Capítulo 6
Aunque había pretendido levantarse para la cena, Gaby se despertó sólo a la mañana siguiente. Recuperada de las intensas emociones del día anterior, se sentía bastante bien a pesar del hombro adolorido. Se vistió deprisa y se dirigió hacia el vestíbulo justo a tiempo para presenciar el conmovedor reencuentro de Martina con su marido. Roberto lloraba y abrazaba a su esposa, sin sentirse avergonzado de demostrar en público sus emociones. Observándolos, Gaby sintió una pequeña puntada de envidia. James ni siquiera le había dirigido la palabra hasta ese momento. Contradiciendo todas las expectativas, su humor más bien había empeorado y, ahora, él evitaba incluso mirarla.
Disimulando su tristeza, ella correspondió a la sonrisa de Roberto cuando él la saludó con caballerosidad. Había una infinita dulzura y un encanto insuperable en aquel hombre moreno, apuesto, y de estatura media. Aquello bastaba para entender muy bien por qué Martina continuaba tan enamorada de él. A pesar que tenían varios años de matrimonio.
-Es un placer conocerla, signorina -afirmó, estrechándole la mano-.Mi cuñado habla mucho de usted.
-¡Entonces espero, que no se fíe de sus calumnias! -bromeó Gaby, con un poco de amargura.
-Todos los comentarios de James sólo confirman lo que estoy viendo: usted signorina es merecedora de todos sus elogios.
Martina le sonrió con benevolencia.
-James lo superará, Gaby, ten paciencia -le aconsejó. -Fue hace mucho tiempo que él estuvo en el ejercito. Es natural que esté desacostumbrado a este tipo de tensión, ¿no crees? Después de todo, el tiene un oficio tan diferente hoy en día...
-Claro, lo entiendo. Menos mal que todo salió bien y, muy en breve, su vida volverá a la rutina.
-¡Ah, no veo la hora de llegar a casa! ¿Podemos regresar hoy mismo, querido?
-Sólo esperaremos a que el piloto reabastezca el avión... ¡No puedo creer que estemos juntos de nuevo, amore! ¿¡Cómo podría vivir sin ti!?
Roberto la abrazó una vez más y Gaby se preguntó si algún día sería amada de esa manera. James era comprensivo y paciente en el despacho. Sin embargo, apenas ahora lo estaba conociendo en la intimidad. Orgulloso e indómito, jamás amaría a una mujer con tanto ahínco.
-Pasa un tiempo con tu hermano, cara -le aconsejó Roberto a Martina.
-Tal vez pase más de un año hasta que volvamos a verlo... ¡Pero, espero, que sea en circunstancias mucho más agradables!
-¡Ah, lo serán, puede confiar en ello! -le aseguró Gaby.
-¿Por qué no vas con James a Palermo? -la invitó Martina. -Nuestra Villa queda a la orilla del mar. Es un lugar muy bonito, ideal para tener algunos días de descanso.
-¡Me encantaría!
Sería en verdad un bello paseo... Si James la invitara. Pero, por lo visto, ellos jamás volverían a viajar juntos. Les prometió a la pareja una visita sólo para no estropear aquel momento de felicidad.
Martina se acercó a su hermano, que conversaba con Apollo en un rincón del vestíbulo. Cuando él se levantó para abrazarla, Gaby observó su expresión sombría y exhausta. Sólo Martina lograba mitigarle la dura mirada, la boca crispada en permanente tensión.
Aprovechando el momento en que todos estaban distraídos, Gaby fue hasta su habitación a preparar las maletas. También quería volver a la rutina lo más rápido posible. Al llegar a Chicago, seguramente J.D. olvidaría aquel maldito incidente... y también los momentos de abrasadora intimidad. De todas maneras, cualquier cosa sería mejor que el obstinado mutismo de James.
Ya cerraba la maleta, cuando Martina tocó a la puerta y la abrió despacio.
-¿Puedo entrar, Gaby?
-Claro, siéntate. Estoy terminando de empacar mis cosas.
Martina entró y, sentándose en la cama, miró a Gaby llena de simpatía.
-Estás ansiosa por irte de aquí, ¿no es así, Gaby?
-No tenemos nada más que hacer en este lugar. Y una mesa atestada de papeles me espera allá en Chicago.
-¡Y James se está portando como un niño, lastimándote de esa manera!
Gaby se encogió de hombros.
-De un momento a otro se cansará y volverá a la normalidad. No te preocupes Martina. Sé cómo lidiar con él.
-No entiendo por qué mi hermano es tan cabeza dura. Si hubieras visto su expresión cuando quedaste en medio del tiroteo... En toda mi vida, sólo recuerdo haberlo visto así una vez. Fue cuando nuestra madre murió.
-Pero ahora es diferente. Él está enfadado conmigo, si bien es cierto que aún no estoy segura del por qué. No está sufriendo a causa mía.
-No estés tan segura de eso. James no es un hombre muy fácil de lidiar. En estos últimos años, se ha enfrentado a todo tipo de problemas, algunos bastante difíciles. Debido a ello, se volvió amargo y desconfiado. Pero creo que tu puedes traerle algo de paz a su vida... ¡Últimamente cuando me llama, James sólo habla de ti!
Gaby sonrió con tristeza.
-No funcionaría, Martina. No hay lugar para mí en la vida de James y él tampoco tiene cabida en la mía. Tal vez seamos las personas correctas en el momento
equivocado. Creo que lo encontré demasiado tarde... o él me conoció demasiado temprano, no lo sé. De cualquier manera, no existe ningún futuro para nosotros dos... infelizmente.
-Es una lástima Gaby, en especial para James.
-¡Vamos!, no necesitas lamentarlo tanto. Es muy probable que ese interés sea apenas una ilusión de nosotros dos, una fantasía provocada por las circunstancias. Estábamos solos en una situación de peligro y nos apegamos demasiado el uno al otro. Incluso me parece muy extraño que, después de dos años trabajando juntos, ese entusiasmo mutuo haya aparecido justamente en este viaje...
-¡Una vez más, mes estás dando una lección de valentía! Roberto y yo volvemos hoy a Italia, pero prométeme que vas a ir a visitarnos algún día, con o sin James. -Martina se le acercó, en un impulso, abrazó a Gaby, emocionada. -Cuida a James por mí, querida. El aún no se ha dado cuenta, pero te necesita mucho. Si lo quieres de verdad, no desistas por favor. Mi hermano está muy solo...
-Lo sé Martina, pero él mismo optó por esa vida.
-Ni siempre las elecciones son por voluntad propia... Piensa un poco en ello antes de juzgarlo con tanta dureza.
Martina le sonrió y la dejó a solas. Era fácil pedirle condescendencia con James, pensó Gaby, cerrando la maleta. Como su hermana, Martina desempeñaba muy bien su papel al defenderlo. Pero olvidaba que, si ella se sometía a los caprichos de James, jamás tendría una personalidad propia.
Dominante y temperamental, él la asfixiaría, anularía sus aspiraciones, sus sueños. Y no estaba dispuesta a ser un apéndice en su vida, algo que, con el tiempo, se volvía incómodo y necesitaba ser extirpado. Lo amaba demasiado y prefería nunca tenerlo a sufrir el dolor de perderlo algún día.
Angustiada, fue a dar un paseo por el jardín para relajarse un poco. Encontró a Marchal, quien se acercó a ella, sonriente.
-¿Cómo está nuestra heroína? -Y, mirándola con más atención, añadió: -Parece que no muy bien, ¿no es así?
-Todos ustedes son los culpables. Voy a echar de menos esta peripecia y más aún tantos halagos. ¿De ahora en adelante, cómo voy a soportar la monotonía del despacho?
Él soltó una carcajada, deleitado con la dulce reprimenda.
-Yo, en particular, preferiría morir a pasar el resto de mi vida tras un escritorio -afirmó, sonriendo. -Pero Archer se adaptó muy bien a su nuevo estilo de vida. Y algo me dice que tu contribuiste mucho en ello...
-¡Soy inocente, lo juro! ¡Deja de mirarme como si fuera la mujer araña!
-No te culpo por quererlo, Gaby. James se lo merece.
-Tengo serias dudas al respecto...
-Reconozco que él es un poco complejo. Y demasiado orgulloso, perfeccionista, detesta equivocarse... Y que interfieran en sus problemas.
-Ya lo sé, cometí el ―pecado‖ de matar a Colt Denver. ¡Pero yo ni siquiera sabía quién era ese sujeto! Cuando vi que James estaba en peligro, sólo pensé en salvarlo. ¡Y ahora, encima tengo que soportar su mala cara a causa de ello! James ni siquiera me habla, Marchal. ¡Si está tan enfadado, debería abrirse, aunque sólo fuera para discutir!
-Él se asustó demasiado, Gaby. Cuando te vio en medio del fuego cruzado, se puso más blanco que la cera. Además, hace mucho tiempo que él no participa en un combate. Se siente fuera de forma y, con ese incidente, inútil y culpable también.
Gaby se encogió de hombros con indiferencia.
-Pues para mí eso se resume en una sola palabra: machismo. ¡No puedo aceptar ese tipo de sentimiento mezquino!
-Tienes que recordar una cosa, Gaby: James casi murió una vez, también por la mano de Colt Denver. Te has puesto a pensar ¿y si hubiera ocurrido algún accidente contigo? Después de todo fue James quien te trajo hasta aquí.
-Él me contó sobre sus heridas y todo lo demás. Sólo que eso no justifica su comportamiento ahora.
Marchal la miró, sorprendido.
-Él te contó... ¿Todo?
-Todo sobre su pasado como mercenario. Pero yo ya lo sospechaba, sólo necesitaba su confirmación.
-Tenía mis dudas acerca de que James lograra establecerse algún día con una profesión. Él jamás tuvo una compañera, alguien con quien compartir sus problemas y alegrías. Creo que, en buena parte, fue por eso que se mantuvo tanto tiempo en esa vida de aventuras. Estoy seguro que ya habría vuelto... Si no te hubiera conocido. Cualquier ciego puede darse cuenta de lo bien compenetrados que están ustedes dos. Tú eres la mujer correcta para que James construya un futuro... algo que jamás existirá para ninguno de nosotros.
Gaby soltó un suspiro, observando el horizonte azulado por detrás de las montañas, a lo lejos.
-Pues parece que James no está tan seguro de haberse adaptado a una vida sedentaria -afirmó. -Tanto, que desea estar en libertad de regresar a la guerrilla en el momento que le parezca.
-Por eso mismo me siento feliz de que él te haya conocido. Tal vez James no lo sepa, pero ya no hay sitio para él, en la guerrilla.
-Y yo no estoy segura de que tengamos sitio, uno en la vida del otro, Marchal.
-Mi verdadero nombre es... Matthew. Envíame noticias de ustedes de vez en cuando, ¿está bien? Tienes que compartir una parte de esa vida en pareja con los amigos.
-Déjalo estar. Prometo enviarte noticias mías, de James no lo garantizo.
Él sonrió ante la obstinación de Gaby.
-Pues yo sí lo garantizo. Voy incluso a comprarme ropa nueva para esa boda.
Le guiñó un ojo con aire travieso y se alejó, dirigiéndose hacia la parte trasera de la casa. Gaby entró a tiempo de despedirse de Martina y Roberto. Luego, se fue a su habitación, recorriendo lentamente los pasillos silenciosos de la desierta residencia. Desde esa mañana, los componentes del grupo de rescate habían comenzado a desaparecer. No hicieron falta las despedidas para que Gaby percibiera que todos ya habían partido, dejando el país, tan secretamente como habían llegado.
A la hora de la cena, apenas quedaban Marchal, Laremos, James y Gaby en la hacienda. El anfitrión usaba todo su encanto para amenizar la tensión del ambiente en la mesa, pero sin mucho éxito. James aún estaba taciturno y Marchal sólo hablaba con monosílabos. Para no desilusionar a Laremos, Gaby se esforzaba por demostrar naturalidad, contestando las bromas del dueño de la casa.
Para ella, fue un alivio cuando todos dieron por terminada la comida. Los cuatro se dirigieron al vestíbulo y Gaby se volvió hacia James.
-¿Cuándo volvemos a Chicago? -quiso saber.
-Precisamente esta noche.
-Entonces, voy a verificar que todo esté listo. Señor Laremos, le agradezco inmensamente por su acogida. A pesar de todo, fue un placer conocerlos a todos ustedes. Únicamente siento que no hayamos podido visitar las ruinas Mayas.
-Yo también, Gaby. Pero, ¿quién sabe y un día regresas? Entonces, será un placer servirte de guía.
Laremos hizo una leve reverencia con la cabeza y Gaby le sonrió antes de salir del vestíbulo. Fue hasta su habitación y recogió el equipaje rápidamente, ansiosa por librarse del pesado clima entre ella y James.
Minutos después, J.D. entró en la habitación. Aunque había dormido en otro cuarto la noche anterior, sus cosas estaban allí. Sin decir una palabra, comenzó a empacar sus objetos personales y lanzarlos dentro de la maleta sin esconder su impaciencia. De vez en cuando, miraba a Gaby ligeramente mientras ella se retocaba el cabello y la ropa frente al espejo del tocar.
-Pareces haberte divertido mucho en esa... excursión -afirmó con ironía.
Ella se encogió de hombros, calmada.
-Fue una experiencia fascinante, no lo puedo negar.
-¿Fascinante? -explotó, indignado. -¡Sólo una insensata como tú enfrentaría a Colt Denver justo en medio de un fuego cruzado! ¿Qué encuentras de fascinante en haber casi muerto?
-Probablemente lo mismo que tu, cuando eras mercenario. A propósito, tú tenías mi misma edad cuando empezaste en esta profesión, ¿no es así?
-Pero yo necesitaba ese trabajo, ya te lo expliqué. No iba por ahí practicando tiro al blanco con los demás.
-Te olvidas de un pequeño detalle, James: si yo no hubiera disparado, Denver te habría matado.
Él se giró hacia Gaby, pálido por la rabia.
-¡Ah, sí! ¡Seguramente esperas mi eterna gratitud por ello! ¡Tal vez, seas tú quien deba estarme agradecida!
Su tono irónico y mordaz agotó la paciencia de Gaby. Ya estaba harta de su mal humor como para soportar tranquilamente sus confusas insinuaciones.
-¡Vamos! Déjate de una vez de jugar al gato y al ratón, James -propuso con severidad. -Ya estoy bastante crecidita y, además, nunca fui buena con los juegos de palabras, Por lo tanto, habla claro y dime ¿qué es lo que te incomoda?
-No se trata de lo que me incomoda, mi ángel. ¡Pero creo que deberías buscar un medio más seguro de llamar la atención de Laremos! Tu actitud puso en riesgo la vida de todos nosotros, si es que no has dado cuenta de ello...
-¿Llamar la atención de Laremos? ¿Pero, de qué estás hablando?
-¡Vamos, Gaby, no te hagas la ingenua! Como tú misma dijiste, ya estamos bastante creciditos para los juegos de palabras. Sólo un idiota no percibiría las miradas que han estado intercambiándose desde que se conocieron. Durante el viaje del aeropuerto hasta aquí, pasaron todo el tiempo jugando al profesor y la alumna, sin la mínima consideración por mi nerviosismo, además. ¡Sólo Dios sabe el tipo de juegos a los que estuvieron jugando aquí ayer, mientras estaban solos! Me imagino que fue algo de lo más interesante, ya que sólo se dieron cuenta del ataque de los hombres de Denver a última hora...
Esa acusación dejó a Gaby lívida de indignación. ¡Acusarla de ser negligente con sus deberes de radio operadora por mantener un romance con Laremos era demasiado! ¡Justamente a ella, que casi había muerto de ansiedad, sin apartarse de la radio a la espera de noticias, temiendo por la vida de él más de lo que por su propia seguridad!
-Échale la culpa al guardia de Laremos por el descuido, amigo mío -afirmó, con voz temblorosa por la rabia. -Él nos avisó del ataque a última hora. En caso contrario, Laremos habría salvado su casa de la invasión, ¿no crees?
-Laremos te codicia, querida mía, te deseó desde el primer minuto en que te vio. Cambiaría mucho más que una casa por unos instantes de placer...
-¡Cállate! -gritó Gaby, fuera de sí. -¡No te permito dudar de mi manera de proceder! Hice todo como debía, mi conciencia está tranquila. Si no me crees, es tu problema. ¡Sólo ahórrame el tener que oír las porquerías que tienes en la cabeza!
Desorientada, cogió el equipaje y se dispuso a salir de la habitación. Percibiendo su intención, J.D. la alcanzó, sujetándola por los hombros, girándola hacia él.
-Conmigo, siempre adoptas esa pose de santa, ¿no es así, mi ángel? -indagó, lleno de sarcasmo. -Con Laremos, eres toda fuego, toda pasión... Laremos o Diego, como tal vez lo llamas después de...
Gaby perdió el último resquicio de autocontrol y, en un impulso, lo abofeteó con fuerza. Sobresaltado, la soltó y ella intentó de nuevo alcanzar la puerta. Giraba el pomo cuando James la sujetó y la atrajo por la cintura.
-Aprendiste rápido, querida -le murmuró muy cerca al oído para, enseguida proceder a besarla con desesperada voracidad. -A los mercenarios no nos gustan las mujeres cándidas. Preferimos a las salvajes, a las que necesitamos persuadir... ¡Y tú te ves hermosa cuando te enfadas!
Mientras hablaba le acariciaba el cuerpo con toques hábiles, sensuales. Y ya intentaba introducir la mano bajo su camiseta, en busca de sus senos, cuando ella reaccionó, debatiéndose. Pero él la sujetó por los hombros y la volvió hacia sí, presionándola a su cuerpo rígido de excitación y ansiedad.
Y Gaby lo desconoció por completo al encararlo. Había en sus ojos una determinación salvaje mezclada con dolor y mortificación. Por puro instinto, colocó los puños cerrados sobre su pecho y lo empujó lejos de ella, en un intento de liberarse. Sin embargo, James no se movió ni un milímetro, aprisionándola más aún contra su cuerpo, con una sonrisa cínica.
-¿Fue así con Laremos, ayer? -quiso saber. -¡Entonces, él debió haberse vuelto loco! Es más, tú no necesitas hacer nada para trastornar a un hombre. Desde hace dos años siento que enloquezco cada vez que te miro...
Sin darle tiempo a protestar, la besó de nuevo en la boca, sus labios ansiosos presionando los de ella. Enseguida, su lengua penetraba en su boca con voracidad, iniciando una exploración sedienta y, al mismo tiempo, dulce y persuasiva. Le acariciaba los senos con actitud posesiva y convincente, en un aturdido intento de arrastrarla a un torbellino de deseo en el cual ya él naufragaba.
-¡Te deseo tanto! -gimió, mirándola fijamente a los ojos mientras presionaba su cuerpo contra la puerta cerrada. -Hazme el hombre más feliz del mundo...
No podía ser James quien la miraba mientras le subía la camiseta y buscaba sus senos desnudos. Aterrorizada, Gaby no lo reconocía, con su duro semblante, su boca contraída, una palidez mortal. Era inútil seguir luchando, ya que él se excitaba más aún con cada intento que hacía por escapar. Con un sollozo, se abandonó cuando James le besó el seno, provocándole el pezón con una delicada succión.
-Deja que ocurra, mi ángel... Quiero arder contigo hasta el final... Hasta el final...
Succionó sus senos con mayor avidez, arañándole la espalda muy despacio en una caricia provocativa. Gaby contuvo otro sollozo, pero no tenía lágrimas para derramar. Algo dentro de ella había muerto en aquel momento de forma desdichada, irremediable.
-Haz lo que quieras, James, tú eres más fuerte que yo. Pero, por favor, no me pidas que finja.
Gaby escuchaba su propia voz como un eco lejano. Era como si aquella afirmación, fría y determinante viniera de alguna parte de su ser que ella misma desconocía hasta entonces. James también sintió la vibración extraña en el tono de su petición, ya que la miró fijamente a los ojos, intrigado.
-No puedo luchar contra tu fuerza física, sólo me lastimaría a mi misma con ello -afirmó Gaby. -Sólo te pido que te apresures con esto. Quiero salir de este maldito lugar, y olvidar todo este horror.
Perplejo James continuó mirándola, como si no entendiera el sentido exacto de esas palabras. Después, la soltó despacio, algo de dolor y humillación brillaba en el fondo de sus ojos oscuros. Se alejó con una expresión impenetrable en su rostro pálido.
-Arréglate deprisa -le dijo con frialdad mientras cogía la maleta. -Tampoco yo veo la hora de salir de este lugar.
Gaby se apartó de la puerta cuando James se acercó y fue hasta la ventana. Oyó el ruido del pestillo abriéndose para volver a cerrarse enseguida. Y entonces, sólo le quedó un vacío inmenso que le salía del alma hasta contagiar el ambiente.
Mientras se cambiaba de ropa, pensaba en lo que haría al llegar a Chicago. Su primera prevención sería poner la renuncia. No podía trabajar para J.D. después de tantos graves malentendidos. Tal vez el la exonerara de las semanas de preaviso y, con ello, les ahorraría a ambos muchos disgustos. Luego pensaría en cómo enfrentar los gastos más inmediatos mientras encontraba otro empleo.
Minutos después, Gaby salía de la habitación vistiendo un suéter verde y jeans en el mismo tono. Había peinado su cabello con cuidado y sujetado en la nuca en una cola de caballo. El leve maquillaje disimulaba su palidez, pero no así la tristeza en su delicado rostro.
Respiró profundo antes de entrar en la sala. Nadie debía notar cuanto James la había lastimado con su falta de sensibilidad. No le daría el placer de verla llorosa debido a las acusaciones crueles y absurdas que él le había hecho pocos minutos antes. Él sólo merecía su desprecio e indiferencia... Aunque ella aún lo amara, a pesar de todo.
J.D. estaba sentado en un sillón, conversando amigablemente con Laremos. Parecía estar muy relajado, tan diferente al hombre tenso y brusco de pocos minutos antes. Pero eso no la asombraba, pensó Gaby con rabia. Realmente sólo un excelente actor disimularía tan bien su verdadera personalidad durante dos años.
Ella le sonrió a Laremos y lo saludó con una ligera señal de cabeza, ignorando la manera en que James la fusilaba con la mirada. Dejó su maleta en la puerta y bromeó con Marchal antes de salir a la terraza. Necesitaba reunir fuerzas para soportar la presencia de J.D. durante el viaje a Chicago.
-¿Pasó algo malo?
La voz de Marchal interrumpió sus pensamientos. Gaby se volvió hacia él con una sonrisa casual.
-Nada, ¿por qué lo preguntas?
-Porque conozco a James desde hace mucho tiempo. ¿Te encuentras bien?
-¡Cansada de toda esta locura! Creo que sólo estará bien cuando salga de la vida de James de una vez por todas.
-¿¡Entonces, la cosa fue grave!?
-Para mí sí lo fue, muy grave.
-No se conquista a un hombre como James, sin ningún esfuerzo, Gaby.
-¡Pero yo nunca quise conquistarlo! Siempre supe que éramos demasiado diferentes, que una relación entre nosotros dos sería muy difícil. Además, no quiero a ningún hombre en mi vida por el momento y...
-Y aún así, te enamoraste de Archer -la interrumpió Marchal, con una sonrisa comprensiva.
Gaby sonrió también. De nada serviría mentirle a alguien tan experimentado como Marchal. Además de eso, desahogarse le ayudaría a aliviar su sufrimiento.
-Eso pasa -replicó, encogiéndose de hombros.
-¿Por qué no le das un tiempo, Gaby? Para Archer, necesitar a alguien es una experiencia nueva... y sobrecogedora. Él ha vivido solo la mayor parte de su vida, ¿lo has olvidado? Para él, la soledad es sinónimo de libertad.
-¡Pero él no me necesita, Marchal! No me quiere a su lado... Como compañera, ¿entiendes?
-¿Tú qué crees? Eres la mujer ideal para Archer, y él lo sabe. Está luchando contra sus propios sentimientos, pero ya entrará en razón, y volverá a ti.
-Yo no quiero que vuelva. No lo quiero en mi vida y no es cierto que el sienta algo por mí... a no ser deseo. No se construye una relación estable sólo con atracción física.
Marchal sacudió la cabeza con una sonrisa benévola.
-¿Y fue sólo por atracción física que él te contó todo sobre su pasado, y que también te llevaba junto a él para sus actividades secretas? James no confía en nadie, excepto en mí. Ni siquiera Martina conoce todo acerca de su vida.
-Pues él tampoco confía en mí.
-No se trata de eso. Él no confía en Laremos... ni yo confiaría estando en su lugar.
Gaby se tragó su respuesta en seco, ya que James y Laremos llegaron a la terraza. Las despedidas fueron breves y Gaby al poco tiempo entraba en el vehículo de Laremos y se sentaba en el asiento al lado del conductor, ocupado por Marchal. James se acomodó en el asiento de atrás azotando la puerta con fuerza, después de despedirse de Laremos con una señal.
-Regreso en unas horas, jefe -le comunicó Marchal a Laremos antes de arrancar el vehículo.
El viaje hasta el aeropuerto parecía no tener fin. El clima de tensión entre James y Gaby era insoportable. Ni siquiera los esfuerzos de Marchal por mantener una conversación fluida atenuaba el pesado silencio entre los dos.
Fue un alivio para Gaby cuando ocuparon sus asientos en el avión. Sin embargo, la simple presencia de James en el mismo espacio la incomodaba. Mientras fingía concentrarse en la lectura de su romance, pensaba en la convivencia que habían compartido. Momentos felices, repletos de ternura y compañerismo que jamás se repetirían. ¿Cómo viviría de ahí en adelante sin su sonrisa, sus caricias, sus besos? ¿Y cómo podría superar las sospechas infundadas de James?, ¿acaso no tendría la fuerza de dejarlo para siempre?
Después de reflexionar durante todo el viaje, por la mañana desembarcó en Chicago, decidida. No existía otra salida sino la separación definitiva entre ella y James. Luego del lamentable incidente del día anterior, nunca podrían volver a entenderse en el despacho como antes.
Enfrentaron una larga cola de gente para desembarcar el equipaje en la aduana. Exhausta y con los nervios hechos trizas, Gaby aceptó sin discusiones el ofrecimiento de J.D. de llevarla hasta su casa. ¡Al menos, pondrían punto final a aquel viaje de manera civilizada!
Ya tomaban el camino a la ciudad cuando James se volvió hacia ella con aspecto taciturno.
-¿Ya has decidido que vas a hacer de ahora en adelante? -indagó con frialdad.
-Voy a buscar un empleo en el área de computación. Me gusta lidiar con las maquinas, con números...
-Realmente pensé que te gustaba el Derecho. Es una pena desperdiciar el conocimiento que adquiriste en estos dos años.
-Los computadores tienen varias aplicaciones. Hay muchos bufetes de abogados necesitando ese tipo de servicio. Con un poco de suerte, continuaré en la misma área.
-¡Sería una traición trabajar para la competencia! No te basta con... -se interrumpió y encendió un cigarrillo, fingiendo indiferencia. -Bien, es tu vida. El lunes por la mañana tendré que comunicarme con la agencia de empleos y pedirles que envíen algunas candidatas. Y, esta vez, Dick hará las entrevistas...
Ignorando la ironía amarga de su comentario, Gaby miró por la ventana del coche. La ciudad comenzaba a despertar con su agitada confusión de personas y vehículos. La vida continuaba como si nada hubiera ocurrido, y pensar en ello le causaba una sensación insoportable de soledad.
Algunos minutos después, James estacionó el auto delante de su edificio e hizo un ademán de bajarse.
-No te preocupes por el equipaje -afirmó Gaby, abriendo la puerta del vehículo, y ya con el bolso en la mano. -Es liviano, muy bien puedo llevarlo yo sola.
-Como quieras.
Ella bajó y ya se preparaba para cerrar la puerta del automóvil cuando él la llamó.
-Tienes que trabajar durante dos semanas más para cumplir el preaviso -le comunicó con frialdad. -Los problemas personales son aparte, no encontraremos una sustituta a tu altura de un momento a otro. Y no podemos quedarnos sin secretaria ni siquiera por un día.
Gaby consideró aquello como una sórdida venganza. Sentía ganas de golpear a James, pero enseguida se rindió ante lo evidente. Necesitaba encontrar otro empleo y, sin una carta de recomendación, sería imposible. Y, por la expresión determinada de J.D., él sólo le daría el documento luego de esas dos semanas.
-Está bien, señor Brettman -replicó con exagerada cortesía. -Entonces, nos veremos el lunes.
Y, recogiendo su equipaje de la acera, entró en el edificio sin mirar atrás.
ESTÁS LEYENDO
Serie Soldados De La Fortuna
RomansaSerie de soldados de la fortuna en un mismo libro todas las historias #1 Misterio pasado #2 unas locas vacaciones #3 enamorada #4 corazones secuestrados #5 un momento de locura #6 el último mercenario Ojo estas historias no son mías son de auto...