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Todo el lugar se sumergió en un silencio sepulcral al escuchar semejante declaración por parte de la castaña, sin embargo no fue eso, en parte sí, lo que ocasionó ese silencio, sino la forma en lo que lo dijo, tan fria y sin emociones que simplemente congeló los sentidos de todos. El rubio la observó con sorpresa, tristeza, horror, tantos sentimientos que reflejaba en su mirada claramente indicaban que esa noticia le cayó cómo un balde de agua fría, claro, él no era el único sorprendido.

— ¿Qué?... — dijo de forma casi inaudible y débil que pareció un susurro que se desvaneció en el aire.

— te lo diré de nuevo — la chica se acercó a los tres jóvenes que la siguieron con la mirada todo el trayecto — tengo un tumor en mi cerebro.

— Erika... — Takeru la miró con tristeza, obviamente él sabía lo que a ella le ocurría pero no le dijo nada a Kyouya por la simple petición, que involucraba ojos llorosos y pucheros, de Erika.

— disculpen — se dirigió a los oficiales que observaban todo en silencio — ¿Podrían sacar a éste sujeto de aquí? — no lo señaló y no era necesario hacerlo pues se entendía muy bien a quien debían sacar.

— por supuesto — respondió uno de ellos y se dirigió a donde estaba el pelinegro — tendrá que acompañarnos.

— no iré a ningún lado — retrocedió unos cuantos pasos hasta que su espalda tocó la pared.

— no le pregunté, se lo ordené — dos guardias los sujetaron de los brazos y lo obligaron a caminar.

— ¡No! — gritó mientras se retorcía para liberarse — ¡Erika no dejes que me lleven! — buscó a la castaña con la mirada y la encontró a un lado del rubio, que ya había sido soltado por Takeru.

— no quiero verte en lo que me resta de vida — respondió seca y con una mirada de odio.

— Erika... — el chico al principio la miró con tristeza pero rápidamente fue cambiando a una mirada llena de enojo, con una sonrisa malévola y con tono burlesco le dijo — entonces, no será por mucho tiempo — los dos hombres lo sacaron a empujones del hospital pero no sin antes que el pelinegro la mirará una última vez.

Una vez que el pelinegro se fue el silencio reinó, nadie sabía que decir o qué hacer, ninguno se atrevía a seguir con lo suyo tras semejante suceso. Después de unos minutos en absoluto silencio las personas por fin decidieron seguir con lo suyo pasando por alto lo que acaba de suceder. Kyouya miraba a Erika de una manera seria pero no molesta, se sentía triste y quería que ella le explicará mejor lo que pasó.

— Erika...

— hablemos en mi habitación — dijo de forma rápida y, literalmente, corrió a su cuarto.

El rubio la siguió de inmediato, dejando a Takeru y a su hermana atrás, quiénes no querían intervenir, ese era un tema que solo le concierne a ellos.

La castaña apenas ingresó a la habitación saltó a la cama y se cubrió con las sábanas, tenía miedo de decirle pero no podía posponer ese tema por mucho más tiempo, temía lo que el rubio pudiera decirle o que la abandonara al enterarse de su estado, ¿De verdad él sería capaz de irse y dejarla sola? No, claro que no, aunque la duda no la deja pensar con claridad.

— Erika — el rubio ingresó solo unos segundos después, caminó con lentitud y se sentó en la orilla de la camilla esperando que ella le explicará lo que le sucedía.

— K-kyouya-kun — lentamente fue quitando las sábanas y comenzó a ver al rubio, sus ojos no pudieron evitar llenarse de lágrimas al ver la suave sonrisa que tenía el chico en su rostro — ¡Kyouya-kun! — no pudo resistirse a la oleada de emociones que la atacaron apenas le miró sonríendo por lo que saltó sobre él y lo abrazó con fuerza.

Drama innecesario (kyouya Y Erika) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora