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-Hemos caminado por 2 días, papá. Creo que ya debemos estar cerca- dijo un joven de 14 años a su padre.

-Así es, pasando la siguiente montaña podrás ver el árbol de la alianza, Jeivex- comentó el padre, quien rondaba los 50 años de edad.

Ambos caminantes se dirigían hacia la ciudad de Sutaar por una larga carretera con el objetivo de alistar en el ejército Humano-Ribo al joven Jeivex, quien ya poseía la edad necesaria para ingresar a las filas de la emblemática academia militar "General Olix Terrók".

-Aún nos queda un día de camino a lo mucho; ya es tarde y en un par de horas oscurecerá. Acamparemos más adelante cruzando el puente- comentó el padre a su hijo al darse cuenta que se acercaban a un río. El puente de concreto se veía descuidado en su infraestructura, al parecer llevaba años sin mantenimiento, pero aun resistía el paso de personas y vehículos de poco peso en sus 30 metros de longitud.

El par de viajeros paró antes de empezar a caminar por el puente. Se pusieron serios, luego se miraron el uno al otro. Algo llamó su atención.

-Tomemos agua- dijo el padre a su hijo con una falsa sonrisa. El chico captó el mensaje enseguida y sacó una cantimplora no sin antes quitarse una brillante espada que llevaba a su espalda. Bebió del recipiente y luego se lo pasó a su padre.

-Que sed tenía- dijo el padre después de beber un buen sorbo y quedar satisfecho.

-Bueno. Crucemos- dijo el padre a su hijo guiñándole un ojo.

Mientras avanzaban ya por la mitad del puente un grupo de 8 hombres de lo que parecían ser militares apareció en un extremo del puente obstruyendo el paso de los dos viajeros. Todos estaban armados con armas de fuego.

Jeivex y su padre se detuvieron al ver a los tipos armados, luego voltearon la mirada hacia atrás y esperaron un par de segundos; otro grupo armado de unos 6 hombres apareció al otro extremo. Los viajeros ya se habían percatado de su presencia antes de cruzar el puente.

Uno de los hombres que aparecieron primero se acercó lentamente hacia los caminantes, éste los apuntaba fijamente.

- ¿Son humanos o vexamitas? - preguntó el hombre quien no dejaba de apuntarlos, pues la diferencia entre estas dos razas era nula.

-Vexamitas... y ustedes ¿son soldados o... asaltantes? - preguntó el adulto con un tono desconcertado al ver que los tipos llevaban atuendos militares, pero no uniformes en su totalidad.

- Suelten sus armas y muestren su transformación o abriré fuego- repuso el hombre sin responder a la pregunta.

-Claramente son asaltantes, pero déjenme decirles que no llevamos nada de valor asi que...

- ¡Cállate!!- gritó el hombre armado interrumpiendo al adulto vexamita.- bajen sus armas y muestren su transformación. No lo volveré a repetir- amenazó el tipo armado.

-Está bien amigo, pero solo mi hijo puede transformarse, yo no estoy fusionado- aclaró el adulto sin mostrar ninguna preocupación.

El tipo armado, miró a sus compinches esperando órdenes. Otro tipo armado solo le hizo un ademan de que avanzara con el robo.

- ¡Bien, muchacho, transfórmate! ¿Qué esperas? - ordenó el hombre quien no les quitaba la mira de su ametralladora.

El chico miró a su padre y este asintió con su cabeza. Ambos soltaron las armas; el chico su espada y el adulto un par de dagas que portaba en su cinturón. Luego de eso el chico cerro sus ojos y empezó a concentrarse; su cuerpo comenzó a cambiar tomando una forma diferente y más robusta. Su cabeza se modificó dejando ver un par de antenas idénticas a las de un insecto, de sus antebrazos al hacer puño sobresalieron una tenaza en cada uno por encima de su muñeca la cual media unos 25 cm, de sus piernas no se podía ver mucho debido a su pantalón, pero estas se ensancharon un poco más y dejaban notar un endurecimiento al igual que en el resto de su cuerpo el cual se cubrió de una especie de exoesqueleto sólido.

Mundo GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora