Capítulo Seis
El último día de su estancia no fue en absoluto bienvenido y Dani hizo el equipaje con
una cara muy triste. Había cambiadÜJ sus planes para poder estar con Dutch todas sus
vacaciones, pero, al acabar aquella semana, él le había dicho que tenía un trabajo
esperando y que no podía perder más tiempo. Dani le observó mientras él recogía su
ropa, preguntándose hasta qué punto sería peligroso su trabajo. Un soldado, había dicho,
¿Significaría eso que estaba en la reserva? Seguramente, se dijo. Por eso era por lo que no
le importaba irse á vivir a Greenville.
Ella había pensado mucho en eso, en dejado todo e irse a vivir a Chicago. No le
importaba, aunque echaría de menos .a Harriett y a sus amigas de la librería. Le habría
seguido a cualquier sitio. Cuando se dio cuenta del poco tiempo que habían pasado
juntos, casi no pudo creer que tantas cosas hubieran sucedido y tan rápidamente. Parecía
que había transcurrido toda una vida desde que aquel gigante rubio se había sentado junto
a ella en el avión. Y ahora era su marido. Un marido del que sabía muy poco.
-¿Estás lista? -le preguntó él.
-Sí -contestó Dani, llevando sus dos bolsas de viaje junto a la puerta, donde ya estaban las
de Dutch.
-Tú y tus libros --dijo él, riendo, al ver la bolsa pequeña-. Bueno, al menos ya conoces a
fondo el tema del que tratan.
Ella se sonrojó al recordar sus noches apasionadas.
-En efecto, señor van Meer.
-¿No te arrepientes, Dani?
-Ni aunque éste fuera el último día de mi vida-repuso ella-. ¿Y tú?
-Lo único que lamento es que no nos hayamos conocido antes. Me alegro de que nos
hayamos encontrado.
Consultó el reloj y añadió:
-Será mejor que nos demos prisa o vamos a perder el avión.
Dutch había hecho las reservas para los dos y había pedido asientos contiguos. Dani se
sentó a su lado, mirándole con adoración. Era tan guapo... y suyo. Harriett no iba a
creérselo.
Dutch la miró, sintiéndose todavía asombrado de tener una esposa. J. D y Gabby se iban a
quedar boquiabiertos, pensó. Y Apollo y First, Semson, Draga y Laremos. Dutch, casado.
Era increíble hasta para él. Pero se sentía bien. .
Seguramente era el influjo de Gabby, reconoció. Había oído hablar tanto de ella a J.D,
incluso antes de conocerla, que algunos de sus viejos prejuicios contra las mujeres habían
perdido virulencia. No mucho, pero algo sí. Gabby había atravesado una selva infestada
de comandos por J.D., e incluso había arriesgado su vida por salvarle de una bala. ¿Haría
Dani algo' así por él? ¿Realmente poseía el carácter decidido que él percibía bajo
aquel aire de timidez? ¿Cómo reaccionaría cuando supiese la verdad sobre él? Eso no le
había preocupado durante los últimos días, pero ahora sí. Y mucho, Miró la bolsa de
novelas que Dani llevaba bajo el asiento y sus labios se fruncieron en una sonrisa
despectiva. Pensó en lo cercanas a la ficción que podían parecerle algunas de sus
misiones.
-Bueno, no todos podemos conseguir el Amazonas -murmuró Dani al advertir cómo
miraba los libros.
-¿Qué? -preguntó él, sonriendo.
,-Estabas mirando mis novelas con aire despectivo. Y, si te crees que son sólo tonterías,
puedes llevarte una sorpresa.
Cogió una de las novelas, en cuya portada aparecía un hombre con un arma automática. A
su lado había una mujer y al fondo se veía la selva.
Dutch parpadeó. Cogió el libro y leyó la contraportada. La novela trataba de un fotógrafo
de prensa que se veía atrapado en un país de América Central durante una revolución.
-¿A que no era lo que te esperabas? -No.
Dani le quitó el libro y lo volvió a guardar en la bolsa.
-La mayoría de las personas somos unos aventureros en el fondo, ya sabes. Y las mujeres
lo mismo que los hombres. Te quedarías asombrado si supieras cuántos de mis clientes
sueñan con verse atrapados en una revolución.
-¿Has visto morir a alguien alguna vez, Dani? -le preguntó él secamente.
-Claro que no -repuso ella, extrañada por la frialdad de su tono.
-Entonces no tengas tantas ganas de meter la nariz en los golpes de estado de otros países.
No es nada divertido.
Metió la mano en el bolsillo para coger un cigarro y entonces se fijó en que la luz de no
fumar continuaba encendida. Recordó, además, que había elegido un asiento en la
sección de no fumadores para estar junto a Dani, que no fumaba. Masculló algo para sus
adentros.
-¿Y tú? -preguntó ella-. ¿Has metido la nariz en un golpe de estado de otro país?
-Eso es algo que no debe preocuparte -replicó Dutch, suavizando sus palabras con una
sonrisa.
Dani se volvió a mirar por la ventana sin...decir nada.-Se sentía inquieta, pero trató de
tranquilizarse. Dutch era ahora su marido. Tenía que aprender a no disgustarle. Se
arrellanó en el asiento y cerró los ojos. Se esforzó por convencerse de que se estaba
preocupando sin necesidad. Seguro que ,no había nada turbio en el pasado de Dutch.
Alguien que estaba sentado delante de ellos llamó a la azafata. Dani decidió dormir un
poco, ya que aquél iba a ser un viaje muy largo. Habían acordado ir a Greenville unos
días y luego decidir quién se cambiaba de casa de los dos. Dutch quería ver el sitio donde
ella vivía, conocer a su amiga Harriett y echarle un vistazo a la librería. A Dani le había
halagado su interés.
De pronto oyó gritar a alguien. Abrió los ojos y vio que un hombre de aspecto extranjero
tenía sujeta a la azafata y sostenía junto a su cuello una jeringa. Otro hombre, que había
estado sentado junto a él, se dirigió a la cabina del piloto.
-. Se oyó un grito y salió el copiloto. Al ver lo que sucedía, palideció.
-Sí; por lo que veo, dice la verdad -gritó por la puerta de la cabina.
De pronto oyeron por el altavoz que hablaba el capitán del avión.
"'-Señoras y señores, les habla el capitán Hall -les dijo en un tono engañosamente
tranquilo--: El avión va a desviarse a Cuba: Por favor, permanezcan tranquilos y hagan
exactamente lo que se les diga. Gracias.
El hombre que había entrado en la cabina, salió otra vez al pasillo y dijo por el
micrófono:
-No queremos hacer daño a nadie. La jeringa que mi amigo tiene en la mano está llena
de ácido Clorhídrico. .
Se oyeron murmullos de inquietud entre los pasajeros, sobre todo cuando el hombre que
sujetaba a la azafata dejó caer una gota de la jeringa en un asiento. En el sitio donde había
caído la tela pareció arder.
-Así que, por el bien de esta señorita: -continuó el hombre-, por favor, permanezcan
tranquilos. Nadie sufrirá daño alguno a menos que sea necesario.
Volvió a colocar el micrófono en su sitio y entró en la cabina. El hombre de la jeringa se
llevó a la azafata con él. Los pasajeros hablaban entre ellos, llenos de inquietud. -Son
profesionales -dijo Dutch-. Deben necesitar salir del país a toda prisa.
-¿ y quiénes serán? -preguntó Dani.
-Ni idea.
-Pero no se atreverán a utilizar el ácido, ¿verdad?
-¡Por supuesto que sí!
Dani palideció. Volvió la cabeza y vio que la azafata seguía en manos de aquel hombre.
-¿ y no puede hacer algo el capitán?
-Claro -repuso Dutch, arrellanándose en el asiento y cerrando los ojos-. Puede hacer
exactamente lo que le digan esos hombres hasta que se bajen del avión. Lo único que
quieren es un viaje gratis. En cuanto lo hayan conseguido, se marcharán.
-¿No estás preocupado?
-La jeringa no está junto a mi cuello.
Su indiferencia la tenía perpleja.. Ella estaba horrorizada de pensar en lo que podía
sucederle a la azafata. ¿Pero con qué clase de hombre se había casado? .
Dutch sentía dejarla tan desconcertada, pero necesitaba tiempo para pensar; y no podía
hacerlosi estaba hablando. Tenía que' trazar un plan. Aquellos hombres no harían daño a
la azafata si veían cumplidas sus exigencias. Pero a veces surgían imprevistos. Y, si por
casualidad surgía uno, tenía que idear una forma de salir del paso. Eran dos hombres,
pero sólo uno iba armado. V'desde luego no habrían podido pasar algo metálico por l_s
detectores del aeropuerto. Eso estaba bien. Podía ser que tuVIesen uno o dos cuchillos de
plástico, o una navaja como la que llevaba él... una navaja que tenía usos muy especiales.
La suya era excelente para lanzarla. y había pocos que le igualaban en el manejo del
cuchillo. Sonrió para sí. .
Dani le miró con una mezcla de curiosidad e irritación.
¡Cómo podía dormir! ¡Dormirse en medio, del secuestro de un avión! Suspiró
resignadamente. Bueno, ¿pero qué esperaba que hiciera? ¿Que se levantara de un salto
del asiento, como los héroes dé las novelas que ella leía, y que les librara a todos de los
terroristas? ¡Ni soñarlo!
Se preguntó cómo se sentiría la pobre azafata. La chica estaba haciendo todo lo que podía
por permanecer tranquila, pero tenía que resultarle muy dificil. Sabiendo lo que contenía
la jeringa y el efecto tan fulminaI}te que tendría si se lo inyectaban...
Dani ,se estremeció sólo de pensp.,rlo. Nunca hubiera imaginado que una gente tan
diabólica viviera en el mismo mundo que ella. Dutch abrió los ojos y los volvió a cerrar.
Dani le lanzó una mirada de exasperación. El más alto de los dos hombres tenía en la
mano algo que se párecía terriblemente a una granada, y mientras el avión se iba
acercando más y más a Cuba, él iba y venía nerviosamente por el pasillo.
El otro hombre, el calvo que sujetaba a la azafata, obligó a la chica a ir hasta los asientos
delanteros, justo los que estaban delante de Dutch y Dani, y se sentó junto a ella sin dejar
de sostener la jeringa junto a su cuello.
Estaba cansado, pensó Dutch. Y el otro se estaba empezando a poner nervioso. Du.tch
estaba casi seguro de que la granada era de plástico. ¿Cómo iban' a haber pasado, si no,
los controles de seguridad del aeropuerto?
Una de las revistas sobre misiones secretas tr_ía anuncios sobre aquellas imitaciones, que
eran lo bastante perfectas como para engañar a un civil. Pero Dutch no era un civil.
Esperaría a que el avión aterrizara en Cuba. Si les concedían asilo político, bien. Si no
tendría que intervenir él y desbaratar sus planes. Le debía aquello a Dani. Ella aún creía
en los héroes, aunque a saber qué pensaría de, él ahora.
Cuando el avión aterrizó en La Habana, el más bajo se quedó junto a la azafata y el otro
entró en la cabina. Volvió a salir a los pocos minutos, maldiciendo airadamente.
-¿Qué pasa? ¿Qué pasa? -le preguntó el otro.
-¡Que no nos dejan bajar del avión! ¡Que no nos conceden asilo político!
Miró a su alrededor rabiosamente apretando la granada en la mano Y sin hacer caso de
los gritos y miradas de horror de los pasajeros. ,
-¿Qué vamos a hacer? -continuó--. Nos dan combustible,
pero no asilo. ¿Qué vamos a hacer? ¡No podemos volver a Méjico!
-¡Cuidado! -le advirtió el otro hombre-. lreITlos a Mia
mi. Después buscaremos asilo al otro lado del océano. Diles que pongan rumbo a Miami.
Aquello se estaba poniendo interesante, pensó Dutch. Tenía
la corazonada de que aquellos dos hombres eran de América central. Pero estaba claro
que no tenían ninguna gana de que se les relacionase con ningún país centroamericano.
El hombre más alto salió de la cabina y dijo: -Ya está, vamos hacia Miami.
-Vale -repuso el otro-. Vamos -añadió, obligando ala azafata a ponerse de pie y seguirle-.
Tenemos que explicarle al piloto qué es lo que queremos conseguir del gobierno'
estadounidense. .
-¿Cuánto valor tiene, señora van Meer? -susurró Dutch sin volver la cabeza hacia ella.
Ella se puso tensa. ¿Qué quería decir con aquello?
-No soy una cobarde -dijo por fin. "
-Lo que se me ha ocurrido podría hacer que te mataran. . -¡La azafata!
-Eso depende de ti -repuso Dutch fríamente-. Cuando nos aproximemos al aeropuerto
quiero que distraigas al hombre de la jeringa. Sólo distraerle. Oblígale a apartar esa
jeringa únicamente una fracción de segundo.
-¿Y por. qué hacer algo? -preguntó ella-. Dijiste que se marcharían...
-Porque ahora están desesperados. Y no me cabe duda de que-entre sus exigencias estará
la de que les proporcionen armas. Una vez que las tengan, habremos perdido nuestra
'oportunidad de escapar.
-Las autoridades no les darán armas -replicó Dani. -Una vez que hayan utilizado el ácido
con un par de personas, lo harán.
Ella volvió a estremecerse. Estaba muy asustada, pero sin embargo Dutch parecía
extrañamente confiado. Daba la impresión de saber muy bien lo que estaba haciendo. Le
miró a los ojos y se dijo que le había juzgado mal. En todo aquel rato que llevaba callado
había estado pensando. Dani sintió que renacía su confianza en él.
-Podrían matarte -repitió él, odiando aquellas palabras-. Hay un riesgo, no quiero
engañarte.
-Nadie me vas a' echar de menos -replicó" ella-, excepto quizá Harriett y tú.
Dutch se sintió raro. Ella no lo había dicho con aire de autocompasión. Era la simple
constatación de un hecho. N o le importaba a nadie. Y él sabía cómo se sentía porque,
aparte del grupo, tampoco tenía a nadie que se preocupase por él. Excepto a Dani. Y él
también se preocupaba por ella. Se dio cuenta de pronto de que se sentía vulnerable a
causa de ella.
-Po_ría hacerlo yo solo --;-dijo él.
-No tengo miedo -replicó Dani-. Bueno, sí que lo tengo, pero haré lo que me digas.
Así que Gabby no era única después de todo, se dijo Dutch, alegrándose de ver que Dani
se parecía mucho a la mujer de su mejor amigo. Esta palomita tenía dientes, tal y como él
había supuesto.
-Vale, .tigresa,-dijo él, sonriendo--. Esto es lo que quiero que hagas..., .
Dani lo dio vueltas una y otra vez. Tenía que acertar la primera vez, ya que la pobre
azafata no tendría una segunda oportunidad. Si ellos fallaban, la azafata moriría.
De pronto el capitán les comunicó que estaban llegando a Miami. Les, pidió que
permanecieran tranquilos y que no se movieran de sus asientos hasta que el avión no
hubiese terminado
el aterrizaje. Su v,oz sonaba muy tensa. Aquella granada de mano era la 'parte más
terrorífica de todo, y Dani se preguntaba cómo iba a evitar Dutch que el otro hombre la
lanzara.
Esta vez aterrizaron un tanto bruscamente. En cuanto el avión se detuvo, Dutch le tocó el
brazo.
El hombre de la jeringa había vuelto a salir de la carlinga.
También parecía tenso y nervioso. La azafata daba la impresión de haber abandonado
toda esperanza de vivir y haberse resignado al horror del ácido. Sus ojos carecían de
expresión. -Eh, señor... -dijo Dani, asomándose al pasillo.
El. hombre dio un respingo al oírla y apretó más el brazo con que sujetaba a la azafata.
. -¿Qué quiere? -gruñó.
-Yo... oh, por favor -suplicó Dani-. Tengo que ir... al lavabo, por favor. .
El hombre lanzó una maldición. Gritó algo en otro idioma al hombre que estaba en la
carlinga. Éste se asomó con cara de malhumor.
-¡Tengo que ir! -rogó Dani.
El hombre alto murmuró algo y el otro se echó a reír.
-Está bien -le dijo a Dani-. Vaya. Mientras Dani pasaba por delante de Dutch para salir, él
se metió la mano en el bolsillo interior de la chaqueta.
Dani se dirigió al lavabo, que estaba al otro lado del hombre de la jeringa. Unos pasos
más, se dijo, sintiendo que el Corazón le latía aceleradamente. Mantuvo los ojos bajos
por si acaso el hombre veía su mirada de terror y reaccionaba demasiado rápida. Un paso
más. «Por favor no me falles)), le dijo mentalmente a Dutch. Esto es uná locura, sólo
tengo veintiséis años.
¡No quiero morir, acabo de casarme!
Un paso más. Se detuvo, tambaleándose y se llevó una mano a la frente.
-¡Me encuentro tan mal!
y casi era verdad. Se dejó caer hacia el hombre. Fue suficiente. El hombre se adelantó
instintivamente a sujetarla y en ese instante Dutch lanzó la navaja. Lajeringa cayó al
suelo mientras el hombre se llevaba las manos a la cintura. Dutch se levantó de su asiento
en un abrir y cerrar de ojos. Era otra vez como Vietnam, Angola, Rhodesia. Sin hacer
caso de Dani, que le miraba con ojos desorbitados, ayudó a ¡la azafata a sentarse y dio
una patada a la jeringa para quitarla de en medio. Luego entró a toda prisa en la carlinga.
-¡La lanzaré! --.:ele dijo al verle el hombre alto, cogiendo la anilla. ,
-Adelante -replicó Dutch sin detenerse.
Co.p _dos movimientos, de sus manos, tan rapidos que el piloto ni siquiera los vio, hizo
caer al suelo al hombre que seguía sujetando la granada en la mano.
-¡Ha-quitado la anilla! -gritó el copiloto.
-¿Pero de qué tiene miedo? --dijo Dutch, cogiendo la granada-, ¿de un trozo de plástico?
y le lanzó la barata imitación al piloto, que, al ver de qué se trataba en realidad, se echó a
reír.
-Ahora me doy cuenta de por qué estaba tan nervioso ese tipo -dijo, volviéndose hacia
Dutch.
-¡Es falsa! -exclamó el copiloto, todavía sin ,acabar de creérselo.
-Quédatela como recuerdo -le dijo el piloto, dándosela , por cierto, ¿cómo está Lainle?
-añadió.
-Si se refiere a la azafata, se encuentra bien -repuso Dutch-. Pero su asaltante no. Será
mejor llamar a un médico.
-Ahora mismo. Eh, gracias -dijo el piloto, sonriendo.
-Es por puro egoísmo --'replicó Dutch, encogiéndose de hombros-. Por culpa de ese
hombre no nos han servido el café.
-Le invitaré a una taza en cuanto salgamos de aquí -le dijo el capitán.
-Le tómo la palabra --'replicó Dutch
Luego salió de la carlinga y les explicó a los pasajeros: -Se trataba de una granada falsa.
Todo ha terminado, tranquilícense y sigan en sus asientos. ".0pani estaba arrodillada en el
suelo mirando, horrorizada, al hombre que yacía en el suelo con la navaja clavada en el
vientre. Miró al desconocido con quien se había casado sin siquiera reconocerle. ¿Quién
era aquel hombre?
Dutch lamentaba que ella hubiera tenido que ver aquello, pero no había otro modo de
hacerla. -Se agachó y la ayudó a levantarse. . .
-Se pondrá bien -le dijo--. No te preocupes.
Dos' ayudantes de vuelo salieron del fondo del avión y abrazaron a la azafata,
disculpándose por no haber podido ayudarla.
-No ,os preocupéis -le dijo la 'muchacha-. Estoy bien.
Se volvió a Dutch y añadió, mirándole, con expresión de profunda gratitud: Gracias!
¡Gracias a los dos!
-No tiene importancia -replicó él-. ¿Y qué tal si abrimos la puerta? -añadió-. Ese hombre
necesita un médico.
Los lamentos del hombre atrajeron su atención. Uno de los ayudantes de vuelo se inclinó
sobre él, mientras el copiloto hacía caminar delante de él al otro hombre, que llevaba las
manos atadas a la espalda con un cinturón. .
-Espere, le acompañaré a la comisaría -le dijo a Dutch el capitán-. Tendremos que hablar
con la policía, estoy seguro, .
-De acuerdo -repuso Dutch, ayudando a bajar las escaleras a Dani, que seguía muy
impresionada.
-Ah -añadió, volviéndose a uno de los ayudantes de vuelo--. ¿Haría el favor de coger el
bolso de mano y la bolsa de los libros de la señora y llevarlos a la comisaría del
aeropuerto?'
-Con mucho gusto, señor.
Dani seguía aturdida, pero se dio perfecta cuenta de lo que Dutch acababa de decir. En
medio de aquel maremágnum, ¡él se había acordado de sus libros! Le miró sin
comprender, con los ojos aún llenos de terror.
-Tenía que hacerla -dijo él, entendiendo su mirada-. Si
no, no podría hab_r alcanzado a quel hombre a tiempo.
-Sí, me... me doy cuenta. Sólo que yo nunca había visto a nadie... asÍ.
-Estuviste maravillosa. Sólo conozco a otra mujer que hubiera sabido mantener la
serenidad así de bien.
Ella se preguntó a quién se referiría, pero inmediatamente hubo más preguntas. .
-Pero lo que... lo que has hecho -balbuceó Dani-. Dijiste que eras soldado. .
-y lo soy, pero no de la clase que tú imaginas. Me gano la vida como un soldado
profesional. Me alquilo al mejor postor.
Dani le miró con cara de terror.
-Un mercenario --dijo con un hilo de voz.
-Sí -replicó él en tono desafiante.
Pero Dani no dijo nada más. No pudo. Tod?s sus sueños se habían derrumbado. Aquella
revelación era mucho más dolorosa que lo que había visto en el avión.
Segundos después, bajaron el piloto, el copiloto y la azafata, y fueron todos juntos a la
comisaría. Dani se apartó de Dutch, evitando rozarle. .
Minutos después estaban sentados en un despacho, contando con todo detalle lo que
había sucedido en el avión al personal de seguridad del aeropuerto y a tres agentes
federales. No tardaron mucho, y al final les dijeron que tenían que comparecer ante el
tribunal para declarar. Pero Dani casi no oyó nada. Estaba intentando afrontar el hecho de
que estaba casada con un mercenario. Y no sabía qué hacer.
Observó a Dutch mientras hablaba con los otros hombres. No parecía un mercenario.
Pero su aire de autoridad, su seguridad, su manera de tomar el mando de las cosas... sí,
todo tenía sentido ahora. Le parecía saber incluso cuándo había sucedido, cuando aquella
mujer le había engañado. Aquello había sido el principio. Y ahora Dutch tenía el tipo de
vida que le gustaba, y una mujercita obediente y sumisa que le esperaría en casa mientras
él recorría el mundo jugándose la vida.
No, señor, pensó, no iba a convertirse en su felpudo. Le importaba él, pero en lo que se
refería a su relación, no sólo por el sexo. y, si eso era lo único que Dutch quería de ella,
podíá marcharse.
Se dio cuenta hasta qué punto 'aquel hombre se había convertido en parte de su vida. Sólo
con mirarle, sentía ganas de echarse en sus brazos. Sabía muchas cosas de él, cosas que la
hacían sonrojarse de sólo recordarlas. Pero nada de aquello era real. No podía quedarse
en casa mientras él estaba fuera, arriesgando su vida. ¡No le extrañaba que no quisiera
niños! ¡Cómo l_a a querer hijos con ese tipo de trabajo! ellos ni siquiera veran a su padre!
Y en cuanto a ella, ¿cómo iba a poder vivir con la preocupación consumiéndola? Cada
vez que Dutch se marchara, se preguntaría si le iba a-volver a ver. Y aquella
incertidumbre acabaría matándola. No, pensó tristemente. Mejor tener un dulce recuerdo
que no. una continua pesadilla. Dutch tendría que divorciarse de ella. Dani sabía qúe él
no estaría dis. puesto a abandonar su tipo.de vida. Y ella no, podía seguir casada con él en
aquellas circunstancias. Así que,no quedaba nada. Aquel sueño había .acabado demasiado
pronto.
Cuando salieron del despacho, el capitán y el ayudante de vuelo que le había llevado el
bolso y los libros les acompañaron.
-¿Y ahora qué? _preguntó ella desalentadamente.
-La compañía aérea pagará el hotel-repuso el capitán con una sonrisa-. Mañana les
llevaremos a Greenville.
-Los chicos de la prensa acaban de hacer su aparición -intervino Dutch con expresión de
disgusto.
-¿No le gusta ,la popularidad? -le preguntó el capitán.
-;;En absoluto. Dani y 'yo vamos a coger el 'próximo avión que salga de aquí esta noche.
Me temo que las agencias de información van a tener un día muy ajetreado.,
.,-Seguramente -convino el capitán-. Parece ser que nuestros secuestradores tenían
algunos interesantes vínculos con ciertp dictador de América Central, y ciertos vinculos
comunistas también. Habrían pedido armas nada más aterrizar -añadió, mirando a Dutch.
-Sí -replicó Dutch-. Y se las habrían proporcionado. -¿Ha utilizado esa navaja muy a
menudo? -le preguntó el capitán. ,
-Demasiado a menudo, en los últimos años.
-¿Le importaría decirme cuál es su ocupación?
-¿No le parece una pregunta indiscreta?
-Operaciones secretas, -dijo el capitán.
Dutch asintió, y, 'sin hacer caso de la mirada de Dani, repuso: .
-Soy un mercenario profesional. Mi especialidad es la logística, pero también me doy
buena mano con las armas pequeñas, y tengo una cierta fama en el manejo de la navaja.
Por ciertO, cuaI)._o los médicos la extraigan, me. gustaría que me la devolvieran.
-Se la chaparé en oro, si quiere -dijo el capitán-. Nos ha salvado usted de un buen lio. Si
alguna vez necesita ayuda,hágamelo saber.
-Eso no es muy probable, pero gracias.
El capitán se al_j6y Dutch observó cómo los periodistas rodeaban al. pilotp una vez que
se quedó solo.
-¿Por eso es por lo que querías esquivar a los periodistas?
-le preguntó Dani.
Aquel hombre la asustaba. A pesar de' que se había leído dos veces Los perros de la
guerra,. y de que había visto la película otras tres, casi no podía creer lo que había oído.
Era como una película. Todo ello. El secuestro del avión, la tranquilidad con que Dutch
había manejado a los secuestradores y había resuelto el asunto... Tenía los ojos clavados
en su cara mientras daba vueltas en la cabeza a todo aquello. Estaba casada con un
mercenario. ¿Qué iba a hacer ahora? .
-No me gusta la publicidad -replicó Dutch-. Mi vida privada es sagrada.
,,¿ y en dónde encajo yo en tu vida?
-Tú eres mi mujer.
¿Por qué te has casado conmigo?
-Porque te deseaba.
Así que aquello 'era todo, pensó Dani. No le dolió saberlo, aunque'--estaba segura de que
le dolería cuando se le quitase aquel aturdimiento. Todavía se sentía como conmocionada
Había arriesgado su vida, había visto a Un hombre caer herido a sus pies, se había
enterado de que su marido era un mercenario...
-Sí, eso 'es lo que creía -replicó ella demasiado Despreocupadamente. ¿Y cómo crees que
va a ser nuestra vida matrimonial? ¿Qué quieres, que yo me siente en casa a esperarte sin
saber siquiera si volverás?
Dutch se quedó desconcertado. Le había cogido por sorpresa. .
-Yo pensé qUe cada'uno tendríamos nuestra vida. Que Podríamos disfrutar el uno del
otro. Pertenecernos el uno al otro, -No. Lo siénto. No podría vivir así. Es mejor que te
divorcies de mí.
Aquello era casi cómico. Aquella mujer le estaba dando con la puerta en las narices. ¡A
él! Las mujeres le habían perseguido durante años, habían hecho todo lo posible por
cazarle. ¡Y aquella librera de pueblo le estaba rechazando!
-No tienes por qué poner esa cara de susto -le dijo Dani
Simplemente me estoy ahorrando unos cuantos sinsabores, eso es todo. No podría vivir
sabiendo que tu vida está en constante peligro. Eso me destrozaría.
-No soy un suicida -empezó él.
-Ni tampoco eres un superhombre. Tienes cicatrices. Cuando las vi por primera vez, no
supe de qué' eran, pero ahora ya lo sé. Y un día te atravesará una bala. No quiero estar en
casa sola esperando a que suene el teléfono. Soy fuerte, pero no tanto. Me importas
demasiado.
A Dutch le asombró el efecto que le hicieran aquellas tres últimas palabras. A ella le
importaba lo que le sucediese.. Claro, estaba escrito en sus ojos, que le miraban con
adoración cuando él le hacía el amor. .
-Ya hablaremos cuando lleguemos a Greenville --dijo él con firmeza.
-Puedes hablar todo lo que quieras -replicó Dani, echando a andar-, pero yo ya he dicho
mi última palabra.
-¡Solterona anticuada! -estalló Dutch.
-¡Mira qui¿n fue a hablar! -exclamó ella, mirándole con indignación-. ¿Y tú qué te crees
que eres, soldado? ¿Un don del cielo?
Le dieron ganas de estrangularla, pero, en lugar de hacerlo, se echó a reír.
-y no te rías de mí -continuó ella-. Fue todo un cuento, verdad? Me dijiste que para ti era
hermosa, pero sólo he sido un ligue, ¡un Juguete entre combate y combate!
-Al principio sí, pero ahora no.
-Sí, es que ahora soy una responsabilidad legal -replicó Dani-. Soy una temporada de
vacaciones que ha terminado. Dutch negó con la cabeza. Era más guapa a la luz del día,
pensó.
-Tú no has terminado, preciosa.
-¡Soy una solterona anticuada! -gritó ella.
Un ayudante de vuelo que pasó junto a ellos, les sonrió y dijo, guiñándole un ojo: .
-No crea.
Dani cogió el bolso y los libros y echó. a andar hacia la terminal. .
-¿Dónde vas? -preguntó Dutch.
-A casa. Tengo una librería de la que ocuparme.' -Espera.
-¿Qué?
Dutch titubeó. No era corriente en él, pero la verdad era que esta vez no sabía qué hacer.
Si la presionaba, podía perderla. Pero tampoco podía dejarla marchar. Se había
convertido en alguien muy importante para él. No quería ni pensar en no volvera a ver.
-Piénsalo durante un tiempo -,-dijo finalmente-. Durante unas semanas, hasta que yo
vuelva..
-¿Volver? -preguntó ella con los ojos llenos de lágrimas.
¡Cuánto le dolía verla así! Dutch nunca había visto una expresión así en una mujer. Él
había estado al borde de la muerte, y no se ,había asustado tanto como ahora, al ver la
expresión de Su rnt.üer. . -.
74
Dani luchó por dominarse Respiró profundamente y, segura ya de que sería un suicidio
seguir junto a él, añadió:
-No cambiaré de opinión.
-De todas formas, seguiré en contacto contigo.
-Ha,z lo que quieras.
-Tengo un trabajo que, cumplir,-dijo él-. No puedo volverme atrás.
Dutch se dio cuenta de que era la primeFa: vez en años qué le daba explicaciones a
alguien. '
No quiero saberlo -replicó Dani-. Tú tienes tu vida y yo la mía. Si me 10 hubieras dicho
al principio, no me habría acercado a ti.
_Creo que eso lo sabía. Cuídate mucho. .
_Siempre lo hago -dijo ella, mirándole con adoración por última vez-. Cuídate tú
también.
-Sí.
Dani se quedó mirando su alianza de matrimonio, y él vio la expresión de sus
ojos.
-Sigue llevándolo -murmuró Dutch-. Me... gustaría pensar que llevas mi anillo,
Las lágrimas rodaron por sus mejillas. Sin volverse a mirarle, Dani echó a andar a toda
prisa, llorando tanto que casi no veía por donde andaba. Dutch se quedó parado donde
estaba, observándola hasta que desapareció de su vista.
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Serie Soldados De La Fortuna
RomansaSerie de soldados de la fortuna en un mismo libro todas las historias #1 Misterio pasado #2 unas locas vacaciones #3 enamorada #4 corazones secuestrados #5 un momento de locura #6 el último mercenario Ojo estas historias no son mías son de auto...