. Me sentí mal.

Me miraba, sí que lo hacía. Pero no era molestia lo que transmitían sus ojos. Era terror.

Te sostendré por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora