Capitulo 20.

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¡Les pido una enorme disculpa por haber dejado avandonada la novela tanto tiempo!

Pero bueno, ya estoy de vacaciones así que los capitulos seran más frecuentes.

Las quiere, Katia.

-Haber- masajeó su cuello manteniendo la vista hacia adelante.-¿Estás seguro de lo qué dices?

Rodé los ojos.

-¡Que si! ¡Había una fotografía ahí! ¡Era ella, joder!- me recosté en el asiento cerrando los ojos. La cabeza me estaba comenzando a pulsar. Gruñí.

-Si dices que es ella, está bien, te creo.

Y ninguno volvió a hablar. Todo el trayecto al supermercado fue en un cómodo silencio que me ayudo a pensar.

¿Sería posible?, es posible. Es ella. Estoy más que seguro, vi la foto, es inconfundible.

Sentí una punzada de rencor.

Ella me dejo sin explicación. Desapareció de un día para otro, dejándome solo.

Recuerdo haberla buscado en aquella fiesta de fin de curso, había llegado tarde y necesitaba encontrarla para disculparme y hacerle saber que no le quede mal. Ella ya no estaba. Resignado y avergonzado fui a su casa. Su madre me dijo que aún no regresaba, me ofreció quedarme para esperar juntos su regreso. Pero nunca llego. Al día siguiente mientras me despedía de su familia para regresar a mi casa, ella entró como alma que lleva el diablo. Al segundo en que cerró la puerta se desmoronó en el piso soltando un llanto desgarrador el cual alerto a todos ahí. Fui el primero el correr hacia ella. Pero su padre me pidió que me fuera. Sin entender ni renegar así lo hice. Llevándome tatuada la imagen de ella destrozada, la última imagen de ella.

Hasta hoy.

Hice todo lo que estuviera a mi alcance para encontrarla. Deseaba con toda mi alma abrazarla, decirle que todo estaría bien y cuidarla como si de mi vida se tratará. Defenderla. Pero ella desapareció. Sus padres no me quisieron decir nada.

(…)

-Te recuerdo que hoy es el cambio de departamento- trotó con las demás bolsas en mano hacia la camioneta. Lo miré sonreírme pero no conteste. Acomodé las bolsas en la cajuela.

-Créeme que ahora más que nunca lo tengo bien presente- rió encendiendo la camioneta y poniéndola en marcha.

-Será divertido.

-Claro que no.

-¡Claro que sí!

-¿Por qué?

-Porque revivirán viejos tiempos como los buenos mejores amigos que eran- dio un gritito alegre riendo. Le di un puñetazo en el hombro que solo causo más risa en él.

-¡No es gracioso, maldita sea!- se giró a verme sonriente el muy hijo de su… le dedique mi mejor mirada de odio.

-Amigo, no entiendo porque te alarma tanto. ¡Deberías estar que te mueres de la felicidad! No con un humor de adolescente menstruando.

Suspiré.

-Estoy feliz, Louis- murmuré.

-¿Entonces qué rayos te sucede?- lo observé unos segundos mientras entraba al estacionamiento del edificio debatiéndome entre sí decirle o mejor dejarlo para luego. Un brillo extraño apareció en sus ojos mientras se tapaba la boca soltando una carcajada corta.

-¿Ahora qué?

-El pequeño risitos de oro esta sentido porque su princesa se fue cuando le iba a decir que estaba babeando por ella, ¡Ternurita!

-No- rio mientras tomaba algunas bolsas.

-¡Era tan obvio! ¡Te dejo vestido y alborotado!- caminó hacia el elevador mientras yo tomaba las bolsas que restaban.

-¡Cállate!- y sorpresivamente, ya no mencionó palabra alguna por unos minutos.

-Perdón.

-¿Por?- fruncí el ceño. Las puertas se abrieron en nuestro piso. Apresuré el paso. Deje las bolsas y busqué las llaves.

-Porque seguramente se ha de sentir terrible que tu Julieta desapareció el día en que le propondrías casarse y tener muchos nenes con cabeza de arbusto.

-¡Cierra la maldita boca de una vez o te la parto, cabron!- en respuesta solo fue otra risotada que solo lograba cabrearme más.

Te sostendré por siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora